Me falta el aire.
Duele continuar.
Mi cabeza divaga en muchas cosasm
No encuentro paz, por más que busque.
No encuentro calma, por más que me esconda.
He aprendido que, sin importar nada, no puedo encontrar la calma que existía en mí antes del 19 de Abril.Dormida me hallaba… no, muy despierta estaba. Pero acepté el que cubriesen mis ojos con resigna, con dolor y con pena. Había vivido una guerra hacía años atrás, ahora la historia la guarda como una revolución, un evento que fue tan devastador para mí como cierto terremoto años atrás. ¿Por qué no quise ver? Es extraño de responder. No hay lógica. No encuentro sentido. Me estremezco pensando en todas las cosas que dejé pasar, en todas las veces que pude gritar y agaché la cabeza, en todas las veces que pude haber evitado una tragedia pero fui cómplice de su creación.
Hoy miro atrás… e imagino; imagino todo lo que pudo haber sido, pasado, cambiado si me hubiese rechazado aquella venda de resigna. Muchos de mis hijos lloraban y conocían de mis heridas, pero terca era yo que aunque se ofreciesen a curarlas, pensé que el tiempo arreglaría algo que siempre permaneció entre mis manos. Si miro al pasado, me doy cuenta de lo tonta que fui.
Puedo pasar todo el día lamentándome, culpándome a mí misma de todas las cosas que pude o pude no hacer. Estar aquí considerando aquellos momentos, aquellas escenas, aquellos años donde evitar la tragedia que mis hijos pasan era tan sencillo como solo alzarme. Hoy me alzo, en el momento que creía indicado.
Lamentarse, rogar a Dios que todo sea distinto, el creer que con sentir lástima por mí misma va a cambiar las cosas que pasan en la actualidad… es solo entregarme como esclava de mi propia historia, del pasado que cargo en mis espaldas y que me hizo ser como soy. Lamentarme tanto, llorar estando de rodillas sin sentir siquiera el derecho de ver al cielo por tanto que me he fallado a mí misma y a mis hijos…, no cambiará nada.
¿Desde cuándo una batalla se gana pensando en qué hubiese sido?
No poseo tanta experiencia, soy joven a comparación de muchos otros que habrán pasado por situaciones similares a la mía. De hecho, si alzo mi vista lejos de mi propia burbuja -aquella que pienso que puede protegerme pero en realidad tan solo me oculta en mi propia conformidad-, vería a mi hermana lastimada en el suelo. Sangrando. Rogando ayuda con una voz tan baja que apenas era capaz de ser escuchada, incluso para aquellos que más cerca estaban de sí. Sé muy bien que en un futuro había gritado con tanta fuerza que todos a nuestro alrededor voltearon a verla, pero lejos de ayudarla a evitar que se desangrase, tomamos fotos para informar a nuestros propios hijos de lo que le ocurría pensando que sería suficiente para evitar una hemorragia. Sé muy bien de otros que se movilizaron a ayudarla, desgraciadamente el daño era desde dentro y… muchos saben cómo se encuentra ella ahora.
Hacerme consciente de mis propias fallas, pero no considerarlas como mis enemigas, me han convertido en quien soy. En quien deseo mantenerme. Segura estoy que mi situación no es ni remotamente similar a la de mi hermana, mas tampoco pienso que yo esté peor o mejor que ella. Gracias a esto, he visto la situación de tal forma que no me comparo, sino que comprendo que cada una tiene su propia batalla que nunca dejará de labrar. Es nuestra condena, nuestro destino. Más cicatrices serán las que adornen mi cuerpo y cuenten mi historia.
Como madre, me quema el alma ver a mis hijos llorar a los suyos. Perder a sus familias, sentir aquella impotencia que quema su alma y calcina hasta sus huesos, llenarse de una desesperación tal que les desearía estar muertos o haber muerto en lugar de ese ser amado. Lo peor, cada cierto cierta fecha del año reservábamos un día para estar con el núcleo de cada familia… e inocentes pensamos, y me incluyo en esto, que quizá una tregüa tendría lugar. No obstante, descubrí que la enfermedad que tengo… no, quiero decir; la garrapata que tengo pegada, la lacra que no me puedo sacar, la escoria que desea pegarse a mí y no dejarme en calma hasta haberme drenado de cada gota de sangre, sudor y lágrimas había decidido que atacar a mis hijos era lo mejor. Quemaba el alma ver cómo con palabras bonitas… no, cómo con un par de córdobas era capaz de chantajear o comprar a grupos de mis hijos para que se atacasen entre ellos. Mientras existían algunos que luchaban por mí, otros me atacaban para verme morir.
Muchas veces, el poder surge de manos de aquellos en los que una vez depositamos nuestra confianza. Y lo admito, yo confié en aquel pequeño animalito pensando que podría mejorar mi cuerpo, pero que con los años terminó siendo peor alimaña que aquella que me había ayudado a eliminar. He pasado de ser drenada por un mosquito para serlo por una garrapata. Lo peor de ellas es que tienen una capacidad para duplicarse que los mosquitos no… y en el lugar donde antes había uno, ahora son dos quienes me tienen paralizada por su veneno e infectando mi cuerpo con sus toxinas.
Varios han sido los hijos de muchos de mis hermanos quienes han venido a visitarme. A muchos esa visita les ha gustado, otros quizá no me encontraron en el mejor momento. No obstante, gracias a esas visitas mis hijos han podido averiguar con orgullo una cosa: no son los únicos que me aman. Gracias a esto que ahora mismo me echa al suelo, puedo notar el apoyo incluso entre aquellos que no nacieron de mí, pero se sienten como si lo hubieran echo. Recargar energías de mis hijos compartiendo las propias no ha sido más que una alegría, un alivio, un recordatorio de que sus gritos son escuchados y no ignorados como muchos pensaban.
Quizás muchos pensaron que mis colores eran rojo y negro, muchos de los cuales olvidaron que siempre he tenido dos colores que me representan más que ellos. Habrán reemplazado la importancia de ellos con los suyos, pero por más que deseen tapar la realidad no serán capaces de cambiar el hecho que siempre he sido azul y blanco.
Y ellos se olvidaron que si pude vencer al mosquito con la ayuda de mis hijos, vencer a dos garrapatas y recuperar a los niños que han sido comprados por ellos será otro escaño que estoy dispuesta a subir por el bien común. Sin embargo, yo no olvidaré la vida de todos aquellos que se sacrificaron… que fueron asesinados por esos chupasangre, y lo peor es que hacen chiste de ello, como si sus vidas fuesen menos importantes. No olvidaré a mi Alvarito, a mi Orlando… a las madres, a los estudiantes, a los campesinos, a todos aquellos que con orgullo portan mis colores y claman en voz alta el deseo de su libertad.
Así que, por favor… se los ruego, no olviden que mi nombre es Nicaragua.
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Dolor del pueblo
Fiction HistoriqueHistorias de un pueblo oprimido que quiere libertad.