○|Prólogo

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Las lágrimas resbalaban por las mejillas regordetas de la mujer. Su cabello de estropajo se hallaba sucio y enmarañado, su nariz respingada se tiñó rojiza y con manos temblorosas retorcía el volado del vestido que portaba en color café, provocando un tintineo constante. Con el terror reflejado en sus ojos almendrados, observó a la multitud que se arremolinaba alrededor de la iglesia, sus rostros la observaban con frenesí y en sus manos reposaban antorchas, palos de gran grosor y ballestas. El frío hierro alrededor de sus muñecas la hizo bajar la vista, pudo sentir las lágrimas llenar sus ojos y soltó un lamento.

El golpeteo de un par de botas sobre la madera la hizo tensarse y sentir su vello erizarse. William Wilsburg no pasaba de los cuarenta y tantos, poseía el cabello grisáceo engominado hacia atrás, cubierto por un sombrero de copa negro en sus ojos azules solo se percibía la helada invernal, un mostacho blanco cubría su labio superior casi por completo, y su piel escamosa como la de una serpiente se notaba amarillenta. Aquel hombre era el responsable de alrededor de dieciocho femicidios, cada uno de ellos bajo los cargos de brujería, y en poco tiempo se cumpliría el número diecinueve.

Ante su aparición la horda de personas soltó vitores e insultos hacia la acusada, a excepción de una mujer. Su vestido era completamente negro, poseía una capucha sobre su cabeza y muy a pesar de que hiciese el intento de mantenerse oculta aquel cabello al color de las mismas llamas lograba captar la atención de la mujer regordeta. Medea envió una gélida mirada hacia William Wilsburg, era capaz de subir los peldaños de madera hacia la iglesia con tal de tajarle la garganta. No, no podía hacer eso, el plan no podía culminarse si la detenían, por lo tanto no se movió.

―Mary Nurse, el tribunal de justicia de Salem tras indagar en sus aposentos y escuchar sus testimonios poco convincentes, la han declarado culpable de la muerte del señor Angus Fiereman, la intoxicación de la granja y animales del susodicho, y la utilización de brujería ―dijo Wilsburg, elevando su voz para ser escuchado―. Los pactos con Satanás han provocado tantas desgracias en Salem, que por esa misma razón es tiempo de erradicar sus males, comenzando por ustedes, brujas.

La multitud chilló en forma de apoyo, sin embargo, Medea solo sentía su furia recorrerle las venas. William Wilsburg solo intentaba erradicar la magia del pueblo, olvidando el hecho de que era imposible acallar a los conjuradores de todo el mundo. Aunque claro, de sobra estaba decir que era reconocido como el cazador de brujas más famoso del siglo. Medea gruñó, tan solo era un viejo farsante, incriminando mujeres cada vez que se equivocaba.

Equivocación fue absolver los cargos de las tres brujas más poderosas de todo Salem. William Wilsburg nunca sería capaz de acallar a los conjuradores, de quemar a las mujeres astutas y portadoras de magia.

― ¡Arderás en el infierno con el diablo! ―exclamó el hombre.

Mary fijó su vista en Medea, quien no le había quitado los ojos de encima.

― ¡No, no! ―gritó desgarrando sus cuerdas vocales―. ¡No!

Medea inhaló profundo, pero no emitió sonido ni movimiento alguno. Cuando uno de los hombres colocó una bolsa de tela negra en la cabeza de Mary, sus gritos y suplicas se oían distorsionadas. Wilsburg observó a Medea con su mirada invernal, y ella, con pleno desagrado, giró para marcharse. 

No pensaba en quedarse para ver como Wilsburgh era nuevamente aclamado como el mejor cazador de brujas, si tan solo supiera que Mary Nurse era la más principiante de todos los conjuradores. Por una extraña razón, mientras caminaba por el sendero oscuro y sinuoso, recordó a Bridget. La anciana Bishop era el claro ejemplo de la sabiduría, astucia y engaño. Medea había sido su alumna desde los nueve años, Bridget era una bruja fascinante, era reconocida por haber llevado tres matrimonios en los que sus esposos habían muerto de distintas formas.

Enchanted: Las brujas de SalemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora