-Capítulo 1, "Mala jugada"
Arrastrar los pies por esa sala que olía a antiséptico tal vez sea algo no muy común para muchas personas ya que según estadísticas la mayor parte de la población mundial solo va a un hospital unas seis veces al año o menos, pero para mi, una persona con un trastorno negativista desafiante, el hospital se había convertido en mi segunda casa y ese olor a limpio y desinfectado había llegado a agradarme. A pesar de la gravedad de mi problema y que al igual que muchos otros no tiene una cura clara, el metilfenidato, un fármaco especial, surtía efecto y hacía que mi trastoro no fuera algo grave, o más bien, no tan grave como en el comienzo.
A los siete años, una edad en la que todo debe ser color rosa, arco iris, ponys y mariposas mi vida era totalmente lo contrario. Vivía discutiendo con mis padres, perdía el control muy fácilmente y solía gritar a menudo ante cualquier cosa y persona que tratara de ponerme un límite. Con el tiempo esto generó rechazo hacia los otros niñitos de siete o más bien ocho y medio y me convertí en una total antisocial. Mis padres, quienes nunca habían estado muy pendientes de mis emociones notaron mágicamente esto y decidieron hacer citas con especialistas en el tema y cualquier persona que luciera un certificado médico en alguna pared de color claro. Los incompetentes lograron hacer algo y ocho meses mas tarde me diagnostico era claro, “trastorno negativista desafiante” que figuraba en mi expediente médico. Además de afectarme a mí, también afecto a mis padres, dos meses luego del diagnostico mi padre se fue de mi casa para jamás volver a verlo. A pesar de los intentos de mi madre por decirme que eso no tenía nada que ver con mi problema y que lo mejor que podía hacer era olvidarlo, esto se dificultaba con las cartas o más bien e-mails agresivos de mi padre manifestando su descontento hacia mí, su hija y mi problema mental. Pero a pesar de toda esta mierda, gracias al Doctor Mstlik y a los fármacos, se podía decir que mi vida no eran tan “anormal”.
Me encontraba en el tercer piso del hospital Monreal, especializado en psiquiatría y Psicología donde según yo, vive el señor Derek Mstlik, al que mi madre a menudo llama “salvador”.
-Y bien Eline, ¿cómo te sientes?, ¿algún cambio importante?
-Honestamente Derek, hoy me siento técnicamente bien, al parecer la dosis que me diste mejora mi estado de ánimo o tal vez he desarrollado la capacidad de succionar la felicidad de los cuerpos y mentes de los niños del segundo piso, tú dime.
Y realmente era cierto, me había levantado con un ánimo poco habitual, como si no importara lo que pasara, este día iba a ser bueno y por el momento eso era cierto, sorpresivamente mi madre estuvo tranquila en el camino hasta el hospital y me prometió ir a comprar ropa nueva al terminar mi sesión, aunque eso me interesara muy poco.
-No hacía falta el sarcasmo, ¿sabes?-dijo interrumpiendo mis pensamientos.
-Como quiera, solo le pido que hagamos rápido esa prueba de imágenes de la que según Tory-la recepcionista- me habló.
-Eso es una tontería, he probado eso contigo ya diez veces y tus respuestas no cambian, lo que no es anormal o síntoma de que algo vuelve a estar mal, de eso puedes estar segura. Y entre nosotros, la próxima no le hagas caso a lo que Tory diga, ella solo quiere mi puesto.
Este hombre era alguien a quien quería aunque sonara extraño, me hacía sentir especial en cada sesión y era como el mejor amigo gay que nunca tuve. Podía contarle cualquier cosa y siempre me daría una respuesta, médica, pero era una respuesta. Era ese afecto el que me había llevado a llamarlo por su nombre y no por “doctor”, “doc” o simplemente “señor Mstlik”.
-De acuerdo, y dígame, ¿ya me puedo ir?
-Viendo que los estudios que te pedí están normales y que tu ánimo es sorprendentemente bueno, si, ya puedes irte Eline, pero recuerda pedirle la reserva a Tory para la cita siguiente.
Salir rápido del consultorio no era la mejor forma de demostrarle mi cariño, pero a pesar del afecto hay cosas mucho más interesantes que pasar el día entero con él y lo sabía.
Al tirar de la perilla de la puerta buscaba encontrarme con el pasillo brillante gracias a las intensas luces y su olor tan común, pero en vez de eso, todo mi cuerpo choca con una masa corporal sorprendentemente fuerte aunque, oh esperen, ese era un chico, y uno bastante atractivo. Mis mejillas comenzaban a enrojecerse y esto a hacerse visible gracias a la palidez de mi piel, producto de años de medicamentos y poca exposición al sol, por mala suerte, el chico no tardó en reaccionar y su mantención estaba centrada en mí, con una mirada desafiante y algo desanimada.
-Disculpa, venía apurado y todas estas habitaciones hacen que me maree.
-No te preocupes, suelo chocarme de manera imprevista a muchísima gente demasiado ocupada en sí misma como para detenerse un minuto a ver al resto de los individuos que lo rodean- Con un tono bastante ácido e irónico le respondí, después de todo no creía que algo como eso fuera a afectar a alguien como él y menos si la persona que se lo dice es alguien “loco”, o como prefiriera el llamar a las personas como yo.
-Y bien chica irónica, dejaré que sigas caminando y desvelándote con tus increíblemente normales pero inexplicables problemas mentales siempre y cuando respondas a mi pregunta que es, ¿El consultorio del doctor Mstlik es este?- Wow, esto comenzaba a sonarme a pelea. Por lo visto el no solo era un chico con rostro bonito.
Como de manera casi instantánea y oliendo el pleito, Derek sale de su escritorio y recibe al chico, a quien llama “Señor Janes”. Por lo pronto me marcho de ese lugar sin decir ninguna palabra y dos minutos después estoy enfrentándome a la señorita Tory Creist o más bien, la señorita Acomplejada.
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-Le repito señorita Malengger, no aceptaré su firma sino la de su madre o cualquier adulto responsable que esté al tanto de su estado.
-En ese caso, no le molestará que me quede por lo menos media hora aquí esperando que mi madre salga del embotellamiento del que me advirtió hace unos cinco minutos cuando comenzamos con esta “pelea”- le digo, doblando los dedos en la última frase.
Me alejo triunfante de aquella aburrida recepción y viendo que todos los asientos de la sala general están ocupados me acerco al pasillo por el que aquel engendro pasó. No tardo en aburrirme por lo que saco un libro de mi bolso azul oscuro y trato de concentrarme en las páginas de aquella hermosa obra de arte. La trama iba sobre un señor que luego de estudiar arduamente por unos tres años la carrera de ingeniería industrial sufre un derrame y queda totalmente desconcertado y apartado de la sociedad. Viviendo con su madre en una calle desierta al sur de la ciudad narra pequeñas historias sobre los días que vivió luego del incidente.
A los quince minutos una de las puertas se abre y el “señor Janes” salía con cara triunfal. Se acerca hasta mi asiento y me enfrenta cara a cara, o más bien se queda mirando la portada de mi libro.
-No sé si estebas esperando que salga de aquella sala para continuar con la pelea o qué, pero en caso de que sea lo primero, estoy bastante dispuesto a continuar con ella- cierro toscamente mi libro y me digno a mirarlo a los ojos.
-A ver supuesta “superestrella” o como tus amigos te llamen, estoy entre calificarte como idiota sin remedio o jugador sobrevalorado de algún deporte mediocre que practiques en tu escuela. –a pesar de mi tono, me divertía con esas palabras.
-¿Tratas de irritarme? –mi respuesta claramente lo sorprendió porque su desafiante mirada había desaparecido tras mi respuesta.
-No, trato de que te largues, me quedan todavía unos diez o quince minutos hasta que mi madre venga a buscarme o hasta que el señor Mstlik me vea y se ofrezca a llevarme a casa.
-El “señor Mstlik” salió por la otra puerta hace ya unos tres minutos, así que tal si te enseño dos opciones que veo lógicas, la primera, puedes quedarte otros quince o veinte minutos más esperando a alguien que desconozco en un lugar intolerable con una recepcionista con un carácter insoportable o la segunda, puedo llevarte a un café, beber algo y sacarle provecho a este miércoles aburrido.
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Insomniac | Dylan o'brien x Holland Roden.
FanficLas mismas luces de siempre, el mismo corredor de siempre pero un ánimo diferente. La vida le ha jugado malas pasadas a la joven Eline quien luego de años de intensivos tratamientos consigue la “cura” necesaria para su problema. Todo esto sin contar...