Capítulo 3: John

12 2 0
                                    

Éste capítulo va dedicado con todo mi cariño a una de mis más grandes amigas, Barby, que perdió a su papá hace unos días. Sé fuerte y tú sabes que os tienes siempre a mi y a las chicas. Lo lamento muchísimo.

→→→→→→

Luego de un día agotador, logré llegar a casa con mis nuevos moretones, ya ha decir verdad, apenas caminaba, y lo peor era que no quería que la gente me mirase de ese modo, con lástima, todo mundo siempre me ha mirado así, y me hiere. Mi vida es todo menos perfecta, pero no necesito que me lo recuerden. Hice mi trayectoria por las calles más solitarias, tratando de evitar el contacto visual con otras personas. Al principio me sentí orgullosa de tomar aquel camino y luego mi dolor fue aumentando de tal modo así mi rostro comenzó a contraerse de impaciencia y frustración. En ese instante me dispuse a volver a abrir mis ojos y mirar al frente. No fue buena idea; casi toda la vecindad me miraba con cierto ajeno sufrimiento. Joder, ni un minuto podía estar sola. Fue entonces cuando recordé que faltaban algunas horas para que mi padre volviera a casa, y sí la comida no estaba preparada, el se mandaría de las suyas. Apuré mi andar e ignoré todas las miradas confusas de mi alrededor, sí que debía de dar asco. 15 minutos luego, llegué a mi casa, soltando un gran suspiro antes de abrir la puerta principal. Me encontré con un gran desorden y algunos cuadros rotos en el suelo, me apresure a subir las escaleras y empecé a escuchar varios sollozos, mi madre.

-¿Qué diablos ha pasado?-pregunté tratando de mantener mi calma.

-Tú padre, él volverá y la comida no estará finalizada, y.. y-y el.. -comenzó a tartamudear y cerré mis ojos conteniendo mi desesperación.

-Yo la haré, cómo siempre madre, no entiendo por qué montas tal escándalo cuando sabes que yo llego y preparo todo-bufé agotada. No obstante, comenzó a llorar, y cansada, bajé las escaleras. Siquiera había notado todos mis golpes y la sangre corriendo por mis rodillas. Qué vida.

Me adentre en la cocina dispuesta a terminar el labor que ya hace años me correspondía, y cuando terminé, me dirigí a limpiar el desastre. Minutos luego escuché unos ruidos provenientes de las escaleras.

-Joder! ____!-gritó.

-¿Y ahora qué? -me quejé dándome la vuelta, instantáneamente sentí un liquido espeso correr por mis manos y las miré rápidamente. La sangre había aumentado notablemente. La ignoré y le hice un gesto despreocupado a mi madre para que continuara colmando mi paciencia.

-John se ha marchado-dijo al borde del llanto. Instantáneamente choqué mi mano contra mi frente y el ardor volvió a quemar mi piel. Ahogué un grito y noté que mi madre me miraba, pero no mencionaba nada de mi estado. Claro, siempre es lo mismo. «¿Acaso pensabas que volverías golpeada y ella te curaría? Qué niña» me tragué mis idioteces y rápidamente escuché un portazo. Me dí la vuelta. Mi padre había llegado.

-Ve arriba mamá -le dije

-Per.. -interrumpió.

-Ya te lo dije, mamá, joder; ve arriba-finalmente subió y volví a posar la mirada en mi padre, quien se fue acercando de a poco.

-¿Está lista mi comida? -imputó haciendo énfasis en la palabra "mi".

-Lo está-respondí sintiéndome invadida.

Instintivamente me alejé un poco y el me tomó de la muñeca. Tragué mi saliva y me obligué a mirarlo a los ojos. No sabía exactamente qué haría conmigo.

-Ven conmigo -dijo para luego soltarme y caminar hacia la cocina. Lentamente tomó asiento en la banqueta donde tenía su plato servido y lo olió sin sacarme la vista de encima.

-Está fría -se quejó para luego lanzarme un fideo en el ojo, lo tomé con mi mano dañada y volví a tragar pesadamente. -¿Acaso tu piensas que ésa asquerosidad está comible?-se limitó a decir.

-Sí -desafié.

-Entonces pruébalo, ven y pruébalo -dijo antes de echarle demasiada cantidad de sal y pinchar algunos fideos con su tenedor, acercándolos a mi rostro.

Me obligué a probar uno y lo tragué rápidamente, mi rostro se contrajo de tal salado bocado. Dejé escapar una lágrima y noté las manos de mi padre marcar mi cuello. Intenté respirar pero me fue imposible, hasta que de un empujón me soltó, haciéndome caer sobre el estante de platos de porcelana, el vidrio de tal se rompió y sentí que mi padre se acercaba, traté de alejarme, pero el armario me lo impedia, de tal modo que terminé agujereando mi espalda. Joder, que dolor insoportable. Me resistí a gritar y lo miré por inercia. Luego de eso, comenzó a golpearme constantemente en mis pómulos, para luego golpear mi mandíbula, después de deformarme lo suficiente, empezó a patear mi estómago y piernas. Consecutivamente, levantó mi blusa, y el asco se apoderó de mí.

-Te volvería a follar, pero estás demasiado gorda para eso -dijo subiendo sus manos a mi brasier. Me sentí sucia, pero especialmente débil ante él. Dispuesta a aguantar nuevamente sus manos y su boca sobre mi piel, me rendí, y después de sentir algunas de sus forzadas, finalmente me quedé dormida.

(+)

Desperté con tanto dolor, que no sabía que dolía más, si mi espalda, mi cara, o mi estómago. Además de mis pechos, bajé mi mirada a mi cuerpo y ahogué un grito. Me encontraba sin brasier, y con mis jeans rotos, inundados de mi supuesta sangre. Cerré mis ojos, y tomé valor para volver a mirar. Me levanté y me dirigí al baño no preparada para que nadie me viese así, y cuando estuve frente al lavabo y el espejo, una lágrima irrumpió descaradamente. Mi estado era defenestrante, desagradable, tenía ganas de morir ahí mismo. No sé que me asustó más, sinceramente, si mis moretones en los pechos, o quizá la sangre que corría de mi frente, gracias a unos variados cortes, si mi panza moretoneada, o mis ojos bordos, junto con mis pómulos destrozados. O quizá, simplemente yo misma me daba asco, me daba asco la facilidad de entregarme a ese hombre, que no merecía ser llamado Padre por nadie.

No dispuesta a ahogarme en mi depresión y dolor consecutivo, comencé a limpiar mi rostro con una toalla. Y luego, tomé el maquillaje. El cuál deposité minutos después. ¿Por qué debería de ocultar mis golpes? ¿Por que haría de ocultar mi realidad? Rápidamente fui a mi armario a vestirme, y tomé mi bolso, para salir de casa. Aún me quedaban unos minutos para llegar bien a la escuela.

(+)

Entonces recordé por qué maldita razón siempre ocultaba mis golpes, por qué todas las miradas, indiscutiblemente, se dirigían hacia mí. Y lo sabía muy bien, quizá no sabían si mirar mi rostro, o mi cuello, o mis piernas, mis brazos, quizá sólo sentían lástima, y con suerte algunos preocupación. Pero lo que más sentían era asco. Nadie podía negarlo. Dispuesta a no ver a nadie más, o incluso a sus modos de observarme, me dirigí a mi casillero, tomé mis libros, y cerré de un golpazo, llevándome un susto al darme vuelta. Todos mis amigos se encontraban a mi alrededor. Seguramente esperando explicaciones.

-¿Qué diablos ocurrió contigo? -comenzó Taylor.

Sin ganas de contestar, frunci un poco mis labios, y noté todas sus miradas sobre mí. Todos me miraban de un modo extraño, especialmente Zac, pero no eran de esas miradas de lástima, eran miradas de arrepentimiento. Les conocía demasiado como para notarlo.

-¿Qué diablos ocurre con ustedes? ¿Y por qué me miran de ese modo? -pregunté rápidamente.

Zac suspiró y Louis tomó su hombro cariñosamente.

En cambio, Leo, Nicole, María y Clara, intercambiaron miradas y seguidamente, Nicole dio la iniciativa.

-Nos cansamos de fingir interés por ti, y Zac logró terminar de acomodar nuestros cerebros-suspiró y la miré confusa-Supongo que este es el adiós, me ha encantado fingir ser tú amiga, o mejor dicho, no del todo, me he cansado de las humillaciones que he pasado por defenderte. Y antes de que digas palabra alguna, tan solo, una pregunta, ¿acaso te miras en el espejo?, eres gorda, eres fea, inocente, y más que nada, eres idiota. ¿Cómo creíste que a nosotros nos interesaría tú amistad? Lo único que das es asco-.

Dicen que las más profundas verdades son las que más duelen. ¿No?

Without the loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora