Letra

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Dita subía los escalones de las Doce Casas. La subida desde Aries a Piscis podía ser agotadora para cualquier otro mortal, pero él estaba más que acostumbrado: a excepción de Shion, era el Caballero Dorado que más escalones subía... o bajaba (aunque esos no contaban porque eran más fáciles, ¡aunque fueran los mismos que los de subida!).

Había bajado al pueblo de Rodorio a buscar el paquete de la compra que había realizado. En el correo le habían hecho presentar los papeles que lo acreditaban como quién decía ser: uno de los autorizados a retirar la correspondencia del apartado postal del Santuario. Menos mal, porque sino a Shion le daría un infarto si viera lo que compré, pensó Dita.

Le habían hecho firmar el recibo correspondiente por la encomienda, cosa que hizo con una elaborada caligrafía y el empleado del correo le entregó la cajita dedicándole una sonrisa de lo más socarrona, a lo que él respondió con otra mucho más sugerente.

Traía el paquete entre las manos y lo apretaba con fuerza de lo emocionado que estaba: hasta Mu tuvo que levantar una ceja ante la incredulidad de ver a Dita con la sonrisa de idiota en la cara.

Por suerte para Dita, esta vez no tenía que subir hasta Piscis. Con su sonrisa idiota y su cajita entre las manos, detuvo su andar al llegar a Cáncer.

Dejo el paquete en la mesa de la cocina de las dependencias privadas de la Cuarta Casa, delante de las narices de DeathMask, quien, en ese momento, cerveza en mano, miraba de costado (tan embobado se había quedado ahí en vez de pasarse al sofá, que le iba a dar tortícolis, pensó Dita) el partido de calcio della nazionale italiana.

L.O.V.E MachineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora