No me mires así

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Nunca había pensado que algo así me iba a pasar a mí.
Precisamente a mí.
Kris Wu.
¿No se suponía que la mayoría de las chicas estaban tras de mí? ¿No se suponía que era yo quién escogía con quién salir?
¿Por qué había terminado así? ¿Por qué él me había mirado así en primer lugar?
No dejaba de hacerme estas preguntas mientras miraba el techo blanco de mi habitación, escuchando el agua correr en el cuarto de baño.
Escuchándolo a él alistarse para irse.
Todo había comenzado el día en que lo conocí. Seis meses atrás. Recordaba poco de ese día, más allá de las palabras de mi mejor amigo SeHun. Había conocido a alguien especial, la persona indicada según él. Pero SeHun solía hacer eso todo el tiempo. Su manía de enamorarse de personas que nada tenían que ver con él era alarmante. Aún si estas relaciones no le duraban más que un par de meses.
Así que cuando me pidió que lo conociera no le vi lo malo. No realmente. SeHun y el chico en cuestión bien podrían terminar al día siguiente. Y si lo pensaba de una perspectiva actual eso habría sido lo mejor. Mucho más luego de haberlo conocido en ese restaurante.
Se llamaba Huang ZiTao.
Era un poco más bajo que yo. Con una piel suavemente bronceada que lo resaltaba de los demás. Los labios rosados y finos, de apariencia tan dulce como un durazno. Su cabello negro enmarcaba su rostro de manera perfecta.
¿Creen en el amor a primera vista? Yo tampoco. Hasta el día en que lo conocí. Hasta el día en que mi mejor amigo me presentó a su novio.
ZiTao era el novio de SeHun.
La idea me desanimó y me deprimió un poco, pero con todo fui capaz de seguir y no mostrarlo. Y todo pudo salir bien... de no ser por esas miradas.
ZiTao tenía unos ojos intrigantes y afilados como los de un gato, lo que acrecentaba el hipnótico poder de su mirada.
La había sentido sobre mí aquel primer día. Y aunque pude convencerme de que lo había imaginado más tarde fue obvio que no era así. 
Sus ojos me perseguían cada vez que nos encontrábamos, lo cual fue ocurriendo con demasiada frecuencia después del primer encuentro.
Esa mirada provocadora y sensual sobre mí sólo servía para enloquecerme de a poco. Y las sonrisas coquetas con que acompañaba estos gestos me convencían de que perdería la cabeza. Porque él era el novio de mi mejor amigo y me miraba de esa forma que me hacía querer pedirle a gritos que dejara de hacerlo, que dejara de tentarme.
Pero no podía hacerlo.
Un día fui invitado a casa de SeHun para ver sus más recientes fotografías, servirían para una exposición, pero él deseaba que yo las mirase primero, así que acudí. Me llevé la sorpresa de mi vida al ver a Tao ahí. Solo. Según dijo, SeHun había ido por algo de beber. Debí irme inmediatamente, sin embargo, no tenía ninguna excusa para ello. Así que me quedé. Creo que mentiría si dijera que no estaba esperando que ocurriera algo. Lo esperaba seguramente desde hacia días, cuando el calor de su mirada sobre mi cuerpo era tan evidente que  me estremecía sin más.
Aquel día nos besamos. Él sobre la encimera mientras yo me acomodaba entre sus largas piernas alrededor de mi cintura. Mis manos acariciando su espalda por encima de la ropa, dándole suaves masajes.
Fue excitante, pero sabía que estaba mal.
Después de eso decidí evitarlo. Si sabía que él y SeHun estarían en algún sitio prefería no ir, si mi amigo me invitaba a su casa, me negaba, sabiendo que él estaría ahí.
Y funcionó. Al menos durante un tiempo. Pero al final el destino nos prepara sus propias jugarretas y Tao y yo nos encontramos unas semanas después en una tienda de conveniencia.
Podía recordar bien su atuendo, esos pantalones ajustados, esa camiseta negra con estampados dorados. Su apariencia era más atractiva de lo normal.
Y sus ojos me miraba con el mismo deseo. Supe entonces que no podría escaparme de ellos. No cuando se acercó despacio, sonriendo con algo parecido a la tímidez y me tomó de la mano, pegando su cuerpo al mío unos segundos después para susurrar a mi oído:
—Deja de escapar.
Era cierto. No podía hacerlo. No importaba a donde quisiera ir. Estaba preso. Era prisionero desde el primer momento en que mis ojos se habían encontrado con los suyos. Desde el primer momento en el que él me había mirado así, importándole poco si era el novio de mi mejor amigo.
Ese día terminamos en un hotel. ¿Qué podría decir de mi poca fuerza de voluntad? ¿De mi horrible traición? ¿Del hecho de que fui incapaz de ver a SeHun durante los siguientes días? ¿Qué podría decir en mi defensa?
Me había acostado con el novio de mi mejor amigo.
Pero con todo la culpa no fue suficiente y cuando Tao me buscó días después no pude de rechazarlo, dejándome atrapar una vez más por ese cuerpo que sabía como llevarme directamente al cielo, esas manos que me recorrían de arriba a abajo con maestría, esos labios que parecían buscar arrancarme el alma.
Pero aunque pude argumentar que con dos veces fue suficiente, no fue así. Seguí cayendo todas y cada una de las veces que Tao me buscaba. Al final dejando mi apartamento como el sitio para nuestras citas clandestinas.
Lo difícil era caer la primera vez, después ya no importaba.
Y yo era adicto a los labios del niño, a su aroma, ese que se quedaba impreso en mis sábanas después de cada encuentro.
Al principio solo lo hacíamos y él se marchaba de inmediato, de vuelta a los brazos de SeHun. Pero al cabo de unas semanas juntos las cosas cambiaron. Tao permanecía en mis brazos por más tiempo, su piel casi hirviendo bajo de mis dedos.
Y entonces hablábamos. Simplemente hablábamos. De él, de su vida, de mi, pero jamás tocamos el tema de SeHun. Pese a todo a Tao parecía apenarle su situación con mi amigo.
Algo cambió en nuestra relación meramente sexual y algo más profundo comenzó a crecer dentro de mi.
Poco a poco la culpa se fue marchando, siendo simplemente sustituida por la envidia y los celos. Verlos Juntos me destrozaba por dentro, ver la forma en que SeHun besaba lo que yo consideraba mío era un suplicio que no quería padecer.
Pero lo soporté, sabiendo que después tendría a Tao entre mis sábanas, gimiendo y llamándome con desesperación mientras me aseguraba de darle todo el placer que él necesitara. Forzandome a mi mismo a superar a SeHun. Disfrutando de ver al niño atontado después de cada vez que le hacia el amor, acurrucado a mi lado, suspirando.
Creo que fue una de esas veces cuando comprendí la verdad de mi situación.
Me había enamorado de Huang ZiTao, el novio de mi mejor amigo.
Después de tanto luchar contra mi, contra sus sugerentes miradas, había caído y de la peor forma. Porque podías argumentar que el sexo por placer no era más que eso, algo que en cualquier momento podías dejar y seguir como siempre, pero cuando amabas todo cambiaba. Y yo no quería dejarlo.
Tao y yo nos instalamos en una rutina, nos veíamos dos veces por semana, siempre en mi departamento, siempre a escondidas.
Pero además comenzamos a pasar más tiempo juntos fuera de la cama. Aprendiendo de sus miedos y de mis defectos. De sus juegos y mis gustos.
Como si fuésemos una pareja normal y no una pareja de amantes traicioneros.
Todo habría continuado igual si SeHun no me hubiese buscado un día para contarme sus buenas noticias: él y Tao iban a casarse.
Según palabras de mi amigo había encontrado a la persona perfecta.
"Él tiene todo lo que siempre soñé encontrar en alguien."
Fui incapaz de decirle que Tao también tenía todo lo que yo había soñado encontrar en alguien. 
Sus dulces pucheros cuando no conseguía lo que quería, sus carcajadas que me hacían reír más que cualquier broma, sus coqueteos entre tímidos y descarados.
No, definitivamente esa boda no podía ocurrir. Así que cuando vi a Tao unos días después le reclamé no habérmelo dicho. Él escuchó en silencio, pero no dijo nada en su defensa, como si decírmelo o no decírmelo le fuera totalmente indiferente.
Entonces le pedí lo que nunca antes me había atrevido: "—Déjalo, hazlo por mí, por nosotros."
Si él tenía que casarse con alguien tenía que ser conmigo.
"—Te amo."
Pero Tao se limito a echarse a llorar. Asegurándome que también me amaba, pero no podía dejar a SeHun. Así que decidí terminar. Yo ya no podía cotinuar así.
Y Tao se fue.
Pasaron dos semanas antes de que nuestro mutuo amor nos hiciera buscarnos con desesperación, con hambre, con deseo y una energía desbordada que nos hizo permanecer en la cama durante horas. Yo dentro de él embistiéndolo sin parar, excitandome aún más con sus gemidos, seguidos por sus súplicas de que no lo dejáse nunca.
Y se lo juré. Estúpidamente se lo juré.
Al final lo detuve entre mis brazos para impedirle marcharse.
—Te amo.
Le recordé, besando sus hombros con devoción .
—También te amo.
Respondió con calma, sus ojos fijos en los míos.
Y nuestra rutina regresó.
Nos veíamos dos veces por semana, nos amábamos dos veces por semana. Tao era mio dos veces por semana. El resto del tiempo le pertenecía a él.
Volví al presente al escuchar el sonido de la puerta del baño abrirse, seguido por la imagen del menor, saliendo con apenas una toalla alrededor de  su cintura. Ligeras gotas de agua resbalando por su piel dorada.
Lo llamé. Y el acudió dejándose mimar como si fuera un gatito, ronroneando de placer debido a mis caricias y a mis palabras dulces dichas en su oído. Era así siempre.
Y su teléfono celular comenzó a sonar. Ya sabía quien era. Los dos lo sabíamos. Lo sabía por la forma en que su cuerpo se tensaba entre mis brazos. Su rostro se contraía cuando escuchaba la voz del otro.
Y yo sólo lo miraba. Sentado en la cama.
Plantado en mi papel.
Y al final Tao colgaba, se despedía de mi de una forma más bien fría y se marchaba, recordándome que nos veríamos la próxima semana. Y yo le decía que sí... como haría siempre.
Incluso después de su matrimonio a finales de año. Yo sería el padrino.
Lo vi marcharse en silencio y la misma pregunta que había comenzado a atormentarme noches atrás volvió a mi: ¿por qué él y no yo?
¿Qué era lo que tenía SeHun que no tuviera yo?
Y la respuesta inmediata acudía a mi cabeza: a él.
SeHun lo tenía a él.

No me mires así [ADAP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora