Gab.
Me he despertado varias veces esta noche sintiéndome culpable porque no tengo ningún regalo para ninguno de los tres. Sé que no he tenido tiempo y que para ellos no es importante, pero necesito darles las gracias por haberme aguantado tanto tiempo y con mi mal humor.
Miro el reloj por cuarta o quinta vez. Son las 8:30 de la mañana y ya empiezo a oír jaleo en la parte de abajo.
No quiero moverme, no me apetece. Todo esto cada día es más extraño.
Miro por la ventana y veo los últimos copos de nieve de la tormenta caer. Me levanto y me siento en el sillón que hay en el alféizar de la ventana. Todo el patio está completamente blanco. No hay nadie en la calle. Todos están en casa durmiendo o abriendo los últimos regalos del año.
Llaman a la puerta y me giro. Me encuentro a mi tío Roy en la puerta, apoyado en el marco de ésta.
-Tienes que bajar ya. Te estamos esperando-dice sonriendo.
-Pero yo no tengo regalos para nadie.
-Gabriella, tú eres nuestro regalo de Navidad.
Me levanto y le abrazo. Nadie se puede imaginar lo que me hacia falta que estuviera él aquí.
Bajamos juntos hasta el salón y me encuentro a mi tía y a Samuel en el suelo, esperando para poder abrir los regalos.
-No me teníais que haber esperado para abrir los regalos-digo mientras me siento en el suelo, entre los brazos de Sam,
-O estamos todos juntos o aquí nadie abre sus regalos-dice mi tía y nos reímos.
El primero en abrir los regalos es Sam. Unos calcetines, un par de camisetas y una entrada para su grupo favorito en primera fila. Después mi tía, unos pendientes, un collar y una pulsera... Bastante caro todo. A continuación mi tío, un reloj y dos billetes de avión hacia alguna isla paradisiaca durante 10 días. Y por último, yo. Un colgante con tres estrellas unidas, una pulsera de la que cuelga una luna menguante y un disco de uno de mis grupos favoritos que no tenía.
Tras darnos las gracias y yo disculparme una vez más por no haberles comprado nada, recogemos los papeles y nos ponemos a hacer la casa y la comida. Hoy vienen a comer la otra parte de la familia, con la que peor me llevo y a la que nunca veo.
Esta vez nos ha tocado a Samuel y a mi hacer la comida. Hemos hecho algo simple, un risotto de setas. No hemos hablado mientras hacíamos la comida, cosa extraña.
Hoy está muy distante y no lo entiendo.
Durante la comida hablan todos entre ellos, dejándome a mí al margen.
¿Qué? ¿Por tener problemas ya no puedo hablar de nada? No me parece justo.
Acabo de comer rápido. Necesito salir de aquí.
Cuando acabo de recoger, cojo la chaqueta y me voy. No aguanto entre esas cuatro paredes. Estoy al final del camino que hay hacia la calle y oigo un portazo que viene de casa. Me giro y me encuentro a Sam que viene hacia mi.
-¿Qué haces?-pregunto sin comprenderlo.
-Lo mismo que tú: huir.
Caminamos, sin hablar, sin comentar, jugando con el vaho que sale de nuestras bocas al respirar. El frío se adentra hasta los huesos haciendo que no sienta nada de mí misma.
Sin saber cómo hemos acabado en el parque de siempre, donde el lago. Me asomo a la barandilla y el lago está completamente cubierto por una gorda capa de hielo. Intentó tocar ese hielo, imaginando que es el que vive en mí, quiero derretirlo pero no puedo, no llego para tocarlo.
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Nunca me ha gustado sonreír. [CANCELADA]
RomanceUn accidente hizo cambiar por completo a Gabriella. Ella era una niña sonriente, estudiosa y cariñosa pero tras una noche en la que sucedió algo inesperado, es una chica fría y a la que le da igual lo que la gente piense. O eso cree...