Epílogo.

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Papá recostado en su cama lee con atención las páginas en las que escribí los últimos dieciocho días. En algunos momentos lo veo soltar una que otra lágrima, en otros una risita cantarina y están esos instantes donde deja la atención de aquellas letras y me lanza una mirada.

Siento mis ojos arder cuando finalmente deja la libreta sobre su abdomen, busca mi mano y la besa, yo no logro aguantarlo más y me derrumbo abrazándolo en el proceso.

—Ya, princesa, odio verte llorar.

Y yo odio verte aquí, quiero decirle pero me controlo.

Siento a otra persona abrazándome por la espalda, sé que es Harry, él está igual de afectado que yo. Mamá al otro lado de la cama trata con todas su fuerzas de no llorar, pero su mirada triste nos revela cuan destrozada se siente.

Papá toma con su mano mi barbilla y la alza dejando nuestros ojos a un mismo nivel. Me sonríe tiernamente, tratando de tranquilizarme. Lo hago, no es momento de llorar, hay que aprovechar todo el tiempo que nos quede.

—Gracias por ese regalo tan bonito, por decirme todas esas cosas. Estoy feliz de que me lo hayas confiado.

—Perdón por no decirlas en su momento.

—Todos tenemos secretos, cariño—Sé que habla sobre el asunto del pago de esta institución—, que tu hayas querido compartirme aquellos en los que me veo involucrado me llenan demasiado.

Beso su frente, luego me alejo para que Harry pueda acompañarlo mientras que yo trato de recuperar mi cordura.

Observo como Harry y él charlan sobre algo haciendo que mi hermanito empezara a llorar como si de un niño de 5 años se tratara, para después imitar mi acción de besar la frente de papá y luego se acerca a mí.

Nos abrazamos, tratamos que ese abrazo fraternal, de apoyo, dure lo que tenga que durar, hasta que él separándose de mi dirige unas palabras.

—Le contaste de ese día en el puente.

—Debía hacerlo, quiero que se quede tranquilo y sepa que estaremos más unidos que nunca luego de su partida.

—Gracias por eso, él lo necesitaba—una pequeña sonrisa adorna sus labios.

Observamos como mamá finalmente se rompe mientras habla con papá. Tomo la mano de mi hermano tratando de juntar todas las fuerzas posibles.

Mamá y papá nos miran y en los ojos de él sé que está listo.

—Es hora—confirma él mis pensamientos.

Raphael Kenneth murió el 28 de julio del 2012 en Suiza, junto a su esposa e hijos. Tuvo una vida larga y difícil pero según sus propias palabras fue una vida feliz.

Por todo lo que no te dije | Cartas dedicadas a ti #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora