Prólogo

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Ella estaba asustada.

Durante casi un mes entero su hija menor ha estado enferma. Al principio, pensó que era solo una fiebre pasajera, pero después de que su hija empezara a toser sangre, a vomitar y a que una extraña erupción cutánea comenzara a aparecer en toda su piel, sabía que era otra cosa. La había llevado a todos los médicos de la manada, del pueblo e incluso a los de las ciudades vecinas, pero ninguno de ellos había podido identificar la maligna enfermedad.

Ella y su esposo hicieron todo lo que pudieron. Probaron con todos los medicamentos y sugerencias de los médicos, pero nada ayudó a la pequeña. Y fue así entonces que recurrieron a su última opción..

La bruja del bosque.

—No quiero hacer esto. Ella no va a ayudarnos. Debe de haber otra opción, ella no es de confiar. —dijo el hombre mientras cargaba a su pequeña hija en sus brazos; con gentileza, como si fuera una delicada flor que si tocas incluso en lo más mínimo se rompería —. Has escuchado los rumores, ella podría matarnos con solo pensarlo —le recordó a su esposa.

Ella lo miró a sabiendas— Has escuchado los rumores, ella puede curar cualquier enfermedad —desvió la mirada de su esposo y la posó en la vieja cabaña de la bruja —. Ella es nuestra única esperanza —susurró tan bajo que si él no fuera un hombre lobo, no habría podido escucharla.

Él no dijo nada después de eso, sabía que ella tenía razón. Si alguien sabía lo que su hija tenía, tenía que ser la vieja bruja.

Cautelosamente, la mujer tocó tres veces la puerta. Y justo cuando ella iba a llamar por cuarta vez, la puerta se entre-abrió mostrando a una anciana del otro lado. La mujer dio un paso atrás y se paró frente a su marido.

—¿Es usted la bruja? —preguntó.

La anciana alzó una ceja y los miró de arriba a abajo —Depende de quién pregunte.

—Mi nombre es Leah, este es mi esposo y nuestra hija —se hizo a un lado y los señaló con su cabeza.

—¿Qué es lo que quieren? —pregunta con un tono cortante.

—Nuestra hija necesesita de su ayuda —dice el hombre tomando un paso al frente —Ella..

—Está enferma —finalizó por él.

—Sí, por eso hemos venido. La hemos llevado a todos los médicos y nadie a podido hacer nada —suelta la mujer —Pensamos que tal vez usted podría..

­—Curar su enfermedad y así todos pueden vivir felices para siempre —interrumpió la anciana mientras una pequeña sonrisa crecía en sus labios.

—¡Sí! ­—exclamó la mujer con un poco esperanza.

—Que pena —dice la anciana borrando su sonrisa. La mujer frunce el ceño y justo cuando iba a abrir la boca para decir algo, la anciana continua­—. No puedo ayudarlos —espeta y cierra la puerta con fuerza.

Atónitos, la pareja se miró entre sí. La mujer frunció los labios mientras sentía sus ojos cristalizarse y se dirigió a la puerta una vez más. Alzó su mano y tocó la puerta sin cesar.

—¡Por favor! ¡Usted es nuestra última esperanza! Se lo imploro.. —rogó mientras lágrimas traicioneras caían por sus ojos. Ya no sabía que hacer; estaba  desesperada. Su hija necesitaba ayuda y ella no podía dársela. Si tenía que rogar y humillarse ante aquella bruja para que la ayudasen, entonces lo haría.

El hombre se sorprendió al ver las acciones de su compañera —¡Cariño, no le rueges a una bruja! —lentamente bajó a su hija y la recostó con cuidado en el suelo; asegurandose de que la manta que la arropaba cubriera el suelo para que no se ensuciara. Se acerco a su compañera y la cubrió con sus brazos. Y mientras ella lloraba, él la consolaba y le daba esperanzas de que encontrarían la manera de curar a su pequeña.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta, la bruja escuchaba el suave susurro de las palabras consoladoras del hombre y el lento latido del corazón de la pequeña niña que pronto dejaría de latir si no era curada. No podía creer lo que sus ojos acababan de presenciar. Aquella pequeña niña había contraído el Vax. Una extraña enfermedad que los cazadores Rem crearon hace más de dos mil años para exterminar a todas las criaturas mágicas que abundaban en la tierra. Muchos murieron. Por eso, hace años los hechiceros y brujas se unieron y forjaron un poderoso hechizo que erradicaria la enfermedad por completo. Y lo habían logrado. Ninguna otra criatura sufrió por aquella letal enfermedad. Ninguna.. hasta ahora.

No lo entendía.

¿Cómo era siquiera posible?

La anciana cerro los ojos y soltó un largo suspiro. Se acercó a la puerta y la abrió mostrando a la pareja dandole la espalda, apunto de marcharse. Ambos se giraron al escuchar el crujir de la puerta abrirse.

—Yo no tengo la cura —dijo la anciana. El hombre arrugó su frente y dió un paso al frente. Dudó por un segundo pero luego habló.

—¿Sabe quién la tiene? —preguntó y la anciana lentamente asintió.

—La bruja de la montañas. Ella posee en un manos la última gota de agua pura de la fuente mágica de Kroxa. Denle eso de beber y su hija estará como nueva.

La mujer soltó un silencioso jadeo al escucharla. El agua pura de la fuente mágica de Kroxa era el agua que los dioses bebían cuando enfermaban o eran envenenados con alguna sustancia letal. Sin embargo, aquella fuente fue destruida en la gran guerra de los dioses por el reinado de la tierra hace más de mil años. Pero si aún quedaba un poco.. ¡Eso es! Esa podría ser la cura para su niña, su pequeña. ¡Y una gota sería más que suficiente!

Pero es la bruja de las montañas, se recordó a sí misma.

La bruja de las montañas era una de las brujas más poderosas que existían en la tierra. Aunque lo peor no era eso, lo peor era que repudiaba a los licantropos con pasión. Los odiaba tanto que con solo verlos, los mataba sin piedad alguna; sin ninguna razón. Nadie sabía el por qué. ¿Cómo serían ellos capaces de hablar con ella si ni siquiera podían respirar su mismo aire? Y dudaba mucho que les daría aquel antídoto sin recibir nada a cambio.

—Pero hay algo más que deben saber.. —dice la anciana abriendo la puerta por completo —. Entren —les ordena.

La pareja se miró entre sí, preguntandose si deberían entrar o no. Aquella bruja les había dicho cual era la cura, si era verdad o no, no lo sabían, pero no les quedaba más remedio que creerle; y si tenía más información acerca de cómo salvar a su pequeña, ellos querían saberla. El hombre asintió y acomodó a su hija en sus brazos. La mujer tomó la delantera y entró en la cabaña, el hombre entró después.

La anciana entonces tomó el manubrio de la puerta y mientras la cerraba, divisó a una sombra a lo lejos. Agudizó su oido y escuchó el latir de otro corazón en el bosque. Algo o alguien había seguido a los licantropos allí. La observó por unos segundos y en silencio realizó un hechizo para proteger su cabaña y todo lo que adentro se encontrara. La anciana cerró la puerta con cierta desconfianza. No sabía lo que era, pero tampoco pretendía esperar a que actuace para averiguarlo.

La Maldición De La BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora