Capítulo 1.

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Viernes, 21 de septiembre.

Lauren's P.O.V.

Había pasado una semana desde que dejé a Camila en Nueva York. Había sido la peor semana de mi vida. No intenté ponerme en contacto con ella, ni ella conmigo. Supongo que era lo mejor. 

"Lauren, ¿dónde te dejo esto?", mi madre me estaba ayudando a sacar las cosas de la maleta, pero no le estaba prestando mucha atención. "Lauren, sé que es difícil, pero tienes que seguir adelante. Dejar la relación era lo mejor. No te martirices, cielo", miré a mi madre intentando sonreír, pero me era muy difícil en ese momento. 

"Lauren, ¿has visto que tienen toallas en los baños? Me parece que has venido a una universidad muy cara", dijo mi padre entrando por la puerta de la habitación. Mi madre lo miró sin decir nada. "¿Qué?", preguntó confuso.

"Tu hija está en medio de una crisis y lo que haces es decirle que hay toallas en el baño", le respondió.

"Pero están suaves. Si las vieras lo entenderías"

"Pues vamos a verlas, a ver si así te centras un poco"

Los dos dejaron la habitación, olvidando que yo estaba ahí. No me importó, al menos me hicieron reír un poco. Me tumbé en la cama y cogí mi móvil. De una forma u otra, acabé en el chat de Camila. Lo último que le había dicho era: sal. Sí, sal. Porque estaba esperándola en la puerta de su casa para llevarla a la universidad. Aquel viaje que hicimos hace una semana. Y en esta semana había abierto el chat en más de una ocasión, y había hecho el intento de borrarlo, pero no podía. Me torturaba leyendo una y otra vez la conversación. No era nada sano, pero era lo que hacía. 

Mis padres volvieron del baño un rato después. Mi hermana no había podido venir porque empezaba el instituto. Seguían discutiendo por las toallas.

"No son tan suaves. No exageres tanto", decía mi madre. "Lauren", puse el móvil en mi abdomen y la miré. "Han llamado a tu padre del trabajo, tenemos que irnos". Me incorporé en la cama.

"Está bien, no pasa nada. Puedo arreglármelas sola"

"¿Estarás bien?"

"Sí"

"¿Segura?"

"Que sí", sonreí.

"De acuerdo. Llama de vez en cuando para no preocuparnos mucho, ¿vale?", asentí. Me levanté de la cama y me despedí de ellos con un abrazo que duró más de lo normal. Al fin y al cabo, no iba a verlos en una temporada. 

Cuando se fueron me tumbé de nuevo en la cama. Miré a mi izquierda y vi la cama que sería de mi compañera de habitación. Me extrañó que todavía no hubiera llegado, pero quedaban unos días para que empezaran las clases, así que supuse que llegaría en esos días. Estaría bien tener la habitación para mí sola unos días, mientras intentaba recomponerme. Volví a coger el móvil, pero me di cuenta de que no podía seguir así. No podía seguir autocompadeciéndome, tenía que vivir mi vida y seguir adelante. Así que me levanté de la cama y fui a dar un paseo por el campus.

Había mucha gente por todas partes. Yo solo quería un rincón donde tomar un poco el sol y relajarme, pero eso parecía imposible. Decidí seguir andando hasta ver dónde llegaba. Mi móvil sonó, me habían mandado un mensaje, y lo saqué para ver quién era. A lo mejor mis padres se habían olvidado algo y querían que lo mandara por correo de vuelta a casa. Pero antes de poder desbloquearlo me choqué con alguien. Mi móvil cayó al suelo y se le salió la batería. 

"Mierda. Mira por dónde vas", dije. Recogí el móvil, o lo que quedaba de él, y miré a quién fuera que se había tropezado conmigo. Vi que era una chica, y que tenía todo por el suelo. Me sentí culpable por haber sido tan borde y la ayudé a recoger las cosas. "Perdona, ha sido mi culpa, no iba mirando dónde debía", le dije.

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