- ¡No me hables!
- No me puedes pedir que no te hable, es lo más estúpido que puedes hacer. Debemos hablar.
- Si hablo contigo voy a terminar matándote.
***
Así había comenzado aquella discusión.
Lo odiaba. Me había herido. Había sacado todo lo bueno de mí.
Yo era feliz. Lo había sido.
Tenía demasiadas cosas por hacer. Tenía familia. Él había acabado con todo.
Era rara, siempre lo he sido, pero a nadie le importaba.
Amaba pasar tiempo con mis amigos, fumando después de la uni. Era divertido pasar un par de horas después de clases pasando un puro tras otro hasta que todo era demasiado confuso como para no reír.
Él fue el primero en decir que las drogas no eran buenas para mí. ¡Vamos! las drogas no son buenas para nadie.
Pero ahí iba yo, lo seguía para evitar fumar. Pasaba menos tiempo con mis amigos, hasta que dejaron de invitarme por completo.
También consumía en mi casa, así que pasábamos toda la tarde en su casa, hablando, viendo películas, durmiendo... lo que fuera con tal de no consumir.
Me fui acostumbrando a no doparme, pero me costaba peleas con mi padre, no tenía tanta paciencia como antes. Él decía que volvería, cuando en mi organismo no hubiera rastro alguno de drogas; nunca volvió, hasta ahora. No entiendo por qué le hacía caso, podría fumar mientras no estuviera con él, pero quería hacer lo que me decía, quería quedar bien con él.
Fue un año y medio de de tener el cerebro completamente lavado. Todo había sido malo. Hasta ahora.
Hasta ahora.
Hasta ahora con su cadáver quemándose frente a mí.
Le dije que no me hablase, pero no escuchó. Nunca escuchaba.
Ahora se quema; al igual que el puro que tengo entre los dedos.
El olor de la mota no me deja olerlo a él.
Si tan solo me hubiese dejado fumar antes de hablar seguramente estaría de camino a su casa, con su perro.
Ahora yo tengo una nueva mascota.
Ahora él no tiene a donde escapar.
Está en el mismo infierno donde me mantuvo el último año y medio, y ahí se va a quedar.