Día 3. Viernes.

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A Amnes le gustaban los viernes. La primera mitad de la jornada procedía con normalidad, y por la tarde él se creaba sus propios planes.

Habituaba a quedar con Sam para dar una vuelta por algún lugar poco ajetreado de la ciudad en que los más ruidosos fueran ellos. En ciertas ocasiones realizaba recados de carácter más personal, tales como ir a comprar algo necesario para su ordenador o a comparar precios de artículos en lista de deseos.

A veces sólo se sentaba en un banco y existía.

La sensación de los viernes era algo comparable a recibir una grata recompensa tras el apropiado esfuerzo.

A Amnes le gustaban los viernes.

Pasó un día normal en clase. Nada destacable. Nada destacable si no se  destacan los incesantes intentos por parte de Álex de provocar a Amnes. Nada nuevo.

Era duro para Amnes hacer acopio del autocontrol necesario como para no realizarle una veloz cirugía facial a Álex de un puñetazo.

Le contentaba saber que en dos semanas se acabaría el curso y no habría peligro de recibir ningún tipo de amonestación. Y seguro que Álex era de la misma opinión.

Las clases pertinentes a ése viernes quedaron zanjadas por el clásico "Que tengáis un buen fin de semana" de Alfonso. De Alfonso y de cualquier profesor que se precie.

Comió una ensalada de pasta en su patio, sentado en una silla de plástico con el borde del molde mal recortado.

Estaba buena.

Conforme acabó subió a su cuarto. Se dio una ducha y se puso sus vaqueros azules y su americana color turquesa oscuro.

Ahora sólo le quedaba darle un uso al hecho de estar vestido. Llamó a Sam preguntándose durante el pitido de la señal cómo era que no habían hablado sobre esto en clase. Finalmente lo cogió, y éste le explicó que esta tarde tenía que quedarse en casa ayudando a sus padres a poner la lámpara nueva. Amnes maldijo y se despidió antes de colgar y dejarse caer en el sillón. Eran las cuatro de la tarde y no tenía nada que hacer. Revisó los contactos de su móvil. Ciento treinta contactos y nadie con quien quedar. Quinientos canales de televisión por cable y todos la misma basura.

Bufó y se hundió en el sillón.

La tarde era buena, con un sol radiante y una temperatura muy decente para un final de enero. Y cada vez se resignaba más a pasarla en casa. Revisó todas sus redes sociales hasta que llegó a lo ya visto. Luego se conformó y comenzó a desvestirse. Pasó frío inmediatamente tras quitarse la americana, y mucho más todavía tras la camiseta. Ya se había desabrochado el cinturón cuando su móvil empezó a sonar. Era Laura.

-¿Buenas tardes? -saludó Amnes con la duda de por qué ella a él y ahora-

-Buenas tardes. -respondió ella- ¿No sabes quién soy?

-Por supuesto. Es vital para mi persona conocer de tu existencia, peliazul.

Laura se rió.

-¿Te gustaría quedar? -propuso Laura-

En la cara de Amnes se formó una sonrisa tremenda comparable a la del enemigo de Batman, pero más de loco.

-Bueno, sí, estaría bien. -intento de hacerse el interesante- ¿Cuándo te viene bien? -sabía que diría hoy-

-Hoy. -respondió Laura-

Amnes sintió esa sensación de "lo sabía". Y puso una cara de tonto bastante considerable.

-Vale, deja que me vista. -dijo Amnes- ¿En media hora en la puerta del instituto?

Pasó media hora y allí estaba él. Ella se retrasó un minuto. Se había cambiado las mechas a color morado, pero todavía era apreciables los resquicios de los pigmentos azules. Le quedaba bien.

El día seguía bien, pero una nube con cierto tono oscuro amenazaba la "cita". Lo cierto es que Amnes deseaba que así fuera. Ella le gustaba.

Unos treinta metros los separaban. Ambos comenzaron a caminar en dirección al otro. Amnes llevaba las manos en los bolsillos, y ella sueltos. Él iba con vaqueros y americana, y ella con unas mallas negras y una camiseta azul de un grupo de rock. Cuando sólo un metro y medio se interponía entre ellos ella le dio un abrazo que, aunque inesperado, fue grato.

Procedieron los pertinentes saludos y una solemne invitación por parte de Amnes para ir a dar un paseo. Se las ingenió para llevar a Laura automáticamente a su parque favorito sin siquiera pronunciar una mínima palabra con respecto al destino.

Se sentaron en un banco y siguieron charlando. La típica conversación en la que dos buenos conocidos sacan en común música, series, gustos en general, inquietudes, preferencias, etc.

Hacían buena pareja.

-¿Es cierto que ves el futuro en sueños? -preguntó Laura-

-¿Es cierto que el objetivo de quedar era preguntarme sobre mis sueños? -la increpó Amnes- Oh, venga. Al menos lo de que has visto El señor de los anillos es cierto, ¿no?

Laura se rió.

¿Te han dicho alguna vez que eres un completo gilipollas? -dijo Laura sin dejar de reírse al tiempo que adoptaba un gesto incluso tierno-

A Amnes le encantó. Él mismo se autoproclamaba habitualmente capullo. Era una buena manera de advertir sobre su cinismo a la par que daba un ejemplo.

-Lo veo. Y no es genial. -comenzó Amnes- Dependiendo del día puedo incluso decir que el malo. Nunca sabes qué narices vas a soñar, o si va a cumplirse. -hizo una pausa- Después de Navidad, hará un año, soñé que Sam era atropellado. ¿Qué debía hacer? ¿Callarme y condenarlo? ¿Decírselo y crearle una paranoia?

-Comprendo. -dijo Laura-

-No. No lo haces. Imaginas. -Amnes replicó con un tono borde-

El aire aullaba. Había oscurecido.

-Me voy a casa. -anunció Amnes mientras se levantaba y estiraba-

-Son las siete.

-Me voy a casa.

Amnes echó a andar dejando a Laura atrás. Le habría gustado besarla.

A Amnes le gustaban los viernes.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2014 ⏰

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