Moondance | Bnior / JJP | Markson | Adap.

3. Devolución.

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Moondance.

Por Katsumi Kurosawa

Adaptada por LalalazMr

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| Devolución |

―| Advertencia antes de la lectura: Adaptación de historia GTOP. |―

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― ¡JB, mi pequeña mina de oro...!

Jaebeom la miró avergonzado. Acababa de poner un pie dentro de la oficina de Suzy en el Pretend y esa mujer no podía ocultar su alegría de que él hubiese aceptado nuevamente el venderse.

Había un traje Chanel gris Oxford en una silla cercana, esperándole y la dueña le lanzó una mirada autorizándole que lo tomara. El pelinegro suspiró profundo y se fue al peculiar baño de Suzy a cambiarse.

¿Cómo es que esa mujer podía darle trajes tan a la medida? Simplemente parecía hecho para ese. Al igual que estaba hecho para aquel Dolce and Gabbana el cual Jinyoung se encargó de arrugar con magistral destreza.

Allí estaba Jinyoung en su mente mientras abrochaba el último botón del traje.

Salió con la corbata de lazo en la mano. No sabía cómo ponérsela... Y Suzy como siempre captaba el mensaje y le echaba una mano.

― La señorita Minatozaki está en la suite... Puedes ir ahora. ―decía sonriente terminando el moño.

La señorita Minatozaki... La hija del senador Japonés.

No, no aún, por favor...

Le roció un poco de One Million de Paco Rabanne, además de algo de menta en la boca. ¿Acaso eso se volvería un ritual?

Estaba listo. Eso no significaba que quisiese ir al encuentro de la señorita que le había comprado.

Tanto pensar de pronto se vio parado frente al cuarto que Suzy le había indicado. Tocó la puerta, indeciso y alguien la abrió mas no lo encaró.

La pequeña figura frente a él caminaba dentro de la habitación ondeando la lacia coleta castaña.

Cuando él hubo cerrado la puerta, se introdujo a la habitación absolutamente plateada -a diferencia de aquella que habían asignado a Junior- con edredones blancos y muebles caros.

Allí la encontró a ella, sentada a la mitad de la cama con dosel, tomando una copa de lo que parecía Champagne rosado. Sus ojos enormes enmarcados por pobladas pestañas eran demasiado preciosos para ser reales; sus labios carnosos estaban cubiertos por un fino labial roja que hacía ver su cara blanca como de porcelana y un vestido negro, muy ajustado, acentuaba su busto.

Era estúpidamente bella. Sí.

Pero... ¿Por qué no sentía su libido despertarse ni siquiera un poco? En otros tiempos habría estado tan duro y dispuesto sólo de verla...

Se paró frente a ella, algo reservado, no quería parecer un abusivo.

Ella sólo lo miró, embelesada recorría cada rincón de su cuerpo, de su rostro como si nunca hubiese visto algo más bello. Fue incómodo... Pero a la vez halagador, no iba a negarlo.

― Aquí me tiene, señorita. ―suspiró intentando no sonar nervioso.

La reacción de la mujer fue indescifrable. Nunca había escuchado una voz tan grave y sensual como la de aquel hombre alto, delgado, absurdamente guapo y masculino.