Después de ser llevada esa noche los primeros recuerdos eran incoherentes. Pero mi cuerpo recuerda mis ojos vendados sostenidos por la parte de atrás con un nudo tan apretado que hacía que mi cabeza palpitara de dolor, recuerdo tragos de agua tibia que en vez de refrescar aumentaban el malestar en la garganta, pero al menos de eso estaba agradecida.
No tenía noción del tiempo pues estar tanto con los ojos vendados me hizo perder el conteo de las horas, los días, y las semanas.
Pero lo que mi consciencia siempre repetía día tras día eran los golpes, los hematomas cubriendo mi piel, la agonía que sufría mientras rogaba que los golpes paren, pero acompañados de insultos llovían más golpes dejándome hundida en espasmos incontrolables de dolor y lágrimas.
Pasaba de una habitación oscura a otra. De habitaciones a maletas de ropa en donde a penas tenía hoyos para respirar y ocasiones llegué a golpearme la cabeza por la rudeza con la que era tirada, en otras me he desmayado por la falta de aire y he asumido que he estado al borde de la muerte.
En miedo era constante al no saber si cuando abriera los ojos ese sería mi último instante de vida. Pero la rutina seguía y seguía, los hombres cambiaban cada cierto tiempo, y tenía varios intervalos que yo les llamaba descanso, comida una vez al día. La cama era un colchón viejo y algunas habitaciones tenían baño dentro y cuando no tenían me sacaban una vez al día para hacer mis necesidades. Las sábanas siempre estaban húmedas y apestaban, mi cabello estaba vuelto una maraña lleno de nudos y la ropa me la cambiaban cada cierto tiempo.
Una vez escuché mientras titiritaba de frío El nombre Carlos Ledger en los Estados Unidos. No entendí más nada pues las voces se hicieron cada vez más lejanas e imperceptibles y a ese punto de la vida, ni siquiera estaba en mis cabales como para atar cabos.A lo que puedo percibir no fueron más de 20 días cuando me llevaron por primera vez a un hotel. Estaba con un grupo nuevo de hombres, estaban contando dinero cuando me sacaron de la maleta. Me señalaron el baño y sin siquiera mirarlos a los ojos entré en dirección al baño.
Por primera vez luego de mucho tiempo mis ojos pudieron apreciar un panorama limpio, casto y organizado. Todo blanco con detalles plateados, alfombras, una gran tina, ropa, toallas, accesorios de la piel, de baño y maquillaje. Sabía que no duraría mucho. Así que iba a ir manos a la obra hasta que me miré al espejo e inmediatamente espesas lágrimas bajaron por mis mejillas.
Mi reflejo en el espejo era repugnante.
Mi piel pálida, el contorno de mis ojos casi negros, marcas en la piel que aún no sanaban y unos moretones leves. Mi piel estaba casi pegada a mis huesos dándome un aspecto hasta terrorífico.
Me abracé a mi misma en un intento de consolarme y entre lloros de pena y dolor tomé una ducha. El agua a pesar de ser tibia y reconfortante no lograba calmar las claras alarmas de peligro que me rodeaba y no me dejaba disfrutar la paz que estas cuatro paredes momentáneamente me brindaban. Mi piel agradeció de inmediato la hidratacion de los jabones pero mi ánimo volvió y cayó al suelo al ver la cantidad de mugre y cabello que salía de mi cabeza cuando lo lavé. Intenté ser gentil pero a pesar de eso mechones enteros se resvalaban de mi cuero cabelludo.
Terminé mi aseo pero con hipidos continuaban, ya no salían lágrimas de mis ojos y me sentía mareada con los constantes intentos de respirar hondo para tranquilizarme. Seguí hidratando mi cuerpo con cremas, sequé el cabello con el secador y me vestí con un suéter acogedor, unos jeans que encontré de mi talla y puse las pantuflas del baño. Tomé una respiración profunda antes de temblorosa abrir la puerta. Di un par de pasos fuera y cerré la puerta del baño, perifericamente y sin subir la vista observé los presentes seguían contando dinero mientras hablaban animadamente.
Otro diferente al que me señaló al baño me indicó que lo siguiera y obedientemente lo seguí con los nervios a flor de piel. En la siguiente sala de la amplia habitación había un pequeño comedor y más adelante lo que asumía era el balcón pero las cortinas estaban cerradas por lo tanto no podría comprobarlo. Había un hombre comiendo en la mesa y otras sillas vacías, y me señalaron una. Alguien vino por detrás de mi y el pánico se disparó, pero no me dio mucho tiempo a analizar la situación ya que el chico se puso a servir comida.
Solté el aire aliviada mientras miraba el plato sorprendida, mi estómago no se decidía entre nauseas o hambre, sin embargo me dejé llevar por el hambre y comí como hace tiempo no lo hacía. Incluso hasta cuando ya no podía más. Al terminar me entregaron una botella de agua y me señalaron el lugar con cortinas que suponía era el balcón el cual, al correr las cortinas, era una habitación pequeña con una cama. Abrieron las puertas de cristal y me señalaron el cuarto. Par de pasos dentro, volteo y veo las puertas de cristal cerradas, del otro lado la actividad seguía normal. Contar dinero, tomar, otros en la mesa comiendo, ahora mismo como si yo no existiera.
Miro a mi alrededor buscando algo que confirme mis alarmas de peligro porque esto no era normal. Caminé por los bordes de la habitación varias veces, estaba buscando algo que confirmara mis sospechas, pero de tanto comer y tomar agua me sentía mareada y con nauseas. Así que rápidamente me dirigí a la cama y en cuestión de pocos minutos perdí la consciencia.
...
Mis ojos se negaban a abrirse y mi cuerpo se sentía como una bola de demolición. A pesar de que sentía mi cuerpo ser movido no tenía control de él. A penas pude forzar gemidos por la incomodidad. Se escuchaban voces, muchas, pero no podía entender nada, otras veces eran susurros que me llevaron a pensar que estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba. Para cuando al fin pude abrir los ojos a la fuerza, mi cabeza daba vueltas sobre su lugar y de nuevo sentí las nauseas asomarse. Traté de ajustar mi visión y me encontré en un auto con más personas, atada de pies y manos, amordazada frente a un edificio con pinta de estar abandonado.
Desde que entramos sentí una muy mala vibra acompañada de un sentir de cosas raras un tanto inusuales. Habían sillas y camas oxidadas, papeles en cajas y dispersos por el suelo. Nuestras pisadas hacían marcas en el polvo. Mi piel estaba naturalmente pálida pero también a causa de la incertidumbre y la preocupación. Dos hombres iban a mi lado, me tenían las manos bien apretadas por si intentaba huir, aunque era alto que no lo había pensado. Subíamos unas escaleras mientras mis ojos examinaban el lugar no se para qué si se me resultaba imposible intentar escapar.
Habían grafitis en las paredes, rastros de botellas rotas, grandes manchas marrones en el suelo y aunque estaba de día me resultó escalofriante. Subimos varios y largos tramos de escaleras y luego de pasar unos cuantos pasillos me entraron a una puerta y me encerraron ahí. El olor a óxido era insoportable. La habitación era del tamaño de un cuarto de hospital privado, una cama, sabanas sucias y llenas de polvo, y al final... Un hombre.
Y estaba solo.
Me entregaron al hombre y este dio un sobre bastante gordo con lo que supuse que era dinero. Luego vi desaparecer a los hombres dejandome sola con el nuevo desconocido. Mi corazón latía a millón bajo su mirada intensa y llena de morbo. Era sumamente intimidante y mi cuerpo no podía evitar temblar visiblemente, cosa que le provocaba al parecer cierto agrado. Se acercó a mi con pasos lentos. Me evaluaba de arriba a abajo y el pensamiento predominante en ese momento fue que ese sería el día de mi muerte.
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Savior - Andy Biersack (MINI NOVELA) (Terminada)
FanfictionCuando eres feliz de un todo, prepárate. Porque de momento a otro tu vida puede cambiar, todo en un abrir y cerrar de ojos. "Por todo el oscuro y negro camino por el que una vez atravesé, apareció una luz y ahora esa luz se ha convertido en una sal...