Era primavera.
Las flores florecían a sus pies y Becca sonreía, aunque nadie le daba motivos para hacerlo. Llevaba dos estaciones sin ver a Rafe, seis meses. Recordaba vívidamente cómo se había levantado con la espalda apoyada en el árbol, sola. Recordaba mirar desorientada a los lados y gritar el nombre de Rafe. Recordaba pensar si lo ocurrido había sido realmente real.
Luego, días de más lágrimas. Diríais que ya estaba acostumbrada, ya estaba acostumbrada a que la gente y la vida le dieran duros golpes. Por eso se recuperó un poco mejor. Porque ya tenía el alma muy magullada de golpes. Casi creía que estaba bien. Casi. Se encontraba en un estado transitorio. No era que la pérdida de Rafe, su abandono a ella, le doliera mucho en sí. Le dolía saber que la única persona que había podido verla se había marchado. Bueno, los hombres sombra también podían verla, pero eso no contaba.
Becca tenía sueños por las noches. Les temía. Se quedaba en vela, observando la oscuridad y rezando porque no volvieran a aparecerse, al menos, ante ella. Aunque, por lo menos, si les hubiera visto, habría significado alguna pista de que todo lo que había visto era real. Y es que un futuro descorazonador es algo malo, pero no tener futuro es peor. Becca no tenía nada en el horizonte, nada a lo que anclarse, nada por lo que vivir. Solo las flores que brillaban a sus pies.
Había intentado regresar al cielo, a lo blanco. Quería ver a su padre de nuevo. Él siempre parecía estar ahí. En cierto modo, eso la reconfortaba; por otro lado, era frustrante tenerle a un palmo y no poder tocarle, no poder hablar con él, ni decirle que le quería. Ni siquiera podía pasar al otro lado. No estaba segura de qué era todo eso, la línea que les separaba o él mismo. Albergaba sus sospechas. Lo que sabía seguro era que ella estaba condenada a vivir. Su padre tenía una expresión apacible, una sonrisa en el rostro y unos ojos que reflejaban amor. Ella no tenía nada. Quería la paz pero no podía tenerla. Estaba condenada, sí, a vivir, aunque sin vivir. Becca pensaba que lo peor ya había llegado, mas siempre se percataba de que solo estaba tanteando los límites de su soledad y su condición. Así que lo peor estaba por llegar aún.
Aquel día, mientras se deleitaba con cómo las flores provocaban sensaciones en sus pies descalzos, Becca vislumbró el árbol a lo lejos. No es que se sorprendiera; por estas fechas, podía situarlo prácticamente desde cualquier punto del campo: norte o sur, este u oeste. No importaba. Sin embargo, vio a una figura apoyada en el árbol. Su negra silueta se proyectaba en el suelo y era muy visible, pese a la distancia. Debía ser que los únicos que no podían tomar el Sol eran los fantasmas, se dijo. Rebecca comenzó a andar despacio, sin esperanzas todavía. Empezó a percibir el olor a cuero en al aire, y su corazón se aceleró. Un paso, dos, tres. Algo podrido. El chico la estaba observando atentamente.
Estaba igual que cuando la había dejado. Sería justo decir que Becca esperaba que hubiera crecido, aunque, en cuanto le vio, se dio cuenta de lo inverosímil que era ese pensamiento: Rafe era un vampiro. Estaba atrapado en el vórtice entre la vida y la muerte, como ella. Si ella no había crecido en seis meses, estaba claro que él no tenía por qué ser diferente. Sin embargo, cuando la miró, fijamente, con sus largas pestañas negras y sus maravillosos ojos negros, Becca vio Algo. Algo con A mayúscula. Algo importante. Era un cambio, un cambio sutil bajo una atmósfera similar. Muchos no se abrían dado cuenta, pero ella lo percibió. Estaba mirándole tan profunda, tan intensamente, que incluso se dio cuenta de que sus ojos no eran del todo negros. Tenían un matiz... marrón. Marrón lo suficientemente oscuro para confundirlo con oscuridad.
-Hola.
Fue una frase muy común para romper el hielo, romper la tensión, y Becca se dio cuenta de que había estado tan absorta que se había acercado aún más de lo que estaba al principio. Casi podría rozarle la nariz con las pestañas. Dio un par de pasos hacia atrás, sintiendo que se ruborizaba, y esbozó una sonrisa torpe.
ESTÁS LEYENDO
Érase una vez
Random¿Qué pasa si coinciden un vampiro y un fantasma? ¿Cómo acabará el campamento militar para los adolescentes del futuro? ¿Qué hace Emma cuando su novio muere? Una serie de historias cortas de diferentes temas con las que entretenerte si quieres pasar...