THAIS LINARES
Ben abrió la puerta y se aseguró de que su mamá no me vea, tuve que escabullirme de la tía Dana, durante todo el camino de vuelta a casa me sentía un tanto humillada, pero sobre todo enojada, puedo asegurar que si vuelvo a ver a Eva arrancaré todo su mugroso cabello de su asquerosa cabeza— Me daré un baño —avisé a mi primo. Ben tenía la mirada media perdida, será que está pensando en esa estúpida.
— Yo iré con mamá —respondió para luego perderse en el patio de afuera.
Me encerré en mi habitación, me quité toda la ropa y tomé dos toallas. Ingresé a la ducha, el agua fría hizo que saliera de esta tiritando intenté nivelarla y mientras esperaba me paré frente al espejo del baño, era verdad que estaba hecha un desastre.
Lucía igual como aquella vez que fuimos de paseo al bosque de Marinela, mi primo y yo nos escapamos de nuestros padres para jugar en el campo abierto. Al rato el tío Yago nos encontró, gran grito de horror que pegó al vernos cubiertos de lodo de pies a cabeza, los adultos regañaron a Ben por ser el mayor mientras que a mí no, al parecer yo era una niña pequeña que imitaba las malas acciones de su primo.
Mi infancia estuvo llena de miles de estas situaciones, nunca estaba quieta ya que, si Ben trepaba a un árbol yo estaría colgando de una rama de ese mismo árbol, siempre voy a estar agradecida con él por haber aguantado todo eso.
Volví a la ducha está vez el agua estaba tibia, demoré media hora más de lo normal. De mi cabeza caía tierra, pequeñas piedras y algunos pedazos de hojas, las ganas de devolverle el golpe a Eva se habían apagado un poco.
— ¡Thais, ya está el almuerzo! —gritó la tía Dana.
Antes tenía un cierto problema con la mayoría de comidas durante el día. Me esforzaba mucho para mantener mi figura esbelta y delgada, provocar el vómito no era algo bonito, era más fácil que intentar echar la comida a la basura, vomitando no sería descubierta. Logré salir de esa tormentosa rutina con la ayuda de mi abuela, ya pasó un año desde entonces, como lo adecuado ni más ni menos, no me prohíbo ningún platillo. Soy más cuidadosa con las dietas que sigo, tomo batidos nutritivos que me ayudan y de vez en cuando salgo a correr, los chicos guapos son mi motivación, vivo soñando con los dioses que salen a correr en las mañanas, esos hombres.
Bajé a la primera planta ya vestida, había dos platos servidos en la mesa y eso era extraño, lo normal era ver tres platos, el de mi tía, el de mi primo y el mío— ¿Y Ben? —interrogué a su madre, el parecido era único, él era la versión masculina de su madre, ambos eran los poseedores de unos hermosos ojos grises.
— Salió con unos amigos.
¿Por qué no me invitó? — ¿No almorzó? —seguí preguntando.
— ¿Tanto te preocupa Ben? —asentí— Bueno se dio un baño y almorzó, ya sabes que salió ¿Verdad? —la miré un poco dudosa, no sabía que mi primo tenía planes en la tarde— Thais tengo hambre.
Reí ante aquello, cogí mi cubierto y me dispuse a comer, mi tía me contó acerca del trabajo del tío Yago al parecer le iba bien en su negocio de ventas. Al término de la comida, me encargué de lavar los trastes, mi tía le llevaría un encargo a mi tío, yo aproveché ese tiempo y cogí la laptop. Mi primo la usaba para ver anime y escuchar k-pop pero yo la necesitaba para actualizarme en cuanto Youtube, artistas y el mundo del cine.
La ventana de mi habitación daba a la calle, vi a Venice salir de su casa llevaba su típica chaqueta de color lila y un short blanco junto a unas deportivas, ella siempre vestía tan tierno, juraría que si no la conociera pensaría que es una chica en la pubertad.
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Somos de Mirena
Ciencia FicciónVenice Ccasani, una adolescente que tras aceptar ayudar a Odres, Reina de Horague, conoce a cuatro jóvenes con las mismas habilidades especiales que ella. ¿Cuán difícil será aventurarse con seres diferentes y poderosos? ¿Lograrán llegar a Horague? ¿...