Él lo ignoró. Lo hizo cuanto pudo. En la mañana, al despertar, simplemente estiró el brazo y sacudió su mano, enviándole un saludo distante, sin volverse a verlo. Durante el mediodía sus caminos se habían cruzado casi por coincidencia, o quizá causa del horrible destino, y él cruzó la calle, fingiendo no haberlo visto.
Pero ya no podía seguir ignorándolo. No cuando Younghyun estaba en frente suyo, completamente empapado y jadeando por haber corrido hasta enrojecer sus mejillas.
Sungjin suspiró.
¿Tenía que hacer esto? Es decir, Younghyun le caía bien; él era agradable, carismático, servicial y un joven con muchísimo talento en lo que la música refería. Lo admiraba, sí. Pero sólo eso.
Él sólo lo admiraba. Como a un hermano menor con futuro, él estaba orgulloso.
Younghyun alzó la vista y lo miró, tenía una sonrisa brillante en su cara y eso incrementó la incomodidad de Sungjin.
No importa cuánto lo intentara, no podía verlo como más que un hermano.
—¿Y bien? —Younghyun dijo, sonriendo. Su nariz estaba casi tan colorada como sus mejillas.
Estaba haciendo un frío digno de mención y la lluvia no ayudaba en nada a aplacarlo. Verlo de aquella forma le recordó a Sungjin que estaban parados fuera de la agencia, mojándose como un par de idiotas sin rumbo. Sin embargo, él estaba por lejos más seco que Younghyun.
—¿Qué te parece si vamos a alguna cafetería o algo? —preguntó, ignorando lo que él había dicho—. Si seguimos aquí, acabarás enfermándote y no quiero ser el responsable de ello.
Aunque consciente de haber sido ignorado, Younghyun asintió, la sonrisa desapareciendo de su rostro y transformándose en una expresión relajada, tranquila. Como todo en él, siempre calmado y bajo control.
—Si así lo deseas, perfecto para mí.
Sungjin asintió.
Ellos caminaron en silencio. Un silencio tan incómodo como nunca lo había sido. Por lo general, al caminar juntos conversaban sobre lo que fuera y reían al recordar cosas que los demás miembros habían hecho en esa semana. Hoy no era el caso y quizá mañana tampoco.
Ni el día que le siguiese a ése.
Sungjin ocultó sus manos en los bolsillos, tragándose las ganas de culpar a Younghyun por la tensión entre ambos. Si tan sólo él hubiese mantenido sus pensamientos para si, entonces ahora podrían estar conversando y riendo.
Aunque la idea de seguir como si nada ocurriera entre ambos y su compañero manteniendo sus sentimientos en un absoluto secreto le molestaba también.
Bufó. Ni él mismo entendía qué demonios era lo que quería.
Younghyun se detuvo.
—Eh... ¿Hyung?
Con un sobresalto, Sungjin paró.
Él se volteó. Younghyun estaba parado unos pasos detrás con una mirada divertida.
—Te has pasado de largo —dijo, riendo.
Sungjin miró a la puerta de la cafetería que solían frecuentar, justo en frente del largo cuerpo de su menor. Younghyun sonreía, por lo que se sonrojó.
Dios, que estúpido soy, se dijo mentalmente. Sin embargo, en voz alta dijo:
—Perdón, voy distraído.
—Está bien. ¿Quieres entrar?
Sungjin no respondió, él se adentró en la cafetería sin decir nada, a la espera de ser seguido por Younghyun. Todo fue tan natural como lo habría sido cualquier otra vez.
