Capítulo 3

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Dylan no perdió el tiempo tampoco al día siguiente. Candice lo esperaba con maletas para ocupar ahora el lugar de su nueva compañera de casa. Se sentía el hombre más feliz, aunque el más miserable de todos, ni siquiera habló con Gisselle, cuando regresó a casa encontró cajones vacíos y el aroma en el aire de la que un día fue su esposa.

Ahora Gisselle se encontraba sola, o casi sola. Ya que además de su ropa y sus lágrimas junto con lo que le quedaba de dignidad, también estaba Jules, su ama de llaves y la única persona que sabía todo lo que pasaba en su matrimonio y el único hombro en el cual lloró más de una vez.

—Todo estará bien, mi señora—Le dijo Jules a Gisselle mientras desempacaba su ropa. Jules era una mujer de 40 años, indocumentada de la India que conoció una noche mientras venía de cenar con Dylan. Habían visto una mujer que estaba durmiendo bajo la lluvia y tanto Gisselle como Dylan la acogieron hace tres años atrás, convirtiéndose en su más fiel servidora.

—Lo sé, Jules—Dijo Gisselle, frotándose el vientre plano—Tendré que hablarle a Madeline y decirle toda la verdad, ya no puedo seguir mintiéndole a mi hermana.

—Lo que usted necesita es descansar—Le aconsejó—Venga a la cama que ahora mismo le preparo algo de comer, el apartamento es pequeño, pero servirá mientras el bebé llegue.

Gisselle sintió una punzada en su estómago. Había salido a alquilar un pequeño apartamento en el centro junto con Jules. No contaba con mucho dinero, y todavía faltaban dos meses para que la boutique empezara a operar y su vida tuviera un giro normal.

Esa misma tarde llamó a su hermana, quien siempre se encontraba fuera de la ciudad. Después Gisselle recibió varias llamadas de su ahora ex suegra, quien le brindó todo su apoyo y que tanto como ella como sus hijas, hermanas de Dylan junto con su padre, estaban devastadas por la nueva decisión que Dylan había tomado de la noche a la mañana.

—Voy a estar bien—Dijo casi en un susurro—Continuaré con mi vida como él seguramente ya continuó con la suya.

—Lo siento mucho, querida. —Dijo entre lágrimas, la mujer que había sido como una madre para ella también—Estaremos aquí siempre que lo necesites.

—Gracias, pero estaré bien.

Al día siguiente Gisselle nuevamente estaba llevando sus maletas, para lo que ahora sería su hogar.

La casa de su hermana Madeline, quien se ofreció a ayudarla, no sin antes maldecir a todo pulmón a su ex cuñado replicando que jamás le gustó su cara de arrogante.

Gisselle después de escuchar a su hermana desahogarse le dio la noticia de que estaba embarazada.

—¡Lo voy a matar! —Le gritó por el teléfono—Te juro que lo haré.

—Madeline, por favor él no sabe nada de mi embarazo.

No solamente Gisselle estaba ocultando su embarazo de todo el mundo, excepto de Jules y su hermana, sino que también de su ubicación.

Nadie sabría, ni siquiera al que era su mejor amigo, ya que empezaba a rechazar las llamadas de éste, solamente respondiendo con mensajes de texto diciéndole que todo estaba bien, que necesitaba estar sola.

Mientras la vida de Gisselle continuaba con su embarazo y los meses pasaban, ahora contaba con una nueva y feliz rutina y era trabajar desde la casa de su hermana en sus diseños, su boutique era todo un éxito y estaba ya en planes de abrir otra tienda en las afueras de Londres, donde ahora se encontraba.

Por otro lado la vida de su ahora ex esposo no era la misma. Pensaba que sería todo un cuento de hadas, uno que una vez vivió y experimentó con Gisselle. Pero la vida da muchas vueltas y Candice resultó ser todo lo contrario al pequeño paraíso lleno de pasión y lujuria. Los primeros meses fueron como todo pecado, exquisito al comienzo y empieza a cobrártelas mientras pasan los días y meses.

A diferencia de Gisselle, Candice era una mujer muy diferente, no solamente en la cama a pesar de cumplir cada fantasía de Dylan, no era atenta como mujer, cariñosa o una mujer de hogar esperando por su marido.

En su caso se la pasaba de compras todo el día, después de que había presentado su renuncia debido al escándalo de la ruptura de su jefe.

— ¿Me ayudas? —Le preguntó Dylan a Candice desde el espejo mientras peleaba con su corbata, y por un segundo el rostro de Gisselle vino a su mente.

—Nunca he hecho una—respondió sin sentido de culpa, aquello hizo que el corazón y el estómago de Dylan se sacudieran y se acordara de su dulce ex esposa que le ayudaba casi todas las mañanas, soñolienta y desnuda a hacer el nudo de su corbata.

Eso hizo reír a Dylan y decidió mejor no ir a trabajar ese día con corbata.

No solamente en eso Candice fallaba en el hogar que ahora compartía como su mujer, sino que también la casa se mantenía en completo desastre, la cena nunca estaba hecha, pero eso sí, ella siempre estaba lista para acción de cada noche, algo que estaba empezando a irritar a Dylan sin darse cuenta y hacer comparaciones entre ahora su nueva mujer y su todavía esposa, Gisselle.

Dylan todos los días recordaba los papeles de divorcio en su escritorio.

Sin entregar. Y entre más recordaba que debía entregarlos a su abogado y legalizar su divorcio, cada día y a cada minuto tenía un motivo nuevo para arrepentirse de la decisión cobarde y egoísta que tomó hace cinco meses. Pero más que papeles, también había algo más, algo que Gisselle no se llevó y que no sabía que estaba en uno de los cajones de Dylan.

Una fotografía de ellos dos juntos. Dylan todos los días la miraba antes de dormir y si podía antes de irse a trabajar también.

«Eres un hijo de puta, Dylan Russell» Pensó mientras iba en su automóvil nuevo—Capricho de Candice—Quedándose más tiempo del que le tomaba tomar su maletín y bajarse del auto, una pregunta golpeó en su pecho.

—¿Dónde estás? —Dijo en voz alta, sintiendo el dolor de su ruptura por primera vez en meses.

Dos días después Dylan tomó el valor en empezar a preguntar por Gisselle y empezaría por la única persona que él pensaba que sabía del paradero de ella, su mejor amigo. Dallas.

—No sé dónde está—Dijo Dallas con mucha sinceridad, había hablado el día anterior con Gisselle pero ésta siempre le decía que Estaba bien y que no se preocupara por su paradero y respetara su decisión.

—Creo que me equivoqué—Le dijo Dylan, dejándose caer en su silla dentro de su despacho—Creo que cometí el error más grande de toda mi vida.

Aquello sorprendió a Dallas y sintió el dolor de su amigo, pero se lo merecía, la forma en cómo manejó las cosas fueron demasiado crueles para Gisselle, por lo que una parte de él se sentía aliviado de que él también estuviese sufriendo lo que Gisselle sufrió al ver que su marido la había abandonado y humillada fuera de casa para que otra mujer no mejor que ella ocupara su lugar.

—¿Y hasta ahora te das cuenta? —Preguntó Dallas—Han pasado cinco meses desde que Gisselle se fue.

—¿Me creerías si te digo que lo supe desde el día siguiente que no me despertaron sus besos o su cabello haciéndome cosquillas en el rostro? —Dylan sonrío para sí, sin esperar una respuesta de su amigo—Por favor, dime dónde está.

—No lo sé, Dylan y aunque lo supiera no te lo diría, la cagaste, la cagaste demasiado para que ahora quieras buscarla de nuevo.

—Necesito verla, necesito explicarle y pedirle perdón. ¿Qué sabes de ella?

—Ella sólo dice haberlo superado.

—No sé qué hacer con mi vida—Susurró Dylan.

—Superarlo y seguir con tu vida como lo hizo ella. —Dijo Dallas con voz firme—Pero intentaré buscarla, solamente porque es mi amiga y necesito verla, yo también debo pedirle perdón.

Las palabras de su amigo no ayudaban en nada en ese momento, pero tenía razón. Ella tenía todo el derecho de seguir con su vida, una que él mismo la arrastró o más bien obligó a que tomara de la noche a la mañana. No siguió insistiendo y decidió buscar a Gisselle por cuenta propia, no sabía cuánto le iba a tomar, pero estaba dispuesto a todo para que su amada Gisselle lo perdonara, aunque no regresara de nuevo con él. Al menos merecía eso, y si ella era feliz como se lo dijo a Dallas, lo respetaría.

Alguien más (Relato corto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora