Raptada

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Camino sin rumbo alguno.

No tengo a dónde ir.

Nunca debí salir de casa ese día.

Mientras camino por calles que me parecen vagamente familiares voy pensando en todo lo que perdí por una fiesta. 

Mi madre me había dicho que no fuera, pero yo quería ir. ¡Era la fiesta más grande del año! Unos amigos habían organizado una fiesta de disfraces. Había esperado a que mamá se durmiera para salir de la casa. 

Caminé algunas calles hasta que vi un taxi. Le di la dirección y me acomodé para dormir un poco. El viaje sería un poco largo.

Recuerdo que desperté y era de día.

No sabía dónde estaba.

No recordaba la fiesta.

Pensé que seguía en la casa donde había sido.

Tal vez bebí demasiado y por eso no recordaba nada.

Pero no.

Intenté abrir la puerta de la habitación donde me encontraba, pero no se abrió. 

Nunca se abrió.

Al principio pensé que estaba en un infierno. Los primeros meses fueron horribles. Los peores, de hecho. 

Después de doscientos días dejé de contar. No quería saber cuánto había pasado ahí.

Nunca debí salir de casa esa noche.

Agradezco ahora que mi virginidad no existiese para cuando me llevaron. Sería horrible que fuera ese el recuerdo de mi primera vez.

Eran dos al día, máximo.

Pasaban horas conmigo.

Todo era triste al principio. Luego aprendí a apreciar a algunos de ellos. Eran amables, al menos la mayoría.

Al único al que llegué a odiar de verdad era al Sr. Simmons; venía una vez a la semana. Era el único que pagaba dos días completos, uno lo pasaba con él, el otro lo usaba para dormir y cuidar mi cuerpo dolorido. Al menos tenía la decencia de considerarme después de violarme.

No sé exactamente cuánto tiempo estuve ahí. 

Desde el principio perdí las esperanzas de salir. 

Una vez había escuchado algo sobre que debían ir buscando a otra chica, que después de más de dos años yo no aguantaría mucho más. 

Tenían razón.

Mi cuerpo aún tenía fuerza. Me alimentaban bien, les convenía hacerlo. 

Pero mi mente no lo soportaría mucho más.

Seguí caminando por las calles de mi recuerdo.

Al final aún recordaba las calles que me vieron aprender a andar en bicicleta. Recordaba las calles que me vieron crecer.

Llegué a la casa de mis padres. Ni siquiera la recordaba como mía.

Me acerqué a la ventana. Estaban cenando. 

Susurré un "perdón" cerca de la ventana que daba hacia el comedor y me alejé. 

Pronto encontrarán mi cuerpo. 

Lo dejaron cerca de donde subí al taxi. La policía me encontrará y ellos por fin van a cerrar el ciclo de mi desaparición. 

Al menos esos malditos pensaron en no dejar a nadie aún con la esperanza de encontrarme.

Historias CortasWhere stories live. Discover now