Capítulo 1

9 1 0
                                    







—Si no mueves tu precioso culo del sillón, Uriel, te juro por mi madre que te cojo de los pelos y t...— no termino la frase cuando mi hermano ya se había levantado de mi sitio mientras bufaba pasando a mi lado y soltando el moño que tenía en la cabeza para apartar mi melena de leona de la cara. Tener el pelo rizado era todo risas y maravillas hasta que llegaba el calor y se convertía en una tortura.

—Ya voy pesada, que eres una pesada. Todo el día quejándote y riñéndome, todavía dudo si nací yo primero África. — lloriquea Uriel.

—Lo que dudo yo es si somos hermanos, gordo —le pincho los costados con las uñas. A pesar de ambos ser hijos de los mismos padres a penas nos parecíamos más que en los ojos. Él es bastante alto para la edad que tiene y aunque te podías perder un mes entero en los ojos que tenemos (gracias mamá), nos habían confundido por pareja más veces de las que me apetece reconocer.

Yo parezco mayor de lo que soy, mi figura y vestimenta diaria hacen parte de esa labor y si añadimos el maquillaje (mi pequeña obsesión) perfectamente podrías decir que estaba terminando mis estudios universitarios. Al contrario que yo, mi hermano tiene el pelo liso y con un tono caramelo que en verano se vuelve oro, todo un bombón a ojos de mis amigas y compañeras.

Lo que ambos compartíamos y amamos -a demás de los ojos y de nuestra querida madre- es la pasión por los tatuajes. En especial compartimos uno: yo tengo tatuado un pequeño mosaico del arcángel Uriel en honor a su nombre y él había decidido tatuarse el continente de África por el mío.

Lo sé, que ñoño todo.

Me desplomo en el sillón, por no decir que me espatarro, mientras bostezo. Había terminado las clases por fin y me merecía un descanso después de ocho meses intensos estudiando. Bueno, no voy a mentir, estudiar lo que se dice estudiar... Poco. Pero la intención es lo que cuenta, ¿no?

Había terminado mi último curso escolar, segundo de bachillerato, y estaba a unas semanas de tener que realizar el examen que determinaría mi futuro, dependía de esa calificación para poder estudiar lo que llevaba toda una vida imaginándome. No tenía malas notas, pero tampoco sobresalía de la media, simplemente era una alumna más. Mis amigas en cambio destacaban por haber recibido ambas la matrícula de honor, lo que les concedía el primer año de universidad pagado. Vaya chollo. Aunque pensándolo bien, Lula tenía ventaja después de repetir segundo.

—Moco, me voy con León y Suli. Cualquier cosa me avisas ¿vale? No abras a desconocidos ni a nadie que te ofrezca unirse a su religión —me río de lo tonto que podía ser a veces—. Si llega mamá, sólo dile que salí. Sabes que Saúl no es santo de su devoción... —asiento mientras le lanzo un beso al aire que el finge atrapar.

León y Saúl eran como los hermanos que Uriel nunca tuvo y siempre pidió. Se conocieron en primaria peleando por la cancha de fútbol para jugar en el patio y desde entonces no se han separado. Saúl era el más pequeño en cuanto a su apariencia física. Tiene un rostro delicado con el pelo rubio en ondas, como si fuese un querubín, y una sonrisa matadora que podría conseguir que San Pedro diera un paseo por el infierno.

León intimida. Sólo con mirarlo intimida, da miedo, acojona. Con el paso de los años y de la pubertad su mandíbula se había ido esculpiendo y marcando, cada vez le aparecían más pecas por la cara y su pelo cada vez era más rebelde. He de admitir que en mi etapa de adolescente hormonal tenía un enamoramiento bastante fuerte con él.

Como pa' no, si te mira y se te caen las bragas. Pero me prometí que era cosa de la edad, y puedo asegurar que se me pasó por completo, excepto cuando a mi hermano le daba por hacer fiestas en la piscina. ¿Qué? No sé vosotros, pero yo tengo ojos y no me privan de disfrutar de una buena vista...


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 09, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Caída libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora