Suspiro de cuando se te paga la tuca. Eso, nada. Que ya no hay nada. No querés más flayadas y prendes un cirgarro para rescatarte. Lo apagas lo pisas y te vas corriendo porque pensas que llegaron tus viejos. Qué vida de mierda la del drogadicto. Vuelvo, lo enciendo en mi patio y me voy.