introducción

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  Las cosas cambiaron, Duerre.
Ya nada es igual, y me duele aceptarlo, cariño.
Te quiero aquí conmigo, trabajando con mi bomboncito de chocolate y mi niño bonito, te quiero diciendo comentarios sarcasticos sobre el caso y te quiero diciendome "preciosa" cada día.
Extraño el sonido de tu voz, con ese hermoso acento extranjero que te caracteriza. Me gustaba oirte hablar, pero más aún me gustaba oirte reír; ¿Sabías que tienes la risa más perfecta del mundo? Es como oir a Dios reir, o al menos, así es para mi.
Extraño nuestros miércoles de chicas, llenos de anécdotas y chismes que jamás terminaban. Extraño que me hables de Rusia, extraño que me hables de tu madre, extraño algo tan simple como hablarte. Siento que eso no va a suceder de nuevo, y realmente me estoy esforzando por encontrarte pero siempre sabes como rechazarme sin cuidado alguno, aunque sé que no es tu intención.
No soy la única que se siente así, todos se sienten así desde tu partida. Todavía recuerdo las últimas palabras que nos dijiste antes de irte "Ustedes nunca fueron mi familia", oh, y esa fue una vil mentira. ¿Acaso crees que después de siete años de amistad no sé cuando me mientes? La mirada te delata, la forma en que tu pecosa nariz de mueve cuando mientes es algo tan imperceptible que cualquiera no lo notaría.
O al menos eso me dijo Spencer, la peor de tus víctimas. Se encerró en si mismo cuando te fuiste, parecía ahogarse en su propia existencia y aquello ya no tenía sentido hasta que un día admitio bastante enojado que siempre estuvo enamorado de ti, aunque eso ya era de saberse. Sufrió más que todos, y al contrario de J.J. (quién parece haberlo venido venir), demostró sus emociones durante un día entero.
La insensibilidad de J.J. ante su huída fue increíble, parecía otra persona totalmente y aquello era una tortura. Verla de una manera tan fría me recordó que toda tu vida, fuiste así con todos.
Fría, manipuladora, calculadora y traviesa. Siempre tenías la respuesta a todo, o al menos así fue hasta que te conocimos como realmente eres: amable, tranquila y muy, muy comprensiva. Lo único que no cambió fue que siempre tuvieras la respuesta, dudo que eso halla cambiado con el tiempo.
Me gustaría terminar esta pequeña carta diciendote algo hermoso, pero ya no me alcanzan las palabras para todo lo que quiero decirte. Quiero verte, tocarte, sentirte y oler ese oloroso perfume de vainilla al menos, un día. Quiero saber que es lo que sucedió, necesito respuestas, Duerre.

con amor y un fuerte anelo de que leas esto, Penélope García.

Agente Williams -Spencer Reid- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora