—¡PROTESTO! El testigo contradice el informe de la autopsia realizada.
Un juicio comenzado a las diez de la mañana, ya tenía tres horas en proceso, todos los presentes estaban asombrados por como un novato se enfrentaba a un fiscal con diez años de experiencia. Entre el público algunos hombres contemplaban incrédulos al abogado que estaba a cargo del caso.
—¿De verdad ese es nuestro idiota? —cuestiono uno de los presentes impresionado—. Ni parece ser la misma persona.
—Tienes razón, es como ver a gemelos —afirmo otro de los individuos.
Sebastián contemplando el desenvolvimiento del juicio estaba igualmente asombrado, sin demostrarlo especialmente, Kirios realmente lucia como alguien totalmente distinto tanto fuera como dentro de los tribunales, su timidez e ingenuidad quedaban suprimidas por una personalidad segura y llena de confianza. Al finalizar el juicio el mismo grupito fue a buscar a aquel abogado encontrándolo junto a su cliente.
—Muchas gracias —la persona a quien Kirios había defendido resulto ser un enfermo que fue acusado por cometer un supuesto asesinato contra un paciente del hospital donde trabajaba, aunque esto había sido mentira—. Toma, pude juntar el dinero a tiempo, jamás podré pagarle lo suficiente.
—Kirios —lo llamaron sus "amigos" una vez que estuvieron fuera del juzgado—. Amigo, ¿Qué tal si nos invitas a beber algo?
Todos estaban comenzando a acercarse tanto a Kirios que Sebastián sin dar explicaciones lo tomó de una muñeca y se lo llevo dejando al grupo confuso, últimamente lo veían más tiempo con el "idiota" qué con ellos, algo muy inusual en el frío y distante Sebastián. Al estar lo suficientemente lejos soltó al azabache que se masajeo el brazo pues por la fuerza con que había sido arrastrado había comenzado a acalambrársele—. Siento haberte jalado tan repentinamente —se disculpó evitando mirar al contrario a los ojos.
Kirios más que nada, seguía sorprendido por la repentina actitud de Sebastián, pero en su mente, haberlo apartado del grupo lo interpreto como una intención de protegerlo, tal vez quienes se le aproximaron no tenían buenas intenciones o quizás solo quería poder tener una conversación tranquila.
—Sebastián, ¿Podemos volver hoy a casa juntos?
Era bastante raro que alguien le realizara dicha petición, no obstante, Sebastián se sentía incapaz de negarle algo a Kirios, después de todo, era la única forma de vida humana que aceptaba estar a su lado, mucho más, hablarle. Caída la noche mientras se dirigía a la entrada de los tribunales pudo contemplar algo raro, podía ver a Kirios hablando por el teléfono quien pese a que sostenía una sonrisa podía notársele nervioso y un tanto alterado, ese tipo de actitudes nulamente eran vistas en el pelinegro.
—Siento la demora —aun cuando le daba algo de curiosidad saber que podría poner tan alterado a Kirios, meterse en asuntos ajenos era algo que iba contra sus principios, además, insistir era prácticamente inútil contra Kirios, este siempre lograba evadir con suma perfección las preguntas y cambiar el tema haciendo que todos olvidaran su pregunta original. Mientras caminaban a casa sostenían pequeñas conversaciones, al llegar al cruce Sebastián encontró un tanto sospecho que alguien estuviera parado justamente en ese sitio donde apenas transitaba la gente—. ¿Se le ofrece algo? —pregunto con su acostumbrada tranquilidad.
—¿Tu eres Kirios? —pregunto el hombre mirando retadoramente a Sebastián.
—E... ese... ese soy yo —dijo Kirios ligeramente intimidado, el tono de voz con que hablaba el de ropajes negros lograron hacerle sentir como si se encogiera.
—Necesito hablar contigo, así que pídele a tu mosca de amigo aquí presente, que se largue.
Kirios intentando tranquilizarse le ofreció una sonrisa a Sebastián—. Lo siento —se disculpó sintiendo la fulminante mirada del hombre que deseaba hablar con él—. Nos... nos vemos mañana.
Contemplando como Kirios se iba acompañado de aquel extraño hicieron sentir algo de preocupación en Sebastián, la actitud del pelinegro había sido demasiado extraña, aun cuando era un idiota, Kirios pocas veces titubeaba al hablar e intentaba hacerse entender, pero esta vez eso no había ocurrido, simplemente se limitó a obedecer y escuchar.
Estando en su hogar, Sebastián por primera vez en mucho tiempo debió cenar junto a sus padres, aquello era totalmente una novedad por parte de sus progenitores quienes pasaban la mayor parte del tiempo fuera de casa. Siendo los dueños de numerosos hoteles y empresas apenas si recordaban tener un hijo, se sumergieron tanto en su trabajo que era increíble que hubiesen llegado a los ochenta años completamente sanos.
—¿Cómo te ha ido en tu trabajo?
—Bien.
—¿Cuántos clientes has tenido?
—Bastante.
—¿Mucha competencia?
—No.
Sebastián desde pequeño siempre debió brindar repuestas cortas a sus padres quienes rara vez tenían tiempo para sostener conversaciones, muy apenas y acudían a casa, creciendo solo y con una educación sumamente estricta le sorprendió el hecho de que se le permitiera asistir a una universidad, pues creía que sus padres estarían en total desacuerdo. El resto de la cena transcurrió en completo silencio, en su habitación Sebastián comenzó a leer algunos papeles sobre las compañías que actualmente eran las sedes principales de su padres, era difícil saber cuándo sus padres iban a sucederle todo lo que poseían, pero debía estar preparado para cuando el momento llegara, de otra forma terminaría de patitas en la calle, distrayéndose un poco su mente pensó en Kirios, su comportamiento no había sido el habitual, incluso podría decirse que no era el mismo de siempre.
A la mañana siguiente cuando llego a los tribunales para un juicio se topó con Kirios justo en la entrada, desde el primer momento supo que algo no estaba bien, por no mencionar el ojo derecho que claramente tenía un color demasiado extraño, al dirigirse juntos al baño aprovecho para indagar un poco, pese a sus principios sobre no meterse en asuntos ajenos con Kirios todo era importante, siempre tenía que ir contra toda corriente para saber si realmente todo estaba bien.
—¿Cuánto tiempo piensas quedarte callado? —hablo repentinamente mientras se lavaban las manos.
—¿Eh, de que estas hablando?
—No intentes engañarme —exigió Sebastián señalando el lado derecho del rostro de Kirios—. ¿Dónde te has hecho ese moretón?
La sorpresa no tardo en apoderarse del rostro de Kirios, era como si creyera que podría ocultárselo a todos, sin embargo, era un iluso si creía que engañar a Sebastián será fácil, él era la única persona sobre la faz de la tierra a la cual jamás podría ocultarle las cosas, era como si pudiera ver a través de él, sin embargo, no deseaba darle problemas innecesarios a alguien.
—No paso nada, solo no vio por donde iba.
—Eres un idiota...
—¿Qué?
—¡Que eres un idiota!
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Hasta aquí llega el cap, espero les haya gustado.
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Nos escribimos y nos leemos en le próximo capítulo.
¡SAYONARA!
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El idiota del que me enamore (YAOI)
RomantikSebastián es un joven abogado con un futuro prometedor, su seria forma de ser y apariencia le brindado una gran popularidad haciéndolo estar rodeado siempre por gente tan diversa como poco deseable. De entre las muchas personas con las cuales a diar...