Mis días se basaban en eso; rutinas.
Cada día pasaba lo mismo. Mi día a día se había convertido en algo predecible.
Por eso, cuando llegue a casa ese día, y encontré a mi papá en el suelo, rodeado de platos y una botella de vino en la mano, fue casi como si me hubiesen dado un fuerte golpe en la cara. No sabía como reaccionar, porque ¡cielos! Mi papá estaba tirado en el piso. Eso quería decir que no estaría bailando, ni dando saltos, ni cantando Wannabe de las Spice Girls y eso era completamente nuevo para mi. ¿Que se supone que se debía hacer en situaciones cómo está?
—Papá...— recuerdo que mi voz salió quebrada en ese momento. No me daba la imaginación para darme una explicación sobre porque papá estaba así.
—¡Hola, cariño!— sus palabras eran torpes y atropelladas, nunca lo había visto de ese modo... ¿estaba borracho?
—¿Qué diablos pasó?— me acerqué cautelosa, y le ayude a levantarse del suelo, casi no podía softener su propio peso.
Apoyo su peso en mi hombro y cuando estuvo de pie tambaleó un par de veces. En su mano derecha mantenía la botella de vino, y conseguí arrebatársela cuando lo recosté del fregadero.
Papá no parecía feliz con mi decisión e intento que le devolviera la botella —. ¡No, no! ¿Qué haces?
Mi altura no ayudaba mucho, pero intente alejarla lo más que pude mientras lo empujaba con el otro brazo.
—¿Qué haces tú?— le reclamé tomando distancia, no me gustaba el olor que traía: sudor, vino, incluso tal vez algo de cerveza y perfume barato.
Él se balanceó una vez más hacia mi, arriesgándose a casi caer de bruces al suelo, aunque fui lo suficientemente rápida para atraparlo.
—Papá— busqué su mirada, que se mantenía en mi mano con la botella—, ¿que te pasó?
Fue como si presionara un botón en el control remoto, dándole la orden de que llorara. Rompió en llanto dejándose caer al suelo, demasiado cerca de los platos rotos.
—FUE UN DÍA DUROOO— gritó en medio de las lágrimas. Yo por mi parte no me movía de mi sitio, todo era tan extraño para mi que era difícil reaccionar a sus acciones. Llorar, beber, arrastrar palabras y su torpeza para mantenerse de pie —. ¡Me despidieron! ¿Quién va a comprar el queso por la mañana? ¿Qué le daremos de comer a la cabra?
—Carajo— maldije en voz baja dejando la botella sobre la isla de la cocina. Me arrodillé junto a papá —. Hey, papá... debes ir a la cama. Luego veremos que hacer con... el queso y— trague antes de decirlo —la cabra.
Papá asintió distraído, y con un toque demacrado en la mirada. No lo había visto así nunca, ni siquiera cuando mamá... bueno, eso.
Como pude lo levanté del suelo, esta vez con más dificultad que la anterior. Ambos nos recargamos de la isla y papá, al ver la botella, la empujó al suelo. Los pedazos de vidrios se estrellaron en el suelo y en los gabinetes de la cocina junto con el líquido oscuro que todavía le quedaba dentro.
—Malo— susurró, con tono de reproche casi, y se aventuró a seguir caminando conmigo se bastón. Y maldije en el segundo que tuvimos que subir las escaleras vivir en una casa de dos pisos.
Una vez papá metido en su cama, tuve que encargarme de limpiar los desastres que ocasionó en el camino. No salí ilesa, un pedazo de vidrio consiguió dejarme un corte sobre la mano izquierda pero nada que no pueda sanar en unos días, supongo.
Pedir una pizza y volver a lo poco de rutina de mi tarde era lo que me quedaba por hacer.
Lo más extraño fue, que sentí que ese día sería el último. Y para concluir mi teoría, mientras comía en el descanso de mi ventana el último pedazo de mi pizza, vi como Nathan pasaba frente a mi casa riendo con sus amigos, y bueno, lo raro de todo esto es... él nunca había pasado por allí.
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Bubble
Short Story"Quiero decir que mi vida era una estúpida monotonía, y la odiaba demasiado. Cada día eran repeticiones de días anteriores con mínimos cambios que no hacían mucho en realidad. Ahora cada día es más bonito por esa también estúpida app. Quiero que se...