Aviso: es una fumada que se me ha ocurrido cuando no podía dormir.
—Yukino—Minerva se acercó a la peliblanca con un rostro serio. Yukino, preocupada, miró a la mujer deteniendo su acción de leer el papel de la misión.
—¿Ocurre algo Señorita?
—¿Me harías el favor de ir a buscar a Sting y Rogue? Esos dos idiotas dijeros que iban un momento a coger el material para la misión y aún no han regresado. Estoy segura de que se estarán peleando cerca del almacén del gremio—dijo molesta la mujer. Yukino sonrió asintiendo, estaba segura de que los chicos estarían lanzándose las cosas del almacén entre ellos por algún comentario estúpido que hubiera soltado Sting.
—Por supuesto, no hay problema—Yukino le entregó el papel a Minerva, que continuó con su cometido de preparar la comida para el camino. Habían acordado en ir los cuatro a una misión cerca de Magnolia y, de paso, visitar Fairy Tail .
Yukino salió del gremio, dando la vuelta al gran edificio para dirigirse a la caseta que se encontraba detrás. Ese era el lugar donde guardaban el material como armas, mochilas, cantimploras, etc. Yukino ya podía escuchar de fondo el ruido que ambos chicos hacían.
«Parece que la señorita tenía razón » pensó divertida asomándose por la puerta entreabierta de la caseta.
Bueno, la vista no era precisamente la que se había imaginado. No era algo del otro mundo ver a Sting acorralando al pelinegro contra la pared, en muchas ocasiones lo hacían cuando peleaban, lo que sí era raro era verlo besar a Rogue en la manera en que lo hacía. Lo sonidos que había escuchado antes no eran señales de molestia por parte del pelinegro, sino gemidos que salían de su boca cada vez que Sting le permitía coger algo de aire.
—N-No deberíamos estar haciendo esto aquí—Yukino se sorprendió ante la frase del pelinegro, por un momento se había planteado que el rubio solo lo estuviese molestando, pero acababa de dejarle claro que no era algo extraño esas acciones entre ellos.
—Está bien, sabes perfectamente que nadie va a venir—le respondió Sting con su típica sonrisa regresando a los labios del pelinegro la atención que necesitaban.
Yukino se escondió tras la puerta, roja a más no poder. Sus nervios no le habían permitido controlar la fuerza con la que lo había hecho y se dio de lleno contra la pared, llevó sus manos a la cabeza por el golpe.
—He escuchado algo—Rogue se separó mirando hacia la puerta entreabierta.
—El viento a abierto la puerta, no te preocupes—Sting posó su mano sobre el rostro de Rogue para volver a dejarlo en la posición de antes y poder besarle.
—En serio, Sting, he escuchado un golpe—Rogue se separó, Yukino podía escuchar los pasos del pelinegro acercándose a la puerta pero estaba demasiado nerviosa para moverse.
«Va a pillarme, Yukino, idiota, reacciona».
—Rogue, venga, eres un exagerado—Sting cogió del brazo a Rogue deteniendo su avance—Vamos a estar una semana con esas dos en una misión, quiero aprovechar este momento a solas—Rogue se sonrojó, gobernando su timidez de repente ante las palabras del rubio—Rogue, quiero tu culo.
—¡Es que no tienes vergüenza!—Rogue le golpeó ante su desvergonzada propuesta que también deseaba,pero no iba a decirlo en voz alta.
Yukino estaba cada vez más roja, podía escuchar perfectamente las palabras de esos dos y miles de imágenes se le vinieron a la cabeza.
«¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?» Yukino quería respuestas.
Si bien era cierto que ellos dos siempre estaban juntos, jamás se hubiera imaginado una relación entre ellos. Eran tan opuestos, y sin embargo se llevaban tan bien. Ahora que se paraba a pensarlo Rogue y Sting siempre habían sido un equipo, incluso antes de que Sting fuera el maestro. ¿Significaba eso que llevaban años ocultándolo? Lo cierto es que cuando la actitud de Sting cambió tras haberse librado de Gemma y con la influencia de Fairy Tail, todos se sorprendieron menos Rogue, él lo conocía perfectamente.
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El Nacimiento De La Comunidas Stingue
Fiksi PenggemarDefinitivamente Yukino no se había enterado de la mejor manera posible de la relación que mantenían los dragones gemelos, y eso que pensó que Sting había estado enamorado de ella. Era sorprendente, porque la vista no le decepcionaba del todo. Hermo...