Capítulo 27

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—Los vecinos se quejaron por el ruido. No tenemos mucho tiempo para que el Pentágono esté en nuestros traseros alienígenas— dijo Noah.

Su cabello estaba desordenado y una sombra de barba cubría su fuerte mandíbula. Sus ojos azules aguamarina estaban apagados, sin su brillo habitual. Los policías registraban mi departamento en busca de evidencias por un posible homicidio. Mi cara no estaba lastimada por tanto, ellos pensaban que la que había asesinado a alguien era yo. Sus miradas frías me hacían temblar, pero había aprendido a mentir por los míos.

— ¿Uno de ellos es un implante, verdad?— preguntó mi madre retorciéndose los dedos.

— Al menos dos de ellos lo son— dijo Noah mientras miraba el grupo de nueve hombres registrando mi casa.

Yo me mantenía en el sillón abrazada a mis piernas, contestaba cualquier pregunta que me hicieran pero por lo demás me quedaba tranquila. Miraba a Noah y su semblante preocupado, es obvio que todo esto le salió contraproducente. Tener al Pentágono en tus talones significaba que podrían reformarte, lo que para ellos significa, torturarte hasta morir. Es una locura, pero los humanos destruimos todo lo que tocamos, y no haría la gran diferencia un alienígena, capaz de volar cabezas con sus manos.

Patrick y Noah intercambiaron unas palabras y luego Noah me miró asustado, caminó dando grandes zancadas hasta donde estaba y tomando mi rostro entre sus manos besó mi frente.

—Nunca, jamás, serás un problema para mí— ahora sus ojos brillaban— No dejaré que nada te pase, Uma.

Alguien carraspeó detrás de nosotros. Un señor de traje azul oscuro nos miraba fijamente. Sus ojos eran de un color verde pálido con motas grises. Su cabello, ya encanecido, tenía un corte bajo estilo militar. Tenía la apariencia de un abuelo bien cuidado. Vamos, cómo un sugar daddy.

— Quiero hablar con usted en privado, señorita Black— dijo con voz áspera, pero aún así su voz tenía un dejé cálido.

Asentí en respuesta y me levanté. Empecé a caminar detrás del señor, cuando la mano de Noah me tomó de la mano.

"No dejes que te intimide, y si te consideras en peligro, no dudes, destruyelo. Incendiare el planeta con tal de tenerte a salvo".

Su voz envió escalofríos por mi columna, luego besó mis dedos mientras miraba al caballero. Una mirada amenazante. Claro, un concurso de quién mea más alto justo ahora, típico de Noah. Rodé los ojos y el me sonrió.

El señor y yo caminamos hasta la cocina, inmediatamente los dos policías que registraban los cajones dejaron de hacerlo y salieron despavoridos del lugar. El sugar daddy— ya le había llamado así en mi cabeza— se recostó de la isla de la cocina y yo me senté sobre el pasamanos, cerca de la estufa de cerámica. Nos miramos mutuamente por unos segundos, hasta que habló.

— Señorita Black, ¿Sabe usted por qué estoy aquí?— su voz a pesar de ser excesivamente recta y tosca, era dulce. Como un padre regañando a sus hijos.

Me encogí de hombros y miré hacia la ventana. Fuera, la nieve caía haciendo cúmulos en la acera y en los soportes de las ventanas.

— ¿Por la llamada de los vecinos?— susurré.

El hombre negó con la cabeza mientras se inclinaba hacia adelante. Sus ojos bicolores atraparon los míos y no pude apartar la mirada. Era como si me conociera...¿Qué rayos?

— Estoy aquí porque usted es un híbrido de humano y zoriano y sé que lo que ha pasado aquí no tiene nada que ver con la policía. Así que cuénteme.

— ¿Es del Pentágono?— le pregunté ignorando deliberadamente su petición.

— El que hace las preguntas soy yo.

Sencillamente del Promedio (Libro 1; Saga Zor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora