Carmesí

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La luna en lo alto indicaba la hora de cazar, las criaturas infernales se preparaban para salir, los espectros pululaban por la ciudad y los sonidos afloraban sin cesar.

El bosque en calma aparentemente, guardaba secretos del lugar, nadie que fuera listo podría entrar a la medianoche dar, nadie que no fuese listo sabía que al bosque no debía ni siquiera mirar, pues una vez adentro ya nadie podría volver a salir, pues una vez sumido en su encanto, en el bosque de la muerte tu alma sería consumida y llevada a lo más oscuro del infierno pues de su encanto no podrías librarte y terminarías sucumbiendo a entrar y llegar ante las entrañas de aquel bosque infernal, donde ni los más valientes se atreven a entrar, menos cuando la luna llena llega en lo alto del lugar...

Pero, una chica indefensa se encontraba abandonada a su suerte en los márgenes del bosque, sollozaba sin piedad y  sin  poder moverse, herida por todo el cuerpo sentía que no soportaba más y que pronto sucumbiría a la fría y helada noche, nadie iría por ella, nadie la buscaría, no en ese día, no sabía lo que le esperaba pues había creído ingenuamente en sus verdugos; que tonta había sido, la habían traicionado dejándola a su suerte.

Hinata Hyuga había sido engañada por Sakura Haruno, Ino Yamanaka y Karin Uzumaki quienes le habían prometido ser sus amigas y unirse a ellas a raíz de una prueba de valor, insistiendo en quedarse con ellas en una pijamada y yendo con éstas a las fronteras con el bosque. Estando en el lugar todo parecía normal, un "inofensivo" juego con la ouija, un juego de "haber quien se atreve a llegar más cerca del bosque" y luego..., el terror, aquellas chicas que se habían comportado amables con ella todo ese tiempo desde que comenzó el año escolar en realidad eran lobos en piel de oveja, pues sacaron a relucir sus verdaderas intenciones comenzando a humillarla y golpeándola sin poder dejar que se defendiese, acusándola de engatusar a los chicos del salón con su mirada ingenua y su fachada de niña buena, tachándola de zorra y ofrecida, pues con su personalidad dulce, amable y amorosa más de uno era amable con la chica, haciendo perder la cabeza a las jóvenes quienes querían ser el centro de atención y se negaban a ser desplazadas por aquella "intrusa" que no pertenecía a Konoha.

Después de asegurarse de que ella no pudiese moverse se marcharon sin más, esperando jamás volverla a ver o en su defecto que ella no se volviese a acercar a sus "chicos" y que aprendiese la lección.

La pequeña chica no podía creer que eso le pasase, ella había sido una buena persona y las quería a ellas como amigas, había creído que encajaría en su nueva escuela y, cuando ellas le hablaron y fingieron aceptarla se sintió muy feliz, pero, ahora solo podía llorar con amargura al sentirse indefensa y traicionada, esperando sobrevivir esa noche helada, más aún que en ese bosque el sonido de los lobos se hacía presente y por los chicos que habían vívido ahí toda su vida sabía que aquel bosque guardaba muchos misterios y peligros desconocidos, sin embargo, ella pensaba que tal vez sería lo mejor así, su familia por fin se preocuparía por ella, quizá así, dejaría de ser una carga, tal vez su muerte era lo mejor para todos y, con éste pensamiento cerró los ojos, pero, no podía rendirse, quería ver una vez más el resplandor de la sonrisa de aquel chico rubio que había conocido, quería escuchar de nuevo las tonterías de su amigo castaño y ver los enigmáticos ojos de su amigo misterioso, así que no podía darse por vencida y haciendo uso de su voluntad se paro como pudo, no obstante, un lobo había aparecido frente a ella paralizándola y haciendo que tragase grueso.

Creyendo que cualquier cosa que hiciese la llevaría a  su final, pidió perdón por pensar en morir y le dedicó a Buda una plegaría mientras veía como aquel animal se disponía a atacarla, sin embargo, lo que observó la dejó sin habla, pues, de la nada un ser había salido y ahora mordía la yugular de aquel animal que antes se veía feroz, para ahora, verse indefenso a la vez que agonizaba, helando su sangre al escuchar aquel sonido irreconocible y espectral, mientras una fragancia exquisita llenaba el ambiente queriéndola hipnotizar, a la vez que unos ojos rojos la veían con mucho detenimiento y escrutinio.

Los segundos parecían horas y la menuda joven no podía hacer nada, mientras aquel ser terminaba de beber de su presa e iba por la siguiente amedrentandola al acercarse cada vez más y oliendo su cuello sin poderlo parar, le daba el beso de la muerte, pues sintió un dolor muy punzante clavado en ella a la vez que él bebía su sangre y su vista se volvía nublosa, luchando por apartar a aquel ser de tinieblas y suplicando un milagro, suplicando por su vida..., suplicando un imposible, a la vez que ella se desvanecía en tinieblas y aquel ser disfrutaba de su presa exhibiendo aquellos ojos rojos como el fulgor del fuego del infierno.

CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora