Capítulo 3.

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Lunes, 24 de septiembre.

Lauren's P.O.V.

Sam me terminó llevando el viernes a un bar que estaba a unas manzanas del campus. Todavía no sé cómo nos dejaron entrar siendo menores. Era una chica bastante agradable. Había venido a estudiar derecho. Teníamos muchas cosas en común, aparte de que las dos éramos de Florida, ella también acababa de salir de una relación. Pensábamos igual en muchos aspectos, desde política hasta nuestro sabor preferido de helado. No bebí mucho, no me apetecía no recordar lo que hiciera esa noche.

Hoy era mi primer día de universidad. Sam y yo nos despedimos en la entrada del edificio principal, porque teníamos que ir en direcciones opuestas. Yo tenía que ir al ala oeste, para dar mi primera clase de medicina. Había muchísima gente en la clase. Me costó bastante encontrar sitio, hasta que un chaval quitó su mochila del pupitre que tenía al lado y me senté ahí. No hablamos en toda la clase, solo le di las gracias cuando me hizo sitio. Ni le pregunté su nombre. 

"Buenos días, chicos", saludó la profesora. "Me llamo Dakota Davis, y seré vuestra profesora de Anatomía Humana General este año. Podéis llamarme señorita Davis, señora Davis, Davis, Dakota, profe, Daki, como os dé la gana. Si no os gusta mi forma de dar clase os tendréis que aguantar, porque me vais a tener todos los años que duréis en esta carrera, y si la termináis, luego me echaréis de menos", se le notaba en la voz que estaba medio bromeando, además tenía un acento británico bastante notable. Sonreí y apunté su nombre en mi libreta. "Vais a pasar seis años en esta universidad, más tres o cuatro de especialización, así que id haciéndoos a la idea. Sé que para la mayoría este es su primer año, así que si necesitáis algún tipo de orientación —porque no encontréis un aula o porque no sepáis cómo interactuar con otras personas— podéis acudir a mí e intentaré ayudaros en todo lo que pueda. Dicho esto, id sacando algo en lo que escribir que vamos a empezar la clase"

La señorita Davis no parecía muy mayor. Todo lo joven que se puede parecer después de hacer seis años de carrera y no-sé-cuántos de enseñanza. 

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"¿Qué tal va tu primer día?", me preguntó Sam en la cafetería.

"Bien, he tenido tres clases y ya tengo veinte páginas para estudiar. De cada una", Sam sonrió mientras cogía un pastelito. 

"Te entiendo. Yo tengo que leerme un libro sobre derecho constitucional para final de curso y tiene 700 páginas", hice una mueca, compadeciéndome de ella. Buscamos una mesa libre y nos sentamos para comer. "¿Tienes planes para hoy?", me preguntó.

"No, ¿por qué?", respondí antes de morder mi manzana.

"Una chica de mi clase de derecho penal me ha dicho que van a hacer una pequeña celebración para subir el ánimo después del primer día de clase. Me ha dicho que puedo llevar a alguien si quiero y como solo te conozco a ti por ahora pues pensé que a lo mejor querrías venir"

"Va a ser verdad eso de que en la universidad están siempre de fiesta", Sam sonrió.

"Eso parece. ¿Quieres venir entonces?", negué con la cabeza.

"No, lo siento. Prefiero no ir a fiestas entre semana", dije.

"Venga, solo cinco minutos. Luego te dejo que vuelvas a la habitación y te hundas en tus libros", la miré no muy convencida. "Te dejo que lo pienses. Esta tarde me das una respuesta segura", sabía que no me dejaría en paz hasta que le dijera que sí.

"Está bien. Me lo pensaré"

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Estaba en la habitación, sentada en la cama, con el libro de Anatomía en las piernas intentando aprender lo que decía el maldito libro. Una de las cosas que agradecía de estar en la universidad es que nadie se reía cuando los profesores decían la palabra pene o se hablaba de algún tema parecido. 

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