-XXVI-

28 2 0
                                    

XXVI-Veintiséis-En brazos desconocidos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

XXVI-Veintiséis-En brazos desconocidos.

Desperté bastante cómoda, el pecho de Alexander subía y bajaba con lentitud, sus ojos estaban cerrados, parecía un ángel, se veía tan hermoso que no me provocaba moverme de mi lugar, si no fuese porque mi vejiga reclamaba ir al baño, no me hubiese levantado, entré en el baño y allí una vez vacía mi vejiga, me observe en el espejo, tenía ojeras y el cabello enredado.

-Buenos días hermosa-dijo la voz masculina, rasposa y suave de Alexander, quien me sorprendió con un abrazo por detrás, cuando nuestros cuerpos se unieron, sentí su miembro erecto, lo cual me tenso y él mismo lo notó, me sonrío a medias e hizo como si no hubiese pasado nada.

-¿Tienes hambre?-Preguntó Alexander, cuando estuvimos en la sala, me encontraba viendo un programa de farándula, donde mostraban la verdadera vida de los artistas, asentí y lo seguí a la cocina, se colocó su traje de cocinero, me guiñó un ojo y se dispuso a su labor.

Desayunamos en medio de risas, alguno que otro chiste por su parte, me dediqué a disfrutar un poco de él, su sonrisa me cautivaba, era de aquellas que se transmitía, de una manera buena. Subimos a su habitación, me encerré en el baño, me di una caliente ducha, cuando me di cuenta que no había traído ropa limpia, era muy tarde, grité el nombre de Alex, en minutos estuvo en la habitación, mirándome sorprendido, por suerte al mirarme en bata, se dio cuenta del mensaje.

-Te buscaré ropa limpia-Dijo Alexander, sonriéndome. En minutos, trajo con él una ropa deportiva junto con ropa interior, me vestí rápidamente y salí oliendo a perfume de almendras, me encantaba ese olor, era el perfume que ocasionalmente, utilizaba Alexander.

-Estoy lista-Dije rompiendo el silencio en la sala. Alexander, esbozó media sonrisa, tomo las llaves del auto y salimos vía al cementerio, llegamos en una hora y veinte minutos, bajamos y encontramos a varias personas, casi las mismas que visitaron a Matteo ayer, rezaban oraciones y veían la urna, al verlo de nuevo, mis sollozos volvieron a la vida, a mi vida.

-Señorita, debemos enterrar la urna. Aléjese un poco de la tierra.-Dijo un hombre trabajador del cementerio; mis lágrimas corrían por toda mi cara, los musculosos brazos de Alexander, me abrazaban por la espalda, atrayéndome a su caliente cuerpo.

-Hija debemos irnos-Mencionó mi padre en mi oído, Alexander me soltó y mi padre me tomó como si fuese su bebé, me tomó de la mano y caminamos juntos, hasta donde estaban estacionados los autos, me ayudaron a sentarme en un asiento del auto, a medida que lloraba mucho más, mi corazón se achicaba, Alexander entró en el auto, tras despedirse de mis padres.

-Tranquila, cielo. Iremos a divertirnos.-Dijo besando con cuidado mi mejilla.

-Abrázame Alexander.-Supliqué llorando. Inmediatamente, me envolvió en sus dulces brazos, me proporcionó calor humano, sentí una mezcla de emociones en ese momento, sin olvidarme de lo que estaba ocurriendo en mi vida, me aparté. Él encendió el auto, rodamos de regreso a la ciudad, llegamos a un área de comida, bajamos y caminamos cada uno por su lado.

-Gracias, Alexander.-Dije cuando estuvimos en un lugar poco concurrido, me arroje a sus brazos, dándole un abrazo espontaneo.

-No tienes que agradecerme, lo que hago por ti y por ese bebé, es con mucho amor.-Dijo Alexander, besando mi frente.

Almorzamos en silencio, paseamos por un parque donde no había mucha gente, nos recostamos en el pasto, esperamos a que oscureciera en silencio, el único ruido eran los gritos de niños jugando, algunas madres hablando y otras personas caminando por el lugar.

-Extrañaré mucho a Matteo -Dije seriamente, sin soltar ninguna lágrima.

-Está en un lugar mejor, ojalá que Amelia esté en el cielo-Susurró Alexander, en su rostro se veía tristeza.

¿Quién es Amelia?-Pregunté perdida en el tema e interesada.

-Mi ex-esposa.-Mencionó cabizbajo.

-Oh, discúlpame. No sabía que te habías casado.-Dije arrepentida, sabiendo en lo más profundo de mi corazón.

-Nos casamos, cuando nos fuimos a vivir juntos, ella empezó a cambiar, muy drásticamente, era amable, era interesada conmigo, incluso reíamos juntos, lo que era extraño porque jamás tuvimos una relación tan estrecha, como en los últimos meses. Le descubrieron que tenía... -Dijo Alex, sin terminar su oración, supuse con antelación que era una situación fuerte lo que mencionaría a continuación, era por ello que no pudo seguir con sus palabras, soltó lágrimas, intento calmarse, solamente me acerqué y lo abracé -le diagnosticaron que tenía un tumor cerebral, lo llevaba bastante avanzado, le cortaron el cabello, sufrió dolores muy fuertes, duramos solamente dos meses y ocho días de casados, no celebramos luna de miel, porque comenzó a dolerle la cabeza fuertemente y fuimos al médico, todo fue difícil, te juro que quise salvarla.-continuó con voz dolorida.

-Lo siento tanto, Alex. -mascullé entre dientes. 

-Tranquila estoy seguro que aunque ella haya tenido momentos de ser una mala persona, se arrepintió y está en un mejor lugar, el cielo y vive la paz infinita. -Dijo Alexander, acercó su rostro al mío, nariz con nariz y depositó un tierno beso en mis labios, dulcemente. Le seguí el gesto, haciendo que el beso se volviera mucho más intenso, cariñoso y deseoso, ambos sonreímos con facilidad al final del gesto.

-Disculpen interrumpirlos, aquí tienen su orden.-Dijo un chico con las mejillas sonrosadas, junto con nuestra orden: un asado de res, pollo frito, patatas fritas, un batido de frutas, vodka y un pastel de chocolate.

-Abre la boca, preciosa. -Dijo Alexander con una cucharilla llena de pastel de chocolate junto con un par de fresas, una mezcla perfecta que me hizo agua la boca.

-Ñaan, delicious Dije eufórica con el sabor en mi boca.

Tras el almuerzo cargado de cariños y el rico postre, paseamos por una montaña que nos llevó a una iglesia, allí rezamos algunas oraciones, hicimos senderismo y me llevó a casa, cuando llegamos tenía miedo, no quería quedarme sola, sin embargo, era el momento de tener espacio personal, superar yo misma mis miedos.

Pasaron algunos días tristes, una semana de melancolía, cargada de horas que me llevaron a sentirme sola, triste y desolada, quería estar con Matteo, sentir que vivía con él a mi lado, vivir mi embarazo con él, pero no todo es como lo planeamos, no es como lo deseamos.

-

¿Que pasó preciousura? ¿Te animas a compartir tu opinión acerca de la historia? ¿Me ayudas a compartirla? Un beso grande, precious. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amor Efímero-2-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora