Como lo ve eriol

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La luna brillaba con todo su esplendor esa noche, no había nubes opacándola o dando un efecto de desenfoque, estaba sencillamente hermosa, tal y como la recordaba de hace años, muchos a decir verdad, poco le quedaba de esa época, algunos recuerdos, dos guardianes que ya no le pertenecían, cartas que lo habían olvidado, algunos libros viejos y un sofá color carmín; sólo eso, sin embargo, allí estaba ese círculo plateado, siempre el mismo.

Eriol recorría el trayecto hacia su casa mirando al cielo, había pasado una tarde llena de pasteles, música clásica, una buena charla y un poco de té en casa de Tomoyo, como siempre el ir a verla a su mansión le traía cierta nostalgia por su hogar, Inglaterra, y por su antigua vida, Clow. Aun no sabía cómo esa chica de mirada celeste podía llevarlo a juntar dos partes tan importantes de él y a la vez tan distantes.

-Supongo que es su propia magia-se dijo a sí mismo soltando una gran sonrisa.

Llevaban más de medio año saliendo, y podía asegurar que eran de los mejores meses de su vida, Tomoyo era una chica muy interesante, además de bonita era inteligente y lo mismo le hablaba de poesía y literatura que de música, moda y cocina; tenía un sentido del humor bastante parecido al suyo y compartían varios gustos, en los cuales, aparte del teatro y la repostería se encontraba "molestar a los card captors". Y es que hacían de todo para lograr sonrojarlos, o meterlos en situaciones donde ambos se avergonzaran tanto que pudieran reírse de su timidez a sus espaldas.

-Estoy en casa.-saludó el peli azul a Spinel, quien estaba en la puerta esperando a su amo, como cada noche cuando regresaba de casa de los Daidouji.

-¿Los trajiste Eriol?- el singular gato revoloteaba alrededor de la cabeza del chico, tratando de quedarse con un poco de dignidad pero sin éxito al verlo rebuscar en sus bolsillos.

-Aquí tienes, los dulces de café que tanto te gustan.-le entregó un paquetito con un moño rosado y siguió andando hasta su habitación; de nuevo ese tormento que tanto lo desquiciaba, los últimos tres meses de su vida habían sido un suplicio gracias a él, su juguete favorito, su descendiente, Li Shaoran.

Ese niño se había vuelto hombre antes que él, ¿quién se lo esperaba? Shaoran siempre había sido de pocas palabras, un poco impulsivo y terco, pero demasiado tímido e inseguro en cuanto a su persona y sentimientos, no era que fuera algo malo, no para Sakura en todo caso, quien era igual y lo amaba por sobre todas las cosas, pero para él, hablando como Eriol Hiraguizawa y no como Clow, era demasiado lento y aburrido, no era que no fuera romántico, era inglés lo llevaba en la sangre; pero su personalidad nunca fue pasiva, además, ese conocimiento suyo de quien era en el pasado lo había convertido en alguien con exceso de confianza, si le gustaba una chica iba y se lo decía, si quería un beso lo daba, no pedía permiso, y tampoco eran tiernos besos de niño de primaria o algo por el estilo, había salido a temprana edad con Kaho Mizuki, siendo ella mucho mayor que él, por lo menos físicamente, y si habían terminado era sencillamente porque la rutina se había apoderado de la relación y eso había provocado la desaparición del amor. Entonces había regresado a Tomoeda buscando algo en lo cual entretenerse, y vaya que se llevó una sorpresa al encontrarse a su viejo amigo en la indecisión de cómo dar su primer beso.

Dio varios giros en la cama sintiéndose aún más frustrado ¿cómo un chico que había necesitado ayuda para poder dar su primer beso había tenido sexo antes que él? Y no era solamente el que su pariente lejano hubiera sido "des-virginado", la cuestión era que sabía algo que él ni Yamazaki sabían, por eso lo habían usado, y ese ingrato iba y lo hacía, pasaba la mejor tarde de su vida, que dicho sea de paso hubiera tardado décadas sin ellos, y ni siquiera les contaba lo que tanto ansiaban saber.

Pero a pesar de todo lo que pensaba, todos los planes para averiguarlo y todas las horas invertidas en maldecir al heredero de los Li, no podía hacerle algo así a Tomoyo, no era que ella fuera tímida o nada semejante, por lo menos no con él, de hecho había descubierto la oculta sensualidad que esa mujer escondía detrás de su apariencia de muñeca; simplemente algo lo frenaba y aun no tenía claro lo que era, eso lo contrariaba en exceso, él lo sabía todo y odiaba las excepciones.

un reto para shaoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora