Capitulo 3.

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Gabriella

¿Pero este tío quién cojones se creía? No me ha dado tiempo a reaccionar, joder. Nada más.

Genial, ya estoy cabreada para todo el día.

Cabrón.

Noto el móvil vibrar en mi bolsillo, estoy segura de que es mi tía y, sinceramente, no tengo ganas de hablar con ella. Soy mayorcita, no hace falta que me controle todo el tiempo.

Suspiro, aunque no sé si lo hago por agobio, por cansancio o por el cabreo que tengo.

Parece mentira que haya salido de casa por lo agobiada que me sentía, encerrada en esas cuatro paredes y que ahora quiera volver otra vez a mi habitación para encerrarme y olvidar el incidente del supermercado.

Normalmente camino despacio, observando el parque que se extiende por el barrio y las familias felices e irrompibles que comen juntas en el lago o empujan a los niños en los columpios. Ahora no lo miro, hoy es uno de esos días en los que duele demasiado.

Sé que soy demasiado mayor para que me gusten los columpios, ya era mayor cuando mis padres... El caso es que, el simple hecho de sentarme en un columpio y no haya nadie que me dé ese empujoncito, hace que sienta un pinchanzo de soledad recorriendo mi espina dorsal.

Agradezco al cielo, en silencio, cuando veo la puerta de casa. He llegado lo suficientemente deprisa como para evitar pensar más de lo necesario.

Odio tener tiempo para pensar, hace que me sienta demasiado mal.

Mi tía no esconde la mirada de preocupación que se refleja su cara cuando paso a su lado. Sin embargo, no me detengo. Dejo la compra en la cocina sin molestarme en colocarla y subo a mi habitación con pasos agigantados.

Abro el tercer cajón de la mesilla de noche, que tengo en el lado derecho de mi cama y saco un cigarro del paquete que tengo escondido. Estoy segura de que mi tía lo sabe, simplemente no me gusta proclamarlo.

Una ola de ligera calma se extiende por mi pecho con la primera calada.

Sé que mis padres odiarían verme fumar, pero no puedo evitarlo. Si ellos tuvieran que lidiar con todo lo que yo lidio, también lo harían.

Unos golpes llegan desde la puerta antes de que Sam entre. Me sobresalto ligeramente, pero no oculto el cigarro.

-¿Otra vez fumando Gab?- dice arrugando la nariz cuando le llega el humo.

-Supongo- murmuro.

-Pensé que eso se había acabado.

-Ya ves que no es así- respondo con frialdad.

-Eso no es bueno para tu salud, ya sabes...

Sonrío ligeramente. Vuelvo a abrir el cajón y saco el paquete, sosteniendo mi cigarro con la boca.

-¿Quieres uno?-le pregunto, levantando una ceja.

-Supongo- dice repitiendo lo que yo he dicho y encogiéndose de hombros.

Se sienta a mi lado en la cama y enciende su cigarro. Un silencio se extiende entre nosotros, al igual del humo de ambos cigarros.

-Mi madre se pondrá furiosa si huele el tabaco- dice Sam.

-Bueno, así muestra alguna otra emoción que no sea preocupación por mí. Porque sinceramente, empiezo a agobiarme.

-Se preocupa por ti, Gab, no puedes culparla.

-¿No me has oído? Ese es el problema- murmuro con una sonrisa.

-Samuel Drew McGrew y Gabriella Sophia McCallaham- se oye gritar a mi tía desde la escalera- ¿No será tabaco eso que estoy oliendo?

Nunca me ha gustado sonreír. [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora