Capítulo 4

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—Siempre es lo mismo contigo —dijo el tal Keigo después de golpear con el puño la cabeza de la chica—. No puedes estar un segundo sin causar problemas, y ahora vas y arrastras a un par de inocentes contigo.

—¡Oye! —gritó la chica reclamando el coscorrón recibido—. No es como si hubiesesido mi plan ser secuestrada y hubiese pedido que los secuestraran a ellos también.

—No —admitió el hombre castaño cuya imperturbable apariencia parecía solo un mito justo en ese momento—. Pero si no escaparas de tus guardaespaldas a cada rato no habría oportunidad para que te secuestraran. ¿Cuántas veces hemos pasado por esto, Eri?

—Las suficientes para que dejes la molestia de lado y te quedes solo con el enojo, al parecer —dijo la chica sobando su cabeza. 

Aunque la intención de Keigo Saikawa no era precisamente dañar a esa chica, lo cierto era que estaba lo suficientemente enojado para no poder contenerse de castigarle.

Saikawa suspiró. Algo también cierto era que se sentía tremendamente aliviado después de recuperar a esa que perdía a cada rato porque la chica era tan escurridiza como un jabón en unas manos mojadas.

—No imaginé que Saikawa san sería el Keigo oniichan que mencionabas, Eri —mencionó Kashima realmente sorprendido—. También lamento haber causado molestias.

—Está bien —dijo el hombre volviendo a su compostura habitual, haciendo que la chica le mirara realmente contrariada. Ella lo conocía desde hacía demasiado y nunca le había visto tan cordial fuera del trabajo—. Me alegra mucho que estén bien, la directora está ansiando verlos. Los llevaré a casa inmediatamente.

—Esperen un segundo —pidió la chica—. ¿Ustedes se conocen?

—Ellos son los protegidos de la persona con la que trabajo —informó el mayordomo de la casa donde ahora vivían Kashima y Kotaro.

—Oh —hizo la chica—. Ahora me alegro de haber sido secuestrada junto a ellos. De no ser por eso no habrías venido por mí, ¿no?... Ahora que tienes más que proteger no necesitas una mocosa problemática, ¿no?

—Eri, no vamos a empezar —advirtió el hombre con clara molestia. Esa caprichosa chica era imposible, al menos para él.

—Tienes razón —dijo la chica arrancándole su celular de las manos y quitándole la mochila en donde Eri cargaba su dinero y llaves—, no vamos a empezar nada, terminemos con esto de una vez. Solo te daré por muerto y no tendré que atormentarme pensando que por ahí hay alguien que debería quererme pero a quien no le importo.

—No es tiempo para una pataleta tonta, debo llevar a Kashima sama y Kotaro sama a casa —dijo Saikawa y Eri se molestó. No quería creer que ellos eran en serio importantes para uno que solo debería mirarla a ella.

Eri subió al coche que le ofrecían y viajó en completo silencio hasta una ciudad que probablemente abandonaría pronto. Ella no quería saber nada de ese hombre que no quería saber nada de ella. No necesitaba una relación tan vacía y dolorosa como esa.

Saikawa devolvió a Kotaro y Ryuu a una casa donde una anciana hecha un lío esperaba angustiada. Ese par de niños se habían convertido en su familia, ella no soportaría perder de nuevo eso que amaba. Por eso, cuando los sintió de nuevo cerca, no pudo evitar llorar mientras los atrapaba entre sus brazos y los llenaba de besos. Eran sus preciados nietos.

—Si me disculpa —dijo el mayordomo—, iré a llevar una cabezona a casa.

La anciana asintió, entonces el hombre volvió al auto para no encontrar a nadie. La chica se fue en cuanto la perdieron de vista, se fue segura de que nadie la seguiría porque en realidad no les importaba.

»Tsk —hizo el hombre apretando los puños. Ahora que su coraje había pasado lo único que quería era abrazar a esa chica que se había ido sin decir siquiera media palabra.

—¿La llevaste tan pronto? —cuestionó Kashima al ver como Saikawa volvía después de demasiado poco tiempo.

—Se fue sola —informó el hombre apesadumbrado.

—¿A dónde? —preguntó el chico intrigado. El mayordomo frunció los hombros—. ¿Y no irás tras ella? Ella no se veía bien.

—Ella va a estar bien —aseguró el hombre—. Ahora está molesta, pero cuando se tranquilice podré hablar con ella. Ya nos ha pasado antes esto.

Kashima no dijo nada a pesar de que le molestaba bastante que solo la dejara ir después de todo lo que habían pasado, pero creía que no tenía derecho a meterse en asuntos familiares cuando no era su familia la que tenía los problemas.

*

—¿La encontraste? —preguntó el joven viendo como Saikawa volvía a casa después de una tarde dedicada para encontrarla.

Había pasado una semana de que Eri desapareciera y no había indicios de que estuviera en ningún lugar.

Saikawa movió la cabeza de un lado a otro. Aunque había intentado todo a su alcance no había logrado siquiera una pista. Era como si se la hubiera tragado la tierra. Ella no estaba en ninguna parte y ni siquiera había movido sus cuentas bancarias. No había manera de rastrearla cuando incluso había dejado el celular en el auto la noche que desapareció.

Ryuuichi suspiró con preocupación. Esa chica, cuya desaparición le había robado incluso el hambre a su hermanito, se había convertido en su falsa familia y le hacía daño saberla lejos y perdida.

—¿Dónde estará tu mamá? —preguntó el adolescente a su pequeño hermano que dormía profundamente después de tristear un rato—, ¿estará bien?, ¿pensará en nosotros?... Espero que al menos piense en ti y todo lo que la necesitas —dijo y sonrió al pensarse como un padre joven abandonado por la madre de su hijo.

Haber jugado a la casita con esa chica por algunos días le había hecho sentir como si en serio fuesen vitales para el bienestar del otro. Eso era tonto y lindo a la vez.

»Ojalá vuelva pronto —dijo Ryuu—. También quiero verla. 


Continúa...

UNA FAMILIA PARA KOTARODonde viven las historias. Descúbrelo ahora