Alex The Freak Boy

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¿Buen día?, no, para nada, fue un día más, prejuicios y etiquetas en el mismo salón de clases, con la misma gente vacía, los mismos profesores que creen saberlo todo, pero lo único bueno, lo único bello en mi día fue ella, esa sonrisa, ese rostro tan amable y lindo, creo que ella es la mejor persona del mundo, amable, empática, tiene una sonrisa para todos, una líder natural, apoya a quien sea, delgada y de tez blanca, cabello largo y negro, simplemente perfecta, pero, ¿Quién soy yo?, el chico ojeroso del fondo. pero, ¡Oh, sorpresa!, hoy hablé con ella, o bueno, ella habló, yo, como siempre, me quedé con mi cara de idiota, viendo su lindo rostro, ese pequeño lunar en la mejilla, esos ojos oscuros.

Salía del salón en la cuarta clase, dispuesto a sentarme en las gradas de la cancha de fútbol de la escuela, el día era nublado, frío, y con bastante viento, estaba comiendo un sándwich de huevo con jamón, pensando en las mil y un maneras en las que el ser humano había ideado para masturbarse, sinceramente no pensaba en nada, no corría ningún pensamiento, nada espiritual ni poético, solo disfrutaba de mi sándwich y la música en mis audífonos, había varios de mis compañeros jugando en la cancha de abajo, otros besándose en cualquier lado. yo lo veía todo, sin expresión en mi rostro, sin nada especial que decir, el viento movía mi cabello, eran aproximadamente las once de la mañana, yo salgo a las dos de la tarde.

Cuando terminé de pensar en la masturbación humana me llegó a la mente una nueva idea para una hamburguesa, esta tenía triple carne con...

-Alex, ¿verdad?, soy Verónica.- ¿han sentido su mundo detenerse?, es extraño, volteé hacia la derecha, donde ella se había sentado, esos malditos ojos lindos, quería arrancarlos y quedármelos para siempre, mis pensamientos se detuvieron en seco, ya no había nada más, entre constelaciones de pastillas, lunas de chocolate y soles de oro, estrellas de nieve, y en el centro de esto, ella, sonreía inocentemente, con un semblante amable y cálido, yo, yo sentí que todo el mundo se había vuelto extrañamente hermoso, toda la tristeza en mí se esfumaba como el humo del cigarro en el viento de otoño, seguramente cuando ella me habló yo tenía la boca llena de huevo y pan, me sentí como un imbécil, pero era un imbécil feliz, a mi alrededor, todo se detuvo, no más ruido, no más pensamientos sobre comida ni masturbación, solo ella, sus lindos ojos y lo lindo que se había vuelto mi mundo en los últimos tres segundos.-¿Hola?

-Oh, lo... lo siento, sí, soy Alex.

-¿Por qué no bajas con los demás?, vamos.

-Eh... es que, no me gusta la gente, al menos no la de aquí...

-¿Me estás diciendo que no te caigo bien?.- En ese momento me sentí como un idiota, me sentí como el wey mas idiota del mundo.- Tranquilo, no tienes que bajar si no quieres, no te voy a obligar a nada, mejor me quedo aquí contigo, me agradas, no sé porque no te hablé antes.

- Soy el niño raro de la clase, no es usual que hablemos.

-Eso no importa.- Ojalá aquí hubiesen terminado las cosas, pero no es así, sin Verónica en esto, la historia pierde mucho sentido, yo sin ella pierdo mucho sentido, y a veces me odio por ello.

Las tres horas siguientes, por obra del destino, no hubo clases, al menos no para mi grupo, así que, pasé tres horas con la chica que amo desde hace casi un año, y con la que apenas y hablaba entre clase y clase, así que estuve tres horas con ella, el día seguía nublado y frío, ella llevaba un suéter de color café, conversamos sobre música, conversamos, carajo conversamos.

Esta no es una historia continua, no esperen capítulos muy extensos o demasiado interesantes, esto no es una típica novela, esto es un confesionario.

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