Habitación 406.

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Holaaas! Cómo les va? Ya vieron la portada? *-* está genial.
La portada fue diseñada por GatitoEsponjosito00 !! Muchas gracias por la portada de verdadd!

El tipo se observaba detenidamente, como si no se conociese a si mismo. Ahora delante de ese espejo, se miraba y analizaba cada detalle de su rostro, sus ojos parecían unas cuencas vacías dado a la falta de luz. Su pelo era de un rubio casi rojizo, su nariz era larga, como un puente pequeño metido en su cara.
Algo le había sacado de su cama en plena madrugada, fue un escalofrío de esos que te dejan tiritando unos segundos.
Algo no le hacía sentir seguro, tenía un presentimiento de que algo lo esperaba fuera de su habitación, y, por alguna razón el iría a su encuentro. Lentamente y con sumo esfuerzo se puso de pie, todo se veía difuso, no sentía fuerzas, era como si, unas horas antes, hubiera dado una pelea que lo dejaría sin energías.
La habitación apenas tenía algo de iluminación dada por una pequeña lámpara ubicada en su mesilla de luz.
Se calzó y lentamente puso marcha a su sala de estar, mientras caminaba por el pasillo pequeño, observaba por el rabillo del ojo sus fotos, enmarcadas y delicadamente mantenidas sobre la superficie de una pared que en el pasado era de un color azúl, y digo pasado porque el tiempo había dejado su marca sin ningún remordimiento.
Antes las veía con más entusiasmo; ahora un pequeño vistazo le hacía sentir una punzada de dolor en su pecho.
Las fotos eran como un enemigo allí puesto para hacerlo pasar malos ratos, retrataban días mejores junto a su esposa (o ex esposa dada las circunstancias)
El se veía muy diferente también en esas instantaneas que decoraban su pasillo. Le costaba aceptarlo, pero cuando ella se marchó, se llevó consigo una parte de sí que nunca volvería.
Agitó su cabeza hacia ambos lados intentando salir de sus pensamientos.
El, sin darse cuenta, ya estaba frente a la puerta de su baño, movió ágilmente su brazo derecho; apoyando su mano sobre el picaporte la giró así escuchando un "click" cuando se abrió.
Entró, el baño tenía un aspecto sombrío, no era asqueroso, no, es más se notaba que estaba bien cuidado, pero por alguna razón estaba como decaído, como pálido, la luz era ténue y apenas alcanzaba para verse a sí mismo en el espejo.
Ahí estaba, detenido, analizándose, observando cada detalle como intentando asegurarse de que era el mismo hombre de la noche anterior.
Por un momento otro escalofrío recorrió su cuerpo haciéndole mecerse para recobrar el calor, pero no había sido solo un escalofrío, por unos segundos una correntada de aire frío se había colado en su pequeño baño.
Se dió una vuelta sobre sí y observó el otro lado del baño; una cortina de color verde cubría su ducha.
Intentó ordenar a sus piernas, pero éstas no respondían.
Estaban duras como una roca, el miedo invadió de pronto todo su cuerpo, era como esas cosas que ocurren a veces cuando uno esta entre sueños placidamente tendido, y de pronto uno caía de un edificio a toda velocidad esperando que su rostro tocara el pavimento y todo acabara.
Pero en vez de eso, uno despertaba sudado y con su corazón galopando con tanta fuerza que podría darle energía a toda una ciudad.
Otro intento, y otro, y otro, el cuarto intento fue el bueno y sus piernas respondieron al llamado poniendo marcha con dirección a la ducha.
Mientras caminaba no podía evitar el pensar en lo que estaba haciendo.
¿Por qué dirigirse allí? ¿No era obvio lo que encontraría? Una simple ducha con su esponja, su jabón sus accesorios de baño sin más ni menos.
Con su mano izquierda, aplicando un poco de fuerza y un sarandeo, empujo la cortina a la izquierda y entonces...
Su pecho se agitó, su respiración ahora era entrecortada, el pecho subía y bajaba con esfuerzo. Sus manos a los costados de su cuerpo se tensionaron y su labio inferior era mordido con fuerza (incluso sintió un sabor metálico en su lengua, producto de esa mordida boraz)
En la ducha, en la esquina izquierda... una bolsa estaba tendida, completamente oscura, sólo interrumpida por el color de la cuerda que la envolvía con unos nudos fuertes para que, lo que alli dentro estaba no se saliera de pronto.
Sus oídos estaban tan agudos que sintió el golpeteo de las gotas que caían de la parte superior de la bolsa, marcando asi su trayecto hacia aquel piso frío.
Las gotitas rojas caían poco a poco, estaban ahí, ensuciando su piso, como si quisieran caer allí toda una vida, como si quisieran ser un recordatorio no fugaz como las fotos que decoraban su pasillo, no. Querían caer lenta y pausadamente, querían caer y empaparlo todo, todo, hasta el alma del tipo que las observaba.
El hombre que estaba allí de pie en aquel baño, allí frente a esa bolsa de un cadáver; se llamaba Chris Eiffein, tenía cuarenta y dos años y era un psicólogo de los mejores pagados de su país, era un hombre de dinero, buen porte y un amante de la fotografía y la buena música. Era padre también. Yoselín se llamaba la pequeña; tenía doce años apenas cumplidos cuando lo dejó sólo y se marchó con su madre. El era todo eso y además... un hombre perdido.
El hombre allí parado pensó en sus posibilidades ¿tirar el cuerpo? ¿Picarlo en picadillos y volver a dormir? ¿Correr tan rápido, pagarse un boleto y no volver jamás a esa habitación? No, no, no y no, eran ideas estúpidas, uno no podía irse sin más, lo descubrirían, estaba atrapado, acorralado como aquel gato que encerro alguna vez de niño dentro de un cajón de un viejo armario. Pensó a su vez, que, si se pudriría en una cárcel al menos quería saber quién era la persona que estaba dentro de esa bolsa.
Se agacho, se puso de rodillas y, con sumo cuidado empezó a desatar uno de los nudos, sus dedos eran ágiles y firmes, se movían de esa forma como remarcando que recordaban bien algo que ellos mismos habían echo. El nudo ya desarmado permitía ver algo del individuo, Chris apartó un poco de la bolsa y se llevó el susto más grande de su vida, alli dentro estaba el cadáver de un hombre de unos treinta y tantos, un hombre de pelo oscuro y desaliñado, un hombre con unos ojos verdes que en vida de seguro eran aún más claros.
Un hombre que ahora, se estaba poniéndo de pie, un hombre que poco a poco sus ojos cambiaban de verdes a un rojo intenso.
Un hombre que ya no estaba muerto, ahora parecía más vivo que el propio Chris, el individuo tomó a Chris del cuello con una sola mano, apretó con fuerza, una fuerza que poco a poco se asentuaba más. Chris estaba perplejo, aquel hombre de ojos rojos y cabellera desaliñada le rompería el cuello, se lo partiría como si de una vieja rama se tratara, Chris pensaba que, lo último que escucharía sería un "crack" y eso sería todo. Pensaba que no había vivido lo suficiente, o tal vez sí, no se había podido despedir de su pequeña, de Yosi, y estaba seguro de que ella lo odiaría por eso.
La presión era tanta que Chris llego a pensar que sus ojos saldrían de sus cuencas oculares y entonces...
CRACK
CRACK
CRAAAAACK
De un sobre salto se levantó, sudaba tanto que parecía recién salido de la ducha, gritaba, miraba hacia todas partes en su pequeña habitación, buscaba con esfuerzo alguna explicación para lo que había ocurrido.
Todo estaba igual, alli estaba su pequeña lámpara, su armario al otro lado de la habitación, y su ventana a un lado de su cama, su ventana que dejaba entrar la luz de una impresionante luna llena.
Pasó una hora y media para que poco a poco se calmara, en esa hora se hizo muchas preguntas y no dejaba de pensar en esa terrible pesadilla.
Eran las tres con veinticuatro minutos cuando Chris Eiffein de cuarenta y dos años cayó en el valle del sueño y caminó por los puentes del inconsciente, puentes que lo llevarían a sueños buenos o malos, a sueños imaginarios, a sueños tontos que muchas veces no lo dejaban descansar, a sueños que a veces eran tan solo recuerdos de algo que había ocurrido hacía muy poco. Sueños que sabían la horrenda verdad del asunto, sueños que sabían lo que Chris Eiffein de cuarenta y dos años había echo.
Y si, Chris Eiffein de cuarenta y dos años ahora dormía en su silencioso cuarto, y era porque dormía que no se percató de algo.
Algo que estaba bajo de todo silencio, que estaba esperando ser descubierto, un sonido bajo, un sonido bajo que ahora cobraba fuerza entre tanto silencio.
Era el de unas gotas que provenían del baño de la casa de Chris Eiffein, gotas que provenían de una bolsa que cubrían un cadáver, o bueno, le había faltado poco para ser un cadáver. Si, le había faltado un poco, porque no era un cadáver, era un sujeto de veinti tantos años, de ojos verdes que hoy brillaban más que nunca. Un tipo que traía el pelo algo desaliñado.
Un tipo que ahora, poco a poco se levantaba con esfuerzo, un tipo que sonreía, el hombre sonreía! Sabía lo que vendría! El estaba vivo y el tal Chris Eiffein estaba dormido, el hombre estaba dormido!
¿Y el? El estaba despierto y sonreía, pensaba para sí que esa pobre habitación de un hotel de mala muerte quedaría empapada de sangre, sangre por todas partes! El mataría a Chris Eiffein.
Ese tal Chris eiffein de cuarenta y tantos años moriría en esa habitación, en esa lúgubre habitación 406.

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