Capítulo 8

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Alessia no se consideraba una persona que disfrutase del sufrimiento de los demás, para nada.

Como "Gabriel" dedicaba parte de su tiempo a ayudar a los demás, donaba una grán cantidad de dinero a organizaciónes benéficas, participaba en eventos de recaudación de dinero para ayudar a los desfavorecidos, daba propina a todo desamparado que encontrase y ayudaba siempre que podía a quien lo solicitase. Desde pequeña, había sentido una grán empatía por aquellos que sufrían; comprendía el dolor de los demás y las dificultades que algunas familias sufrían para llegar a fin de mes. Había nacido rodeada de comodidades, y se sentía profundamente agradecida por ello, y por eso, porque ella había tenido la suerte de vivir sin una sola necesidad de nada, sentía una especie de deuda con el resto del mundo, una necesidad de ayudar, de intentar aliviar el peso de los hombros de los demás.

No era una persona egoista, tampoco egocéntrica, y nunca, jamás, había encontrado regocijo alguno al observar el pesar de otra persona.

Sin embargo, en ese momento, Alessia tenía que admitir que le estaba costando no reírse.

El motivo no era otro que la pequeña mujer de cabello castaño que tenía sentada a su derecha.

La que ahora sabía se llamaba Genevive, no paraba de mover los dedos y retorcer las manos mientras susurraba palabras incoherentes, movía los ojos de un lado a otro, se retorcía en el asiento y tambolireaba con uno de los pies.

Era la viva imágen de los nervios, o un ataque de epilepsia.

En cierto modo a Alessia la mujer le recordaba a un cervatillo asustado y, aunque entendía el porqué de los nervios de la mujer, le resultaba ciertamente gracioso que fuera ella el motivo de su incomodidad.

Varios largos minutos más tarde, se encontraba aparcando el coche frente a su casa, apagando el motor de su bestia plateada para salir del coche seguida de una impresionada Genevive, que no paraba de mirar el lugar con ojos muy abiertos.

Esta vez no pudo evitar la suave risa que se le escapó de los labios y que sirvió para que la mujer dejase de devorar con la mirada el lugar y recobrase la compostura.

Subieron las escaleras de la entrada y, una vez dentro, Alessia condujo a su invitada a uno de los salones de su mansión, donde se sentó en uno de los sofás color beige e indicó a la mujer que tomase asiento en uno de los sillones en diagonal a ella.

-Una casa deslumbrane- comentó la mujer tras sentarse y recolocarse la casa.

-Gracias, no se parece a la casa de la familia pero tiene su encanto.

Genevive se limitó a asentir.

Un par de tensos segundos más tarde en los que Alessia se limitó a observar a la mujer con cierta curiosidad enmascarada en indiferencia y que sirvieron para que los nervios de Genevive reaflorasen, decidió romper el silencio.

-Creo que sería buena idea cambiarnos la ropa manchada, ¿no cree?- le preguntó ladeando ligeramente la cabeza.

Genevive sintió un pequeño nudo en la garganta.

No sabía si era por los nervios que sentía al estar frente a una personalidad importante, o por lo insignificante que la intensa mirada de la joven le hacía sentirse por dentro, como si se tratase de una niña pequeña bajo la mirada del director del instituto, o más acertadamente, como si fuera un pequeño corderillo en el punto de mira de una pantera, pero desde luego tenía que admitir que Alessia Du Bois era, desde luego, una mujer intimidante.

No era que su actitud hacia ella hubiese sido hosca o descortés, todo lo contrario, se comportaba con una educación y elegancia típica de las mujeres de su clase, sin embargo había algo en ella, en la manera en la que clavaba sus ojos en ella, que le hacían sentir como si pudiese ver a través de ella misma, de su alma, y ver sus más oscuros secretos y temores.

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⏰ Última actualización: Jul 06, 2014 ⏰

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