Sábado. Sabíamos desde hacía meses que era la boda de Elías y Gaby, pero no pensábamos que llegase el día tan rápido. Nos despertamos a las nueve, preparamos algo de desayuno y nos enfrascamos a arreglarnos para la celebración. Laura se duchó primero mientras yo hacía la cama y la colada. Seguidamente fui yo el que se adueñó del baño, aunque siempre he sido más rápido que ella.
-¡Javi! – escuché que me llamaba y que lo hiciera por mi nombre significaba que había problemas.
Me enrollé una toalla a la cintura y todavía goteando salí al dormitorio sin inmutarme demasiado por su inquietud.
-¿Qué quieres? – pregunté con la más absoluta calma.
-No sé qué ponerme y no pienso repetir el mono de la boda de Mateo y Jimena. Lo que me iba a poner me queda fatal.
-Pero si te queda todo bien, cariño. ¿Tanto problema le ves?
-No ayudas – replicó.
-No pienso discutir.
-Ni yo – suspiró y se sentó en la cama algo triste. Ahora era yo el que pensaba lo de 'putas hormonas'.
-Eh, no te preocupes tanto. Tampoco es que sea una boda muy formal. No me pondré ni corbata.
-Continúas sin ayudar y ahora tengo otro problema...
-Ay... – murmuré.
-Vas en toalla, estoy enfadada y me estás poniendo un montón.
La miré intensamente y no pude reprimir besarla con toda la pasión contenida. Caímos para atrás e hicimos que de ese cabreo naciera algo de deseo, delirio y una dosis de besos y caricias más que necesarias. Inundamos la habitación con nuestro amor.
-¿Te has decidido? – le pregunté regresando al baño a cambiarme.
-Noooo – negó desesperada.
-Espera – volví al dormitorio solo cubierto por un bóxer azul marino – Me he inspirado.
-Tápate – Laura me lanzó un cojín y protesté ya que me dio en los huevos.
-Joder que puntería tienes.
-Así se te iluminará más la bombilla.
-¿Sabes el mono negro que te pusiste el otro día para ir a cenar? Te quedaba precioso – asintió insegura y aceptó mi propuesta.
-Odio darte tanto la razón – se quejó yendo al vestidor.
Sonreí divertido siguiéndola y abrazándola por detrás, dándole un beso en una sien.
-El día que te pongas de parto no sé cómo estarás si por un vestido ya te alteras así – comenté.
-Tú, por el contrario, actúas con demasiada calma. Y me encanta... Va, vístete que a las doce tenemos que estar y al paso que vamos no acabaremos nunca.
-¿Gaby está aquí?
-En casa de su padre.
-¿Cuánto le das al matrimonio?
-Cinco años. Los veo bien, pero se desgastarán.
-Nosotros no – afirmé convencido – Si en más de dos años no hemos dejado de tener arrebatos como el de ahora, ya no temo a nada. Seremos como esas parejas de 60 años que van de viaje con la IMSERSO sin soltarse de la mano – se carcajeó y me dio un pico.
-Ojalá...
Terminó de vestirse antes que yo (que raro) aunque le faltaba el maquillaje, que fue sutil y disimulado. Se enfundó en un precioso mono negro atado al cuello con la espalda al descubierto. Con tal de no dar espectáculo innecesario en una iglesia se colocó un chal encima para tapar su desnudez trasera y se subió a unas sandalias plateadas de tacón. Yo combiné una camisa azul claro con unos tejanos negros y americana del mismo color. Cumplí mi palabra y no me puse ni corbata ni pajarita.
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Tu amor a un acorde de guitarra (Segunda parte)
RomansDespués de una odisea para conseguirla, un año de noviazgo estable y un montón de experiencias y de descubrir el verdadero amor, una nueva etapa se nos presentaba con grandes momentos que vivir. América se avecinaba tranquila, en un principio. La ve...