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Ahí estaba, una Italia completamente ansiosa abriéndose paso entre la multitud, intentaba ignorar los gritos de la gente, las palabras no era algo que le interesará en ese momento, simplemente tenía que cerrar su mente, centrar su vista en el objetivo y concentrarse en cada golpe, no podía permitirse el quedar tirada en el suelo esa noche, no sería la noche en la que Lia perdería la victoria, era un título que tenía bien merecido, nadie objetaba.
Las voces de las personas allá afuera parecían lejanas, como sí fuesen producto de su imaginación. Del otro lado del vestidor la joven tenía una excelente vista del oponente de esta noche.
- Al parecer las chicas ya no quieren pelear con tígo - murmuro Jeremy en su oído, lo que provoco una sonrisa instantánea en los labios de la morena. Su mirada recorría al chico frente a ella de arriba abajo, podría describirlo. Alto, 1.85 más o menos, unos 80 kilos, esperaba que menos, sus músculos no eran la gran cosa pero Italia bien sabía que todo era técnica, su brazo izquierdo repleto de tatuajes, una mirada intimidante, nada lo suficientemente importante como para asustar a Lia.
- Vale. . . - murmuro la joven distraída, hizo una leve mueca y miro a su amigo. - Pásame las vendas - dijo señalando su bolso, cuando el castaño se las lanzo ella las atrapo dejándolas sobre sus piernas. - ¿Y ese quien es? - pregunto refiriéndose, claro, al mastodonte al otro lado de la sala. Desvió la mirada de su amigo y la volvió a sus manos enredando las vendas en sus manos para proteger sus nudillos.
- Le dicen "Imperio" - le informo el castaño negando con la cabeza. En seguida se sentó al lado de Lia, se echó hacia adelante y recargó sus codos encima de sus piernas para unir sus manos luego. La castaña se echó a reír al recordar fragmentos de una película, atoró la venda y sin borrar la sonrisa de sus labios habló al fin.
- Vale, yo seré crucio - susurró la joven soltando una débil risa. Mordió su labio inferior negando con la cabeza mientras enredaba la venda restante en la otra mano. Pero entonces, su amigo tuvo una ocurrencia, una no muy linda.
- Te llamaré Avada Kedavra - dijo Jeremy despreocupadamente, Lia no se molesto en responder, sólo reacciono con una sonrisa, no era un apodo que le hiciera justicia, vale, no todavía. Aparte, no le gustaría tener fama de acecina.
- Idiota - fue el último murmullo por parte de Italia antes de salir a pelear, ató su cabello en una coleta alta y se miro una última vez en el sucio espejo frente a los dos, si, aunque fuese a pelear se preocupaba por su aspecto.
- Al menos espero que te dejen usar navaja - susurró Jeremy en el oído de la morena, la joven lo ignoro, no le haría falta o al menos eso esperaba.
De nuevo esos gritos ensordecedores por parte de la gente llenaron sus oídos, no se explicaba como este puñado de gente idiota gastaba su fin de semana en venir a ver a dos idiotas golpearse hasta que uno cayera inconsciente, le parecía tan absurda esa idea. Pero claro, ella peleaba, no podía llamarse idiota a sí misma. Sonrió ante ese vago pensamiento, de repente Jeremy se perdió entre la gente, estaba sola a partir de ahora, estaría sola al momento de pisar la sangre de oponentes anteriores, seca ya, pero sangre al fin.
El miedo no tenía cavidad en ella, había enfrentado cosas peores y lo sabía, esto sería como un paseo al parque, o eso quería creer. Llegó al centro del lugar sin saber como realmente, al parecer la gente la había llevado hasta ahí en su vaivén de empujones. El círculo que tenían para pelear era amplio, lo justo como para arrastrarle por el suelo e impregnarlo con su sudor y sangre, miro al supuesto referí que no era más que un flacucho con lentes rotos por la mitad. ¿En verdad le permitían la entrada a chicos como el? Demasiado hueso.
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Finalmente Matterazzi
RomanceItalia Matterazzi. Su vida se resume a una palabra: Porquería. Llena de enredos, confusiones y peligros. Hay decisiones que tomar y no existe una cabeza sensata que lo haga por ella. La equivocaciones son algo común en los humanos, sin embargo para...