Capitulo I. Llegó un forastero

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Konoha era una pequeña aldea que se situaba en Tokio, tras la guerra shinobi que había ocurrido años atrás, dicha aldea se había encontrado prácticamente olvidada

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Konoha era una pequeña aldea que se situaba en Tokio, tras la guerra shinobi que había ocurrido años atrás, dicha aldea se había encontrado prácticamente olvidada.

Durante muchos años lo atractivo de dicho sitio había sido la vista que había en una torre que se situaba a las afueras de dicha ciudad, así como sus diversas plantas medicinales que eran vendidas a las diferentes aldeas y ciudades que la visitaban.

Los ancianos de esa villa, creían que la luna llena era una señal de mal augurio por lo cual no solían salir a menos de que fuera completamente necesario, pues se rumoraba que a lo largo del bosque habían demonios y bestias que robaban las almas de los niños, así como destazaban a los hombres y robaban a las vírgenes para ofrecerlas en sacrificio.

Saori era una joven que habitaba en dicha aldea, era la hija menor del Hokague de la aldea de Konoha, se rumoraba que era una mujer mucho muy hermosa, de ojos color miel y una brillante cabellera castaña, su piel era morena clara y tenía una figura pequeña y delgada, muchos hombres de dicha aldea y de las villas vecinas la cortejaban pero ella jamás había mostrado el más mínimo interés por ningún hombre hasta que una noche de luna llena, en la cual los ancianos de la villa hacían sus rituales habituales del supuesto augurio por la luna blanca, Saori decidió salir a la torre para contemplar la luna ya que ella era una fanática de ella.

A pesar de que Saori jamás había salido de su villa y solo había sido educada por las costumbres de su aldea, no creía en la mayoría de sus supersticiones ya que según ella no creería hasta no ver lo que le decían.

Siempre había sido una chica curiosa y sus grandes ojos color miel la delataban, así que esa noche no fue la excepción y subió a la torre para contemplar la luna, ya que ahí solía leer a escondidas algunos libros que el consejo de la aldea los había prohibido.

Saori llegó a la torre y contemplo unos instantes la luna, estaba en su total esplendor y se veía por completo hermosa ¿cómo era posible que todos le temieran siendo ella tan hermosa? Se preguntaba cada vez que la luna llena aparecía en el azul oscuro del firmamento.

Ella comenzó a dibujarla cuando de pronto escucho un ruido, quiso esconderse pero fue demasiado tarde, un hombre había entrado a la torre y se había percatado de su presencia; de pronto ante sus ojos miel estaba un hombre alto y fornido, de cabello largo y castaño muy oscuro, con ojos en color ónix que miraba atento cada movimiento de la chica.

Saori contemplo maravillada a aquel hombre, jamás había conocido un hombre tan atractivo como él, de igual modo a él no parecía serle indiferente aquella joven, ya que la observaba atento.

Ninguno de los dos se había atrevido a cruzar palabra alguna pero sus miradas ya se habían dicho todo, ella estaba ahí por contemplar la luna en su gran esplendor y poder así pintarla y él estaba ahí porque quizá estaba perdido ya que no era de esa aldea ni de alguna cercana, era un extranjero quizá proveniente más allá de la nación del té.

Afuera de la torre comenzó a hacerse presente el sonido del viento y algunos lobos que comenzaron a aullar frenéticamente a las afueras.

-Me matara mi padre, no llegare a tiempo – comentó Saori en voz alta sin darse cuenta.

-Puedo acompañarte si lo deseas – se ofreció el apuesto moreno.

-No eres de aquí cierto – pregunto curiosa la castaña.

-No – comentó en un tono serio – lamento no haberme presentado me llamo Indra, provengo de la nación del f... provengo del extranjero – se limitó a contestar.

-Mi nombre es Saori – comento dulcemente la chica – provengo de... aquí, bueno no de esta torre pero si de la nación de Konoha – comentó la chica logrando que el azabache la mirara fijamente.

-La luna se refleja perfectamente en tus ojos – comento el moreno.

-No se si eso sea un cumplido, pero gracias – comentó la chica con una sonrisa.

Aquel hombre se mantenía tan serio pero a la vez tan atento que ocasiono curiosidad en la chica.

-A que has venido a Konoha – quiso saber al instante la chica.

-Por nada en particular, buscaba un lugar para quedarme por unos días y termine aquí – comentó sin interés.

De pronto el viento comenzó a resoplar más fuerte y una llamarada de viento abrió la débil puerta que había en la torre permitiéndole así el acceso a una parvada de lobos que había seguido el rastro del olor de ambos.

Indra se posiciono frente a Saori para cubrirla, pero era imposible que él pudiera solo con ellos, los lobos eran grandes y enseñaban sus temibles colmillos quienes los habían rodeado.

-Cierra tus ojos – le ordenó el moreno.

-¿Qué dices? ¿Estás loco? Van a matarnos – comento agitada Saori.

-Confía en mí – suplico el chico – cierra tus ojos y hazlo de una vez – volvió a insistir.

Saori no estaba segura si había sido la adrenalina o los nervios lo que la habían hecho alucinar, pero estaba segura que los ojos de aquel extraño se habían tornado a un rojo carmesí.

-Te he dicho que los cierres ahora – gritó el azabache logrando que la chica cerrara sus ojos.

Saori no podía ver absolutamente nada, solo sintió calor a su alrededor y cómo la parvada de lobos chillaba y huía del lugar, Saori abrió sus ojos y se percató de que a su alrededor había llamas de fuego y el extranjero estaba tirado en el suelo, incluso quizá herido; rápidamente se acercó a él e intento hacerlo volver en sí pero era inútil no respondía.

-Vamos, por favor – exclamo la chica agitada – no me dejes, levántate Indra, tenemos que salir juntos – comentó la chica con lágrimas en sus ojos, cayendo una de ellas en la mejilla de aquel apuesto hombre que yacía en el fuego.

Saori no pudo percatarse de cómo fue, pero estaba en los brazos de aquel hombre el cual la cargaba como si fuera un pequeño saco de plumas y salían rápidamente de aquella torre la cual debido a su descuido no tardaría mucho en ser solo cenizas.


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