El vaho comienza a cubrir la ventana de nuevo. Quizá sólo haya sido una ilusión óptica, o un bromista de barrio. Sí, de esos hay muchos. Y creo haberme encarado con todos ellos. Aún así, no me siento tranquila hasta que bajo el estor, y le doy una nueva vuelta de llave a la puerta. Tras de mí y de repente, suena un silbido rápido que me para el corazón. Hasta que me doy cuenta de que es el tono de mensaje de mi nuevo móvil, al que aún no me acostumbro y cuya pantalla ya está rota. Me acerco y, a cada paso, el frío suelo me congela el cuerpo. Cuando pulso el botón de encendido, la pantalla ilumina mi cara y la hace más pálida si cabe.
LUCÍA: ¿Estás ahí? Llevo llamándote toda la maldita y asquerosa noche.
Sí, veo el nombre de mi mejor amiga en la pantalla, seguido de su mensaje. Este último es tan agradable como yo en mis mejores días. Me encanta cómo me conoce. Suspiro sentándome en la silla y me paso una mano por el pegajoso pelo.
MARINA: No. Por las noches suelo dormir, ¿sabes? Deberías probarlo.
Sonrío al ver la rapidez de su mensaje. No obstante, al mismo tiempo me preocupa, pues se suele tomar su tiempo en escribir. Significa que la ha pasado algo y, a mi parecer y al suyo, es grave. Aunque por mucho que le afecte lo negará.
LUCÍA: Dios, no he tenido tanto miedo en mi vida.
MARINA: ¿Te has mirado al espejo sin estar maquillada?
LUCÍA: JAJA. Qué risa. No, Marina, esto es serio. Ayer por la noche me siguió un chico bastante guapo...
MARINA: Qué horror. Debió de ser terrible.
LUCÍA: Déjame terminar. Me siguió hasta la puerta de mi casa, y no habló conmigo hasta entonces. Se acercó y me cogió por la muñeca. Al principio me pareció guapísimo y adorable, pero cuando me miró, tuve serias dudas acerca de él.
MARINA: ¿Eso fue antes o después de acosarte hasta tu casa?
LUCÍA: Calla, por favor. Me sonrió y pensé que querría mi número.
MARINA: Claro. Te sigue, te agarra por la muñeca, y sólo quería tu número.
LUCÍA: HAZ EL FAVOR DE CALLARTE. Pero entonces me preguntó por ti. Me dijo que si te conocía, y que donde vivías. Obviamente no se lo dije.
No obstante, mi corazón se para. No puede ser una coincidencia que le preguntaran por una persona como yo, tan completamente "agradable", esa misma noche, y que esta mañana alguien dibujara las iniciales de la palabra muerte en mi ventana. Hay muchas formas de conocer la dirección de alguien.
MARINA: ¿Estás segura? ¿No dijiste nada?
LUCÍA: Creo que no.
MARINA: ¿Crees?
LUCÍA: En realidad... no me acuerdo. Sé que me dobló la muñeca, consiguiendo que me doliera. Aún tengo el moratón. Y cuando le miré a los ojos, me adormecí. ¿Sabes esa sensación de estar durmiéndote, sin ganas ni fuerzas para levantarte de la cama, pero sigues despierta? Pues me sentía así.
MARINA: ¿Y...?
LUCÍA: Creo que sus ojos brillaron, le miré, no podía hacer nada. Después, no recuerdo nada. Mis padres me han encontrado tirada en el jardín trasero esta mañana. Estaba limpia, vestida, como si estuviera dormida. Han llamado a la policía, y estos me mandaron describir al chico. Pero no pude hacerlo bien, no más que sus ojos. La oscuridad me impedía ver con claridad, y el hecho de que no recuerde nada no me ayuda. Ahora, mis padres no saben si confiar en mí, ni qué me hizo el chico. Ni siquiera si estaba allí.
MARINA: ¿Quieres decir que creen que no estabas cuerda? ¿Como... borracha, o drogada?
LUCÍA: Exactamente. Además, tampoco creyeron del todo mi descripción de ese chaval, sobre todo de sus ojos.
MARINA: ¿Por qué? ¿Tan mal lo hiciste?
LUCÍA: Marina, ese chico tenía los ojos amarillos.
MARINA: ¿Perdón?
Pero Lucía se desconecta en este instante, y tengo la certeza de que sus padres le han quitado el móvil. No me extraña. Si los míos pensaran que soy una drogada, o que me emborracho por las noches, me tendrían encerrada en mi habitación, atada a la cama y con el pelo al cero para que no pudiera imitar a Rapunzel. Suspiro cerrando los ojos y dejo el móvil sobre la mesa. Todo esto empezó hace por lo menos uno o dos años, junto con los sueños. Por aquel entonces, sólo eran fragmentos, imágenes inconexas o borrosas. No veía la terrible historia que había tras ellos, pero sí que me causaban concecuencias extrañas. Incluso llegué a pensar que estaba loca, y aún hoy lo pienso. Veía fantasmas, escuchaba cosas que nadie más oía. Una vez, desperté flotando en medio de mi habitación en plena noche, y caí con tal estruendo que estuve castigada una semana. Incluso me aficioné a leer novelas y revistas paranormales, a ver programas de ese tipo, para comprobar que lo mío era mínimamente normal. Pero el único resultado que obtuve fue que no eran más que bazofias con un guión y cuatro ilusos que las seguían. Entre tanto, los sueños y mis problemas iban a más.Veía la cara de la chica ángel con más claridad, sentía lo que ella. Tenía su miedo. Hasta que llegó a un punto que el sueño era tan nítido y perfecto que no hacía más que repetirse, una y otra vez, como una cinta antigua con la misma grabación macabra. Los guardaba, al igual que las voces y los fantasmas, para que no me enviaran a un psicólogo. Sinceramente, yo misma no sé si estoy cuerda, porque últimamente me da miedo salir a la calle. Aún así, necesito hacerlo. Cojo un post-it amarillo de la mesa de trabajo de mi madre, que está encajonada en la pared derecha del salón, y escribo:
-Papá, voy a la piscina. Espérame para comer. Con esto quiero decir que me hagas la comida.
Subo corriendo a vestirme. Me coloco unos leggins negros y largos y una sudadera azul clara con letras oscuras en las que se lee "BE FREE". Aunque como es de mercadillo y ya está desgastada, da la sensación de que pone "BF FPEE". Calzo mis pies con unas deportivas también oscuras y me peino, aunque mis rizos retornan a su forma original. En una mochila, meto gafas, gorro, bañador y chanclas. Sigilosamente, entro en el cuarto de mis padres, donde papá duerme con ronquidos tan altos que se merecen un récord para ellos solos, y le pego el post-it en la frente. Si no, posiblemente ni se moleste en leerlo en su arduo viaje vacacional, también llamado "de la cama a la nevera y vuelta". Finalmente, agarro las llaves de casa y el móvil y salgo a la calle, donde una bocanada de aire frío me abofetea aún más fuerte que mi madre cuando le dije que había aumentado de peso. Las calles están vacías, como siempre en invierno, pero se escuchan las risas de los niños jugando en los jardines, los ladridos de los perros, e incluso llega el calor de las hogueras más potentes. El sol muestra un brillo pálido y lúgubre, y, aunque esta mañana me arropó, las nubes grises características de la estación invernal comienzan a envolverlo cuidadosamente, algodones oscuros encapotando su cielo. Me he alejado bastante de casa, pero la piscina cubierta aún queda lejos. Escucho mis pies pisar un charco de agua sucia y maldigo para mí misma. La gelidez del agua de lluvia abandonado en el suelo invade mis piernas y traspasa mis ropas. Qué asco, me digo, y continuo caminando con los dientes apretados.
-Oye.
No reconozco la voz, así que continúo andando. Durante toda mi vida he habitado en una zona donde la regla de no hablar con desconocidos era muy importante. He acabado por reconocer demasiado bien qué quiere la gente tan sólo escuchando su tono de voz, observando el movimiento de sus manos o mirándola a los ojos. En mi calle, era fundamental para mantenerse seguro, además de mantenerte al lado de tus padres en todo momento cuando eras pequeño.
-Oye. -Repite la misma voz, y puedo apreciar que es un chico joven, más o menos de mi edad. Son una plaga, y lo peor es que no todos tienen las mismas intenciones. Aprieto el paso y mis dientes, agarrando la bolsa de la piscina fuertemente, pues ahí tengo las llaves, el móvil, dinero y otras cosas de valor.
-¡Hey! -Me llama de nuevo, y siento una mano fuerte agarrarme por el brazo. Me giro dispuesta a lanzarle un puñetazo, pero cambio de idea y le propino un pisotón. Aprieta los dientes. Tengo la cabeza baja, para que no pueda distinguir bien mis rasgos.
-¿Eres Marina?
-Depende de quién pregunte. Hay muchas Marinas por el mundo. Vete a molestar a una de ellas.
Tiro hacia atrás intentando soltarme, maldita sea, es fuerte. Pero yo más. Alzo mi puño y le golpeo en la barbilla, aunque no creo que con la suficiente fuerza. Repito el movimiento y esta vez va con más potencia, pero para mi sorpresa lo esquiva. Lanzo una exclamación de indignación y alzo la cabeza para verle la cara a ese imbécil. Pero me quedo sin respiración. Tiene los ojos amarillos.
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Dos veces
Fantasy«Qué extraño es ver derrumbarse el mundo... y ser tú la causante de ello» Creo que me estoy volviendo loca. Oigo voces, veo fantasmas. Y todas las noches tengo el mismo sueño espeluznante. Puede que sea así y que no esté cuerda. O puede que sólo est...