Mano con mano caminan juntos hacia la casa de ella, los ojos de él se encuentran fijos en el asfalto y una tenue sonrisa está grabada a fuego en su rostro. Hoy es la noche, finalmente podrá mirar el rostro rostro sin apartar la mirada. Aún no decide que hará con ellos después, quizás simplemente tirarlos en algún rincón apartado donde, con algo de suerte, no tendrá que verlos de nuevo, pero no parece suficiente, no, calcinarlos parece una opción mucho más sensata, e ignorando las cenizas que tal acto dejaría, ligeramente más definitiva...
Aquel tren de pensamientos se ve interrumpido cuando ambos se encuentran frente a la puerta, la voz de ella es dulce, como siempre, y le impide concentrarse en el contenido de las palabras que articula, pero esta seguro de que debe ser importante.
Ella suelta su mano, y él hace un esfuerzo para despejar su mente y mirarla a los ojos, pensando que, de salir todo bien, esta será la última vez.
Antes de que termine de girar su cabeza, todo se desvanece en la oscuridad.
Un ligero ardor lo despierta y la bruma que cubre sus sentidos se reduce lentamente, un líquido tibio y aceitoso rezuma y se escurre en pequeñas cantidades por su rostro, él trata de limpiarse con sus manos, soló para descubrir que se encuentran atadas tras su espalda, intenta abrir sus ojos, pero sus párpados se sienten extrañamente pesados. Comienza a tener miedo, el terror lo invade rápidamente, y entonces...
La oye entrar en la habitación, la cadencia de sus pasos es inconfundible incluso en medio de el desorden que ocupa su mente. Por un momento, ambos guardan silencio, ella es como él, y él está seguro que ella sonríe, así que él responde de la misma manera. No tendrá que volver a ver sus ojos.
Finalmente, ella es perfecta.
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OJOS
HorrorSu cabello, su figura, su voz, su sonrisa, pero no esos ojos muertos que prenden fuego al interior de su cráneo. Relato de terror en tres partes.