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«Odiaba ser perseguida pero ella de una forma me ayudó y ni siquiera conozco su nombre».

«Odiaba ser perseguida pero ella de una forma me ayudó y ni siquiera conozco su nombre»

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Los pasos torpes y apresurados de la única mujer en la casa Sakamaki ya eran cotidianos.

Como cada día ella huía de ellos.

¿Qué más podía hacer?

Su fuerza contra aquellos vampiros eran nada así que oponerse era imposible, su fuerza de voluntad para enfrentarse a ellos se habia apagado con el paso del tiempo y su condición física era peor así que hasta huir ya se le estaba haciendo difícil, vacío y algo inútil que ya quería dejar de hacer.

«No puede ser».

Habia terminado en un callejón sin salida, el laberinto de pasillos de la casa Sakamaki era suficiente para perderte pero jamás había terminado sin salida, ¿acaso su mala suerte una vez más se estaba burlando de ella?

Comenzó a respirar con dificultad mirando a los lados solo encontrándose con una única puerta, una habitación desconocida a la que tuvo que verse obligada a entrar aunque esconderse no significará nada con los poderosos sentidos de los hermanos, apoyo su espalda contra la puerta y se deslizó lentamente cubriendo su boca intentando no realizar ni el más mínimo sonido.

«No quiero que me encuentren, no, por favor».

Escucho los pasos de alguien afuera, unos pasos que iban directamente hacia ella donde estaba.

«¡No por favor!».

Los pasos se detuvieron afuera.

«¡No!».

Escucho un leve murmullo que no presto atención.

«¡NO!»

Bitch-chan, ¿dónde te metiste?

Yui no dijo nada, solo se quedó en completo silencio aún no creyendo la pregunta que había hecho, ¿estaba jugando con ella?

Era imposible que Raito no supiera que estaba en esa habitación.

—Tsk, chichinashi, ¿dónde diablos te escondiste?

—Oh, Ayato-kun, se te escapó.

Se escuchó una pared cercana ser golpeada con mucha fuerza, por suerte para la estructura donde vivían esta vez no era Subaru así que la pared sobreviviría un día más.

—No siento la presencia de Yui-chan —comentó suavemente Kanato aunque podía escuchar el enojó en su voz.

Detrás de la puerta Yui escuchó un gruñido pero poco después hubo completo silencio que la hizo sentirse insegura por unos minutos pues pensó que los trillizos solo se burlaban de ella una vez más pero eso no paso.

«Esto... es extraño».

Pasó unos minutos más sentada en el suelo de la habitación cerciorándose de que estaba bien levantarse y salir de ahí pero cuando lo hizo se quedó observando el lugar.

La habitación en color beige y blanco a simple vista no tenía nada de especial, solo parecía ser otra habitación de invitados que había en toda la casa pero la pequeña cadenita de plata en el suelo con el dije de una “A” no decía lo mismo, la levantó guardando el collar en su bolsillo y observó curiosa.

«Esto debió pertenecerle a una novia de sacrificio entonces...».

Caminó con mucho cuidado por la habitación temerosa, como si hubiera entrado aún lugar prohibido pero al final no pudo evitar emocionarse al ver unos cuantos libros sobre el escritorio al que no había prestado tanta atención, y unos cuantos vestidos se veían colgados en la puerta entreabierta del armario y al tumbarse en la cama sintió un leve olor a rosas y chocolate, casi parecía que aún alguien dormía ahí.

—Ahora que lo veo —se levantó girándose en su cama—, esta habitación se ve muy limpia y libre de polvo, ¿los hermanos Sakamaki acaso cuidan este lugar a pesar de que su dueña ya no esta?

—Si, ¿tienes algún maldito problema con eso?

Un escalofrío le recorrió por la espalda al escuchar la repentina voz y no pudo evitar temblar por lo pesada y ruda que había sonado la pregunta.

Se volteó lentamente.

Cerca de la puerta estaba Subaru, el menor de los hermanos; sus brazos estaban cruzados, su ceño fruncido y su porte era más agresivo del habitual.

Yui tembló.

—Asi que aquí estabas metida —el albino camino lentamente hasta ella—. No se el porque te escondiste aquí pero más te vale que largues de una maldita vez Komori.

«¿Komori?».

Eso se había sentido tan extraño, nunca alguno de los hermanos la había llamado por su apellido y hasta cada uno le había puesto un curioso apodo que trataba de ignorar pero está era la primera vez que alguien en esa casa había utilizado su apellido para nombrarla y solo se pudo remover en su lugar incómoda.

Decidió irse.

El albino no sólo estaba enojado, estaba furioso y si se quedaba más tiempo en ese lugar temía que dirigiera su ira contra ella.

—¿Cómo puede ser que el talismán de ella todavía funcione? —eso fue el único murmullo que logro escuchar de Subaru de entre los miles que decía.

Tomó el pomo de la puerta y el sentimiento de incomodidad que sintió se hizo más fuerte, la protección y alivio que había logrado sentir al ingresar ahí, estaba desapareciendo.

«Quisiera quedarme aquí».

La antigua novia de sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora