Gracias a ella mi vida tomo un giro de 180º. Cambié la droga por sus besos, ni el éxtasis podía darme la felicidad que me daba aquella mujercita de pelo oscuro y grandes ojos grises. Muchas veces la miraba, me embobaba al segundo. No podía apartar la mirada, estaba en contra de mi voluntad. Me sentía tan afortunado de poder compartir mi tiempo con ella, tan afortunado de poder haberla cogido la mano en el camino de la vida, tan afortunado me sentía que no encontraba la razón por la que había sucedido todo esto. ¿Cómo narices el destino me había obsequiado con este milagro, cuando no había hecho nada para merecerlo? Los días pasaban y nunca quería separarme de ella. Al principio solo nos seguíamos viendo por la noches, se había vuelto tradición. Pero mientras su cabeza reposaba en mi pecho en uno de nuestros encuentros, mientras mirábamos el cielo nocturno, me armé de valor y tartamudeando le propuse una cita.
-¿Te gustaría ir a ver una película este finde?
Ella se río ante mi nerviosísimo, que era claro por el tono de mi voz.
-Me encantaría- me contestó y noté como la alegría tomaba posesión de mi cuerpo rápidamente.
Me incorporé rápidamente, causando que ella también lo hiciera y la abracé con todas mis fuerzas. Cogí su precioso rostro entre mis manos y la acaricié las mejillas con infinita ternura.
-Te quiero- le confesé por primera vez.
Ella me sonrió de oreja a oreja y, levantándome la barbilla con su mano, me besó con dulzura. Sus labios sabían a algodón de azúcar y néctar. Eran finos como las alas de una mariposa y revoloteaban en mí. Sin duda no había substancia más adictiva que aquella.
Me dio su número de teléfono. Prometí llamarla a pesar de no tener un móvil con lo que hacerlo. Se fue tras darme un leve beso y como siempre, note como se llevaba una parte de mí con ella. Al día siguiente la llamé desde una cabina con las pocas monedas que tenía en el bolsillo, me dio su dirección y quedamos el sábado. Veríamos la película en su casa, no tenía dinero para llevarla. Esa misma tarde use mis últimos ahorros en un periódico para buscar trabajo. Quería darle todo lo que tenía, pero para eso primero tenía que tener algo.
No tenía reloj con el calcular la hora, pero supuse que ya habría llegado.
Llamé al timbre nervioso.
-Llegas muy pronto.-dijo ella abriéndome la puerta con una sonrisa.
Estaba preciosa aunque ni se hubiera vestido. Iba en camiseta de tirantes y pantalón de pijama, unas adorables pantuflas de conejo mantenían sus pies calentitos.
-Te he traído flores. Siento haber llegado tan pronto.
Le tendí las rosas que había cortado de un parque que había cerca del parque donde vivía.
Ella las cogió las flores y las olió. Era tan hermosa...
-¿Pasas?-me ofreció.
-Claro, gracias-acepté sonriendo.
Su casa era elegante y acogedora, no era grande pero lo suficiente para que cupiera todo el amor que llevaba conmigo. Prefería que no fuera enorme, de esta manera ella y yo estaríamos más juntos. Había estado en infinitud de lugares, tenía colegas que me invitaban a fiestas y colocarme en sus casas, tenía hasta mi propia chabola que nunca pisaba. Pero sin duda, hacía muchísimo tiempo que no me sentía en un hogar como en ese momento.
La noche continuó, entre películas de James Cameron, Fernando González Molina y Tim Burton, lo sé, es una mezcla rara. Entre escenas compartimos besos, promesas y caricias. De repente, en la habitación había más calor del normal, encendido por la llama del deseo que latía en nuestros corazones. Llegó el momento en el que la ropa comenzó a ser un estorbo y comencé a deslizarla a lo largo de su cuerpo. La contemplé un momento, era preciosa. Con la dulzura más delicada, la tumbé en el sofá y aquella noche, nos perdimos en el cuerpo del otro. No solo fueron nuestros cuerpos los que se unieron, también nuestras almas se rozaron.
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Titulo provisional
FantasyMi vida nunca significó demasiado, hasta que cambié el concepto de ella. En el momento en el que me di cuenta de que valía mucho más de lo que creía fue el día que comencé a llamarla vida a ella, pero quizás ya fuera demasiado tarde. La debo todo...