Prólogo

27 5 1
                                    

Corrí. Sentía mis piernas arder, mi respiración agitada intentando mandar oxígeno a cada músculo de mi cuerpo, pero aún así no quería parar. No se si era el miedo o la adrenalina lo que hacía que no sintiera el cansancio o la pequeñas ramas impactando contra mi, haciendo insignificantes heridas por todo mi cuerpo. Estábamos corriendo por el bosque siendo la luna la única luz que teníamos para evitar tropezar con las raíces que sobresalían del suelo.

-Debemos parar-dijo Aria exhausta apoyándose sobre sus piernas para poder descansar. Todos paramos para poder recuperarnos de un cansancio que no sabíamos que teníamos- estamos lejos del laboratorio, si alguien ha sobrevivido tardarían horas en encontranos, y si seguimos así tarde o temprano alguien se caerá, no se ve nada.

-No estamos tan lejos, solo a un par de kilómetros de allí-protestó Jaden- no he salido arriesgando mi vida para que me vuelvan a atrapar. ¿Si nosotros sobrevivimos que te dice que ellos no los han hecho también?

En pocos minutos el grupo ya estaba dividido entre los que querían seguir avanzando y los que les parecía más seguro reponer fuerzas; cada uno intentaba exponer sus ideas y todo acabó en gritos y protestas

-¡Silencio!-grité. Todos se callaron y se giraron para mirarme- Aún estamos cerca pero estamos cansados y de poco nos serviría avanzar ahora, pasaremos aquí lo que queda de la noche, al amanecer seguiremos.

Todos asintieron y cada uno se fue a la zona que más le parecía oportuna para tumbarse y poder dormir aunque fueran unas horas. Yo hice lo mismo y apoyé la espalda en un gran árbol. Pasados los minutos todos se habían dormido. Solo se escuchaba el aire pasando a través de los árboles y algún que otro residente del bosque.

Seguramente unos niños normales no se hubieran dormido tan fácilmente teniendo en cuenta todo lo que acaban de pasar, pero desde pequeños supimos que no éramos normales. Mi primer recuerdo no es un recuerdo en sí, es una voz: la voz desgarradora de mi padre gritando mi nombre, es lo único que tengo de mis padres. Lo siguiente que recuerdo es vivir día a día en el laboratorio, un sitio frío y completamente blanco donde vivíamos encerrados sin poder respirar el aire exterior. Sabíamos cómo era el mundo exterior por libros o por lo que escuchábamos a escondidas de conversaciones entre ellos. Allí nos denominaron Deorums, personas con poderes mágicos, por decirlo así, nuestro poder se definía por el color de nuestros ojos. Cada día se llevaban a 3 de nosotros y experimentaban, probaban hasta donde podía llegar nuestro límite, con pruebas normalmente dolorosas, con la finalidad de encontrar la manera de poder implantar nuestro don a otro ser humano. Al principio éramos más de cien, ahora solo quedamos 5; algunos murieron durante los experimentos y otros se suicidaron. Hoy cuando estábamos a punto de entrar a la habitación a dormir sonó una sirena y se empezaron a escuchar gritos, el fuego no tardó en propagarse por todo el edificio haciendo que este se derrumbara. Por suerte conseguimos escapar y ahora estamos aquí, libres, por primera vez en mucho tiempo.

Me era imposible dormir. No podría cerrar mis ojos por más de 5 minutos sin que un ruido, por leve que fuera, me pusiera en alerta. Me resigné. Miré a aquellos chicos que consideraba, al fin y al cabo, mi única familia. Todos ellos compartían mi dolor.

Observé a Ashton, un chico tranquilo y divertido que amaba dibujar todo lo que veía y sentía, era lo único que le hacía evadirse de aquel sitio triste y cruel. Tenía los ojos verdes esmeralda, eso significaba que podía controlar los sentimientos de cualquier persona si se lo proponía, pero jamás lo utilizó con nosotros. Decía que le parecía odioso poder controlar a una persona de esa manera, que él no tenía el derecho de controlar el aspecto más humano de cada persona.

Las hermanas Hale estaban acostadas en el suelo espalda contra espalda. Si no sabes que son familia nunca lo podrías suponer. Aria era morena con el pelo largo y no muy oscuro, era inteligente, intuitiva, decidida y leal, igual que Ashton dibujaba siempre que podía; luego estaba Elaia, su piel era casi de porcelana y hacía un gran contraste con su pelo completamente negro, era alegre, altruista y noble, sus días se basaban en entrar en la biblioteca y sumirse en alguna historia. En lo único que las podías relacionar era en sus ojos, ambas tenían el ojo derecho azul, del color del mar, y el izquierdo violeta como la amatista, eran las favoritas de los "científicos" debido a que al tener ambos colores tenían dos poderes: el azul significaba que podían curar cualquier herida pero solo si esta no era mortal, el violeta pertenecía a las visiones, muchas veces aparecían en sueños pero estas algunas veces no eran nada claras.

Luego estaba Jaden, estaba tirado en el suelo justo a mi lado, con las piernas en el pecho intentando mantener su calor corporal. Era sarcástico, persistente y valiente, o eso le hacia creer al resto del mundo. Desde que lo conocí fue mi mejor amigo. Muchos niños le temían debido al muro de chico malo que construyó a su alrededor, pero conmigo ese obstáculo no existía. Fui la única que escuchó su voz llamar a su madre por las noches, la única que vio esos ojos rojos que algunos tanto temen llorar. Recuerdo aquellas veces que le castigaban sin cena, y yo escondía todo lo que podía bajo mi camiseta para dárselo, o cuando él se quedaba en vela toda la noche a mi lado, solo apretando mi mano en silencio, porque no podía dormir pensando en lo que podía suceder al día siguiente. Jaden podía controlar el fuego, pero no a gran escala. Si intentaba controlar más poder del que era capaz aparecían quemaduras por todo su cuerpo. Pocos saben que, en realidad, odia su poder y solo lo utiliza en casos de extrema necesidad. Él mismo no lo considera un don. Siempre dice que un don es algo bueno, algo que puede ayudar a los demás; el fuego solo es un arma que destruye todo a su paso causando dolor y agonía.

El sol asomaba por las copas de los árboles dejando pequeños regueros de luz por el bosque. Sabía que tenía que despertarles, estaba amaneciendo y teníamos que seguir nuestro camino, pero algo dentro de mí me impedía perturbar sus sueños, había visto a cada uno de ellos llorar y gritar y no era quién para arrebatarles ese momento de paz. Estaba cansada, no había dormido en toda la noche y sin necesidad de mirarme en un espejo sabía perfectamente que tenía unas marcadas ojeras violetas debajo de mis ojos.

-Elaia después de pasarse dos días seguidos leyendo sin parar tiene mejor pinta que tú.

Mire a mi lado y vi a un despeinado Jaden con una maliciosa sonrisa en los labios

-Eso me ha dolido-dije, poniendo mi mano en el pecho con cara de ofendida.

-Sabes que te quiero- dijo Jaden riendo mientras se levantaba y me daba un beso en la frente como siempre hacía cuando me daba los buenos días... A su manera, pero yo siempre lo interpretaba así.

Jaden levantó a todos, no de la manera más suave posible, pero estábamos ya todos de pie y eso es lo que cuenta. Nos pusimos a andar, no se muy bien en qué dirección ni a donde íbamos a dar, ni siquiera que buscábamos, nadie lo sabía, solo caminábamos con la esperanza de que lo nos esperaba más adelante fuera mejor que lo que dejábamos atrás.

Abrí los ojos lentamente esforzándome en adaptarme a la potente luz blanca. Me incorporé y llevé mi mano a mi cabeza por instinto, sentía un leve dolor justo detrás de las orejas pero no tuve mucho tiempo a preocuparme por eso, no sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí. En mi brazo izquierdo había una aguja atravesando mi piel, esta llevaba a un líquido transparente colgado más arriba, junto con más botes con substancias a las que no puedo poner nombre; a ambos lados estaban una pequeñas mesillas, en una de ellas había una jarra llena de agua y dos vasos de cristal. Mi ropa se basaba en un fino camisón azul claro pero a pesar de mi poca ropa no sentía frío, ni tampoco calor. La habitación tenía las paredes blancas, sin ningún adorno en ellas a excepción del gran ventanal que cubría entera la pared derecha; el suelo estaba hecho de una madera oscura, pero no se veía rayado y los únicos muebles que había eran las mesillas, dos sillas y dos camas situadas en medio de la habitación. Era simple, pero me gustaba.

-Menos mal que habéis despertado- habló un señor de mediana edad, pelo negro y grandes ojos marrones, vestía una bata blanca- no estábamos seguros de que todos lo hicierais. Soy El Doctor William, hace dos días un aldeano os encontró en la carretera cercana a la ciudad, llamó a la policía y ellos os trajeron, estuvisteis inconscientes hasta ahora. Estuve hablando ahora con vuestros amigos, pero ellos no recuerdan nada, solo su nombre, vosotros habéis sido los últimos en despertar y tenemos fe en que podáis arrojar algo de luz sobre este caso.

Mire a mi derecha, percatándome del chico que estaba en la cama contigua y que hasta ahora no había notado. Parecía de mi edad. Tenía el pelo negro y la piel algo morena, era realmente guapo, pero lo que más destacaba de él eran sus destellantes ojos color rojo.

Ambos miramos al doctor y negamos con la cabeza sin tener ni idea de que amigos se refería.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 16, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DeorumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora