REINA ODRES
Eran aproximadamente las dos de la mañana y yo me encontraba acostada con mi celular en mano, podia sentir una pequeña explosion entre felicidad y tristeza dentro de mi pecho... El hecho era que por fin despues de varias horas había terminado de ver Itazura Na Kiss, seria una buena excusa para volver a hablar con Ben al final y al cabo él me dijo que nunca terminaría de ver un anime completo.
— Sé que estás ahí —. Rompi su perfecta dulce melodia mientras tenia la mirada puesta en el techo de la habitación, era verano pero hacía mucho frío en las noches lo cual era un tanto raro.
— Venice —era ella con su juego de todas las noches, su melancólica voz que me llamaba sin cansancio.
— Por una sola noche, solo duerma —. Le pedí en ruego— podría volverse su hobbie.
— Mi Venice, tienes que ayudarme, por favor.
No esperaba una respuesta por su parte y menos una como esa, ella había arruinado su trabajada canción. A veces por la noches después de rendirme ante su canto quería preguntarle el porqué el constante ruego pero sentía miedo, no sabía quién era esa mujer, si estaba viva o muerta. Ella era distinta, no era como los otros que vagaban por las calles de Marinela.
Cerré mis ojos con fuerza y fingí que me había quedado dormida pero mi cuerpo se puso de pie, quise gritar por ayuda mas de mi boca ninguna palabra salió. Me dirigí a mi estante con los pies descalzos, saqué una caja golpeando mi mano con la madera, comencé a tirar todo lo que había dentro de ella al suelo y pude ver un libro antiguo.
Recordé aquella vez que lo encontré en el campamento escolar, estaba cubierto de tierra al pie de un árbol frondoso, su tapa era como oro gastado y dentro de el no había nada escrito, sus hojas estaban limpias de tinta.
Abrí el libro y seguía como antes, en blanco.
Caminé hacia la ventana de mi habitación y me senté al borde de ella, estaba asustada porque yo no controlaba mi cuerpo y podía caerme. El libro seguía abierto a un lado, intentaba inclinar mi cuerpo hacia adentro pero era una completa estatua, quería llorar de impotencia siendo eso inútil, mi mirada bajó al libro y pronuncié luz de luna...
Varias palabras comenzaron a aparecer, como si alguien estuviera escribiendo a una velocidad impresionante, recuperé el control de mi cuerpo cayendo al suelo de mi dormitorio.— ¿Cómo? ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? —tomé el libro una vez más y absolutamente todas las páginas estaban escritas.
—Debes leer.
Habló ella en mi oído y sin pensarlo lo tiré por la ventana, salí corriendo de mi habitación en busca de mis padres.
Todo se volvió blanco, absolutamente toda la casa, en el lugar no había nada. Me dejé caer en mi sitio y abracé mis piernas, no podía ser real esto, a los pocos segundos escuché el llanto de un niño pequeño, subí lentamente la mirada temiendo de aquel lamento; había un cielo puro lleno de nubes gigantescas, tierra que abundaba de vegetación y ¿Personas?
Mi ropa era un camisón lila con un cinturón de cuero negro, llevaba unas botas altas y mi cabello era castaño, mis mechas moradas ya no estaban... Algo así como ¿Magia?
Vi a las personas y parecían sacadas de un cuento de hadas, hombres peludos por todas partes y sin ninguna prenda que los cubriera, algunos con cuernos, mujeres con ojos de felinos y algunas con alas, niños y niñas con las orejas en punta. Y en medio de todos ellos había una mujer con cabello era rizado y moreno, sus ojos rojos, se veía joven, llevaba un vestido blanco a la altura de la rodilla, junto a unas sandalias romanas del mismo color.
— Necesitamos ayuda, las sombras de Glunio son demasiado fuertes, mi señora —le exigió un señor mientras tenía de la mano a una niña albina—. Ya no podemos seguir así...
—Nuestros niños no están a salvo ¡De qué sirven estás bondades de la madre naturaleza si hay maldad! —una mujer exclamó dolida, sus prendas estaban sucias y rotas.
— ¿Qué hay de su niña? ¿No anhela un futuro bueno para ella?
— Les prometo que esto acabará, solo necesito liberar a los guardianes —explicó intentando apaciguar a las personas, muchos la miraban con negación.
Entre toda esa gente apareció una anciana con los ojos grises, llevaba un bastón de madera en su mano izquierda—. Para cuando liberes a tus famosos guardianes, yo estaré muerta al igual que la mitad del pueblo —habló apuntándole con el dedo.
Se podía ver en la mirada de todos miedo, desesperación, enfado, decepción y dolor; la mujer de traje albo se fue dejando tras ella murmullos.
El pueblo empezó a desvanecerse, las personas ya no estaban era como si me hubiera transportado, ahora estaba en una casa con todo hecho de madera, parecía antigua... Volví a escuchar su voz de la mujer de ojos carmesí.
— Gracias por aceptar Desma, aunque —derramó algunas lágrimas— necesitamos cristales y personas, sin ellas el hechizo no está completo y hoy la luna está perfecta, no hay más tiempo yo me quedé sin tiempo ¿Qué voy a hacer?
— Entiendo Odres —intentó consolarla— buscaré junto a ti. Así será más fácil y estaremos de libres de Glunio.
— Quiero que los pueblos estén libres...
— Lo estarán, te lo aseguro.
Ambas se quedaron mirando en mi dirección por un momento pensé que me habían visto a mi pero no, había una joven detrás mío—. Si tú lo haces, yo lo haré —su piel era tan pálida que brillaba y sus ojos eran morados.
— Turel ¿Cómo llegaste?
— No fue difícil pero si muy arriesgado, —expresó con una mueca— y pienso ayudar. Por mi familia y por todos, no más maldad.
— ¿Muchacha estás segura de tu decisión?
— Si, mi reina —declaró con seguridad, yo las miraba con gran atención.
— Siendo así, el número se reduce a dos.
— ¿Qué hay de los olvidados? Quizás alguno acepte —sugirió Desma.
— Nos odian...
— ¿Y qué Odres? sé que ellos no entienden, ellos no darían la vida como tú lo harías, no hacen lo que tú por tu pueblo.
— Mi reina eso es verdad, ya encontraremos a más, no pierda las esperanzas aún hay tiempo.
— Gracias, en verdad me dan mucha fuerza.
Cuando acabó de hablar todo pasó muy rápido, vi como cruzaban un río y bajaban a una especie de calabozo, se acercaban a muchas celdas y antes de llegar a la última una chica las llamó de regreso, se la llevaron y al pie de un árbol gigantesco la reina les entrego unas cadenas de plata, empezaron los gritos... Todo ennegreció, sus cadenas brillaban en medio de todo, un momento podían estar cerca mío y al otro estaban a unos tres o varios metros de distancia y...
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Somos de Mirena
Science FictionVenice Ccasani, una adolescente que tras aceptar ayudar a Odres, Reina de Horague, conoce a cuatro jóvenes con las mismas habilidades especiales que ella. ¿Cuán difícil será aventurarse con seres diferentes y poderosos? ¿Lograrán llegar a Horague? ¿...