Capítulo 2

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Desde ese día, siempre nos hablamos por celular o en los recreos. Yo hablaba de mis gustos por los videojuegos y ella acotaba algo sobre sus libros. Los días pasaron y nos hicimos más cercanos, pero tampoco nos hicimos mejores amigos.

Un día estábamos hablando de trabajos, sobre que nos gustaría ser.

-A mi me gustaría ser piloto, ¿y tú?

-Mmmm, creo que escritora-dijo tocándose sus cortos cabellos-, aunque sé que no ganan mucho que digamos. Primero tengo que hacer una vaca inicial, y después veo.

-Sip. A mi papá no le gusta mucho la idea que sea piloto, pero es lo que me gusta.

-¿Tu papá de que trabaja?

-Es policía- al decirle esto ella se alarmó-¿Y el tuyo?

-Mi papá es...panadero.

-Ah.

-Emm, mejor me voy-dijo Piscola un poco nerviosa-. En cinco minutos tengo la siguiente clase. Después hablamos.

Y ella se levantó y fue corriendo a su casillero. Empecé a pensar que había dicho algo que la haya ofendido, pero tocó en timbre y fui al aula para la clase de biología.

Hubo dos días de clase que Piscola no vino a clase, y en serio pensé que se había enojado conmigo. Pero al tercer día ella vino con una gran sonrisa.

-Hola Luis.

-¡Piscola! ¿Porqué no viniste ayer y anteayer?

-Me resfrié. Te traje algo-ella sacó del bolsillo de su campera un moai en miniatura-.

-¡Qué lindo! ¿Lo hiciste tú?

-Hizo mi papá. A él le gusta las artesanías, y cuando le hablé de ti dijo que te dé uno de sus modelos. Le caes bien, por cierto.

-Un día tendría que conocerlo, y lo mismo con mi papá.

-S-sí, pero otro día. Está m-m-muy ocupado con su trabajo.

Guardé el moai en mi mochila y fuimos a clase.

En mi casa, lo acomodé en la mesa del escritorio, y entró mi padre con su uniforme de trabajo.

-Hola hijo, ¿cómo te fue hoy?

-Bien, ¿y a ti?

-Más o menos. Estos narcotraficantes no dejan ningún rastro. Encima se hacen llamar "los que sostienen el mundo", ¿ridículo no?

-Jajajajaj, si pa.

-Bueno, ponte a hacer tu tarea. En un rato hago la comida.

-Está bien.

Cuando me senté en el escritorio tiré al piso el maoi con mi codo y se partió en dos.

-Qué estúpido que soy, dios.

Me agaché a juntar lo que tiré y noté que un polvo blanco dentro del moai partido. Pensé que podía ser harina de la panadería del padre de Piscola, pero no se sentía tan fino como ella.

-Oh no.

Fui a buscar una pala, junté el polvo y lo metí dentro de una bolsa transparente. Espero que Piscola tenga varias respuestas que necesito.

-¡¿QUE ES ESTO?!-le pregunté furioso a Piscola la mañana siguiente, mostrándole la bolsa.

Ella me miró sorprendida y asustada. Todos los chicos que estaban cerca nos miraron y empezaron a susurrar.

-N-n-no sé. Pero baja la voz y dámelo.

-¡NO HASTA QUE ME DIGAS QUE ES!

-N-n-nada. Dámelo Luis.

-¡LOS DOS LO SABEMOS PERO QUIERO QUE LO DIGAS TÚ!

-Estás hablando cabezas de pescado.

-¡PISCOLA!

-Perdóname pero...

Y en ese momento me sacó la bolsa y se fue apretando cachete.

-¡PISCOLA!

En ese momento la seguí. Yo no lo podía creer que Piscola estuviera metida en ese tema. Pensé que era una persona normal, pero las apariencias engañan.


PiscolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora