Capítulo uno

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Mi habitación nunca está ordenada. Es algo así como la descripción gráfica de mi vida.
No es un caos absoluto, pero sí una ratonera gigante que se va pudriendo más y más con cada día que pasa, y cuando empieza a oler y el colchón se cubre de moho ya es demasiado tarde.

Ayer tuve el examen de biología más espantoso de la historia de mi vida, como ya había predicho con anterioridad. Porque la podredumbre sí se puede evitar, otra cosa es que estés dispuesto a ensuciarte las manos durante un rato.
Pero vayamos a la parte importante, y donde el lado más desastroso de mi vida tuvo una aparición estelar que desde luego medio alumnado del Bahaige no olvidará.

Ayer me disponía a enfrentarme a uno de mis acosadores, mosca A, como prefiero llamarle. Lo iba a hacer sin más, saliéndome por completo del plan inicial. Fue un arrebato justificado, el tipo me hizo una foto mientras yo estaba dándole un mordisco a lo ballena a mi bocadillo. Una foto que podría llegar a ser vista por cientos de personas, teniendo en cuenta los contactos del moscardón.
¿Cómo iba a permitirle hacer algo así contra mi persona? Puedo tolerar que me sigan, pero no que me fotografíen con todo el descaro y el flash dándome un bofetón.

Pues ahí iba yo, con los puños apretados y persiguiendo a mi perseguidor. Irónico, ¿eh? Aunque ya de principios tenía la certeza de que la cosa no iba a salir bien. ¿Que por qué? Porque se trata de mí, uno de los más terroríficos desastres de esta ciudad. Desde luego nada iba a terminar bien.
Hizo falta una persona, para ser más exactos una niña de primer curso que a penas pasaba del metro y medio, para que yo me tambalease hasta terminar tragándome el almuerzo del señor Clarks.  Sí, estupendísimo de la muerte.

Así que insecto A, tu castigo va a aumentar. Y créeme que no será agradable cuando te topes de narices con él.

Al igual que no es agradable para mí que la profesora de matemáticas me esté escrutando con la mirada en estos mismos instantes. Creo que será mejor que deje de fantasear con la muerte de mis queridos bichejos.

––Zahara, si tienes problemas de oído deberías ir al otorrino.

La clase entera ríe ante el comentario de ésta y no puedo evitar ruborizarme. Desde la parte trasera de la sala alguien dice que me es imposible escucharla porque las patatas de Clarks me entraron por las orejas.
¿Pero de qué va? Ya quisiera yo meterle algo peor que patatas a él por las orejas u otros recónditos lugares del cuerpo. A lo mejor no estaría de más incrementar el número de víctimas para mi plan.

––No, me temo que no es necesario––digo fingiendo una sonrisa, a la cual ella responde con una mirada de decepción y atacando a otro alumno que probablemente tenga cosas mejores en las que pensar en vez de estar prestándole atención a una vieja amargada. 

Así son las cosas en el Bahaige. Siempre me he preguntado que ven los profesores de placentero en intentar agacharles las orejas a los alumnos. Yo, por ejemplo, no soy mala alumna. Lo juro y lo perjuro. Estoy a un año de irme a la universidad, y me preocupo bastante por mis notas. A veces incluso sueño con ellas, y me despierto aún más cansada que cuando me fui a dormir. Estudio y saco buenas notas, para qué mentir.
Por lo que confirmo que ese tajo de amargados no se mete solo con los malos alumnos. Pero es que ya no se trata solo del profesorado. Los estudiantes son unos capullos los unos con los otros. Después de todo no es de extrañar que haya gente como los tres moscardones. Claro, también hay gente buena, como en todos lados supongo. De no ser así la humanidad no hubiese perdurado hasta a días de hoy, ¿no? 

La sala se vacía en cuestión de segundos nada más sonar el timbre. Yo estoy entre toda esa muchedumbre. Me preocupo por mis notas, eso no significa que disfrute el instituto y mucho menos las clases. Además hoy va a ser un día de mierda, Myst no está y hace mucho que no considero amigos a aquellos que se hacen pasar por ellos. A pesar de que no quiero fingir me sentaré con ellos para almorzar; lo sé, soy una hipócrita. Considero que debería dejar de serlo, porque realmente me da igual estar sola, pero creo que la presión de estar siendo vista por mis acosadores sola me supera. 

Trampa para moscasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora