Salsa De Mi Corazón

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Debo admitir que mis habilidades en la cocina deben ser iguales a las de un ingeniero de sistemas intentando hacer arte abstracto; es decir, nulas. Y, siendo muy franca conmigo misma, nunca me ha importado mucho el no saber cocinar. Gracias universo por poner en mi camino chicos cocineros. Sí, es gracioso; pero siempre salí con chicos que les gustaba cocinar, a mí me encanta comer, así que éramos el complemento perfecto.

Recuerdo la única vez que intenté cocinar, las recetas parecían escritas en chino y no, no hablo el mandarín. Pero ahí estaba él, intentando explicarme y sonriendo cada vez que lo miraba con cara de: ¿me estás insultando?. Su risa era bella, contagiosa y hasta melodiosa. Parecía la risa de un niño, que te causa ternura y risa a la vez. A veces pienso que lo veo así porque estaba enamorada, o tal vez era realmente así, tal vez.

Estábamos haciendo tallarines en salsa blanca, uno de mis platos favoritos, y digo estábamos porque yo prendí la cocina y puse aceite. El resto de la magia la hizo él. Y ¡ufffff!, ¡qué bien olía todo! El spaghetti recién cocinado, el ajo, la mantequilla quemada, su perfume. No, espera, el perfume no. Aunque sí, también olía rico, ya sabes, un olor fuerte y varonil, de macho. No como el Axe, sino como uno de Antonio Banderas.

-¿Por qué sonríes tanto?- me preguntó curioso.
-Porque huele demasiado rico.- respondí suspirando con los ojos cerrados.
-No sabía que la salsa blanca me había salido tan bien- me dijo en aires de superioridad.
-Estaba hablando de tu perfume.- le refuté sonriendo.

Sus cachetes se pusieron rojos como las manzanas, me lanzó una mirada seductora y regresó su atención a la salsa. No sentía mariposas en el estómago, sentía la tercera guerra mundial. Este chico cada vez me gustaba más y tenía miedo de volverla a cagar. Y resultó que, esa primera cita cocinando tallarines en salsa blanca marcó el inicio de una serie de salidas diferentes, fue algo así como nuestro primer beso, la primera vez que dices te quiero. Como te repito, nunca tuve interés en aprender cocinar. Y de las pocas veces que estuve ahí, la única vez que estuve "atenta" a todo el ritual que realizan los chefs fue cuando estuve con él. Y no te imaginas lo muy enamorada que estaba, tanto que hasta cuando se le salaba algo, para mí estaba rico. ¿Qué si sigo con él? No, se mudó a otro país después de 2 años. Es algo muy extraño terminar con alguien porque ya no se verán, ya sabes, aún existe el amor, no lo odias. Simplemente ya no está.

A parte de fotos, conversaciones, entre otros, cada vez que como tallarines en salsa blanca me acuerdo de él y es inevitable comer feliz después de esos recuerdos. Creo que lo mejor me dejó fue que ahora, por lo menos, un plato puedo cocinar.

Historias CortasWhere stories live. Discover now