XVIII

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DOMINGO
22 de diciembre de 2013

Petra se desperezó y chocó con el cuerpo de alguien.

¿Levi?

A lo mejor, todo había terminado.

Puede que Petra acabara de despertar de aquel extraño sueño o lo que fuera, y que Levi estuviera allí...

No se atrevía a abrir los ojos.

Un teléfono sonó junto a su cabeza. El tono pertenecía a alguna canción de Beyoncé.

Petra se dio media vuelta y miró a Annie, que hablaba por el móvil sentada en la cama.

—Mamá —dijo Annie—, estamos en la misma casa. Esto es el colmo de la vagancia, incluso tratándose de ti... Está bien. Un momento. Se lo preguntaré —miró a Petra—. ¿Quieres gofres?

Petra negó con la cabeza.

—No —informó Annie—. Dice que no... No sé, acaba de despertarse. ¿Trabajas hoy? —le propinó un codazo a su hermana—. Eh. ¿Tienes que ir a trabajar?

Petra asintió y miró el reloj. Aún no habían dado las nueve. Erd todavía no habría llamado a la policía.

—Está bien —dijo Annie en dirección al teléfono, y suspiró—. Yo también te quiero... No, mamá. No me molesta decirlo, pero estás aquí mismo... Está bien. Te quiero. Adiós.

Puso fin a la llamada y se desplomó junto a Petra.

—Buenos días, dormilona.

—Buenos días.

—¿Cómo estás?

En pleno delirio. Seguramente psicótica perdida. Contenta, sin saber por qué.

—Bien —dijo Petra.

—¿En serio?

—¿Por qué dices «en serio»?

—O sea —aclaró Annie—, ya sé que le has dicho a mamá que estás bien, pero de ser así no te habrías quedado a dormir.

—Estoy bien, es que no me apetece llegar a una casa desierta.

—¿De verdad te ha dejado Levi?

—No —replicó Petra, y gimió—. Bueno, no creo —buscó las gafas. Las había dejado en precario equilibrio sobre el cabecero—. Cuando se marchó estaba enfadado pero... yo creo que, si me hubiera dejado, me lo diría. ¿No te parece? —lo preguntaba en serio.

Annie hizo una mueca.

—Jo, Petra, yo qué sé. Levi no habla mucho, que digamos. Ni siquiera sabía que tuvieran problemas.

Petra se frotó los ojos.

—Siempre tenemos problemas.

—Pues no lo parece. Cada vez que te llamo, Levi te está llevando el desayuno a la cama o dibujándote una tarjeta desplegable de cumpleaños.

—Sí.

A Petra no le apetecía explicarle a Annie que las cosas no eran tan sencillas. Que Levi le preparaba el desayuno aun estando enfadado. Era su manera de decirle que seguía implicado en la relación, aunque por lo demás la tratara con absoluta frialdad y apenas le dirigiese la palabra.

—Cuando era pequeña —confesó Annie—, siempre pensaba que Levi era tu príncipe azul.

La sensación de felicidad de Petra se estaba esfumando a marchas forzadas.

Otra oportunidad - RivetraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora