Dylan llegó a casa y su esposa lo esperaba como siempre, sonriente y bien vestida. Su largo cabello dorado siempre estaba intacto incluso cuando se iba a la cama y eso a Dylan le encantaba porque era una de sus partes de favoritas aunque cada día dejaba de verla un poco más.
Cenaron como cualquier pareja sin hijos, conversaron como dos profesionales y se fueron a dormir como dos grandes hipócritas después de hacer el amor.
Gisselle, tenía ahora una nueva rutina de hace dos meses.
Revisar los correos de su marido y leer el historial del chat. Esperó que Dylan se quedara en un profundo sueño y se escabulló hasta el despacho, la contraseña seguía siendo la misma, pero cada vez que la escribía se sentía igual.
Traicionada.
Dylan: ¡Ya no soporto más!
Candice: ¿Qué sucede, bombón?
Dylan: Cada día es más difícil verla a la cara. Todos los días me recibe con una sonrisa, se ha cambiado el corte de cabello y además su perfume no es el mismo. ¡Algo no está bien!
Candice: Quizás encontró a alguien más. ¡A quién le importa!
Dylan: ¡A mí me importa, soy su marido!
Candice: ¡¿La amas?! ¡Es por eso que has estado toda la mañana callado! ¡Maldito, imbécil!
Dylan: ¡Candice, no me toques los huevos en estos momentos!
Candice: ¡Vete a la mierda!
A Gisselle le provocó una risa de malvada que hasta se tuvo que cubrir la boca. Ya leer el romance que tenía su marido y su secretaria no la hacían llorar, había dejado de hacerlo hace un mes y cada vez estaba más decidida a salvar su matrimonio. Sabía perfectamente que su marido la amaba, solamente era cuestión de tiempo para darse cuenta que estaba confundido, aburrido, cansado de la rutina y el doloroso resultado que arrojaba la prueba de embarazo.
Pero este mes iba a ser diferente, Gisselle estaba embarazada, pero no encontraba la manera de decírselo, quería acabar primero con ese romance y abrirle los ojos a su marido. Desde que descubrió que la engañaba con Candice, decidió ir al día siguiente, al peluquero, al gimnasio aunque no lo necesitara. A comprar lencería nueva y por último el supermercado para preparar una cena romántica y especial para ella y su marido.
Esa noche Dylan llegó cansado, pero cuando vio que su amada Gisselle esperaba por el en lencería color negro y además una cena a la luz de las velas, Dylan dejó caer su maletín y decidió ir por el postre primero.
Al principio Gisselle quería matarlo, era un maldito bastardo por haberle engañado ya siete meses y contando. Pero entre más leía esas dolorosas y a veces sucias conversaciones, más era la fortaleza para salvar su hogar, y su sueño.
Gisselle apagó el ordenador como de costumbre, pero al momento de hacerlo recibió un último correo electrónico. Puso los ojos en blanco y suspiró porque ya se imaginaba lo que Candice tenía que decir o enseñar. Ya Gisselle conocía cada parte y ángulo del cuerpo de Candice por las fotografías que ésta enviaba más de una vez al día desde su ordenador a Dylan y no era de extrañarse que recibiera una a última hora del día después de su pelea.
Para: Dylan Russell
De: Candice Love
Espero que tu promesa se cumpla esta vez.
No confío lo suficiente en ti, por lo tanto te daré un empujón.
Candice Love.
Asistente de Gerente General.
Infinity Inc.
Ésas últimas palabras fueron para Gisselle como una daga en el corazón. ¿A qué se estaba refirieron con esa promesa? Era ahora o nunca, Dylan tenía que saber su embarazo y si Candice tenía el plan perfecto.
Gisselle también.
...
A la noche siguiente Dylan y su esposa Gisselle, se encontraban en casa de los padres de Dylan, era una cena importante para todos, ya que los Russell estaban cumpliendo su cuadragésimo aniversario. No solamente iba a ser una celebración, sino una noche llena de noticias y de perdón.
No es que a Gisselle no le importara la infidelidad de Dylan, éste era tan estúpido que ni siquiera se daba cuenta que su esposa no solamente sabía de su amorío con Candice, sino que también, desde el momento en que Gisselle se dio cuenta de su embarazo dos semanas atrás, le había prometido a su bebé perdonar a su padre siempre y cuando éste volviera a luchar no sólo por su amor, sino su confianza, aquella misma que había traicionado por haber caído en la rutina de ser solamente ellos y haber confundido cansancio con aburrimiento.
No le iba a ser nada fácil el trabajo, pero lo intentaría por el hijo que estaba en camino.
—Tengo algo que decirles, familia—Empezó Dylan. Su traje de tres piezas, hacía que luciera más atractivo que nunca según Gisselle, o era la desesperación por sentirlo cada día más suyo.
Las peleas que había leído de él y Candice, le habían dado luz verde. Dylan estaba confundido, la forma en que le hacía el amor su mujer, lo confundían y lo enamoraban más. La manera de hablarle, de sonreírle e incluso, enviarle presentes cada vez que tenía un día difícil. Eso a Dylan lo mataba y a la vez lo hacían volver a recordar aquellas tardes en Londres.
Dylan se lo dijo a Dallas que se encontraba en las afueras del país. Y su amigo le respondía que quizás él hasta ahora empezaba a ver la esposa perfecta que tenía y que siempre ha tenido.
—Deja tu mierda con Candice—Le replicó Dallas—No es justo para Gisselle, siento que hasta yo le estoy fallando.
—Nunca se lo digas—Le imploró Dylan desde el teléfono—Prométemelo.
—Te lo prometo—Dallas se dio por vencido.
Era demasiado fiel, o demasiado estúpido para guardar un secreto como ése. Dylan siempre hacía que le prometiera que no le diría nada a Gisselle y Dallas cerrando sus ojos y odiándose cada día un poco más, lo hacía.
—Yo también tengo buenas noticias, cariño—Le susurró Gisselle.
Dylan la escaneó por última vez, Gisselle lucía un vestido largo color blanco de ceda, su cabello dorado lo había recogido y sus largos pendientes las hacían ver como una dama clásica y hermosa. Dylan escuchó el timbre sonar y todos ignoraron el sonido de los tacones en el mármol, menos dos personas. Dylan y Gisselle.
Gisselle se quedó sin palabras al ver a la pelirroja caminar hasta su marido, por inercia Gisselle se hizo a un lado como si ella sobrara en el retrato familiar y escuchó a Dylan cuando dijo:
—Ella es Candice—Dijo hacia su familia, todos fruncían el ceño sin entender lo que pasaba.
Antes de caer desmayada, Gisselle tomó su bolso y salió corriendo de la casa de sus suegros. ¿Cómo era posible que Dylan hiciera eso? ¿Cómo pudo ser capaz de humillarla de esa manera? Muchas preguntas inundaron en la cabeza de Gisselle y todos arrojaron a una sola.
Todo había acabado.
Regresó a casa esa noche para tomar solamente su ropa, no se llevaría nada más que su ropa y los bocetos en su despacho junto con su laptop. No se llevaría nada, ni tampoco los recuerdos, quedarían ahí junto con sus sueños, sueños de los que se encargó Dylan Russell de terminar de destruir.
Tampoco quedaría ninguna fotografía de los dos, ni siquiera en el ordenador de Dylan, Gisselle estaba borrando cada recuerdo, aunque tardara un poco más en su corazón.
Pero como si su instinto de mujer y futura madre le llamara, hurgó en el escritorio de su esposo y encontró lo que tanto temía ver. Sin pensarlo dos veces y con nuevas lágrimas en su rostro... firmó los papeles del divorcio y se llevó una copia con ella.
ESTÁS LEYENDO
Alguien más (Relato corto)
Short StoryLa vida puede jugar de muchas maneras, y los sueños pueden cambiar de la noche a la mañana. Los sueños de Giselle Williams era convertirse en una gran diseñadora de modas, y lo hizo. Los sueños de Dylan Russell era llegar a tener su propia empresa d...