Mudanza al infierno

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A mi madre le gustaban esas páginas de citas por internet, yo no estaba muy de acuerdo, creía que ahí lo único que encontrarías era gentuza, pero no, un día conoció al que hoy es su marido. Un día mi madre me dijo que nos iríamos a vivir a su casa. Yo no quería cambiarme de escuela otra vez, no quería alejarme de mis compañeros y maestros que tanto aprecio había cogido. No tuve más opción que aceptarlo, llegué aquí y en el momento que puse un pie, sabía que sería un infierno. No voy a contar detalladamente como fue todo, pero si que seguí juntandome con niñas, intenté hacer amigos, pero era imposible, yo era el raro. Desde ahí empezaron los insultos tipo: gordo, maricón, feo, cuatro ojos... Al pasar al instituto me distancie de mis compañeros y fue un alivio para mí. Caí con otros que sí me aceptaron como era, sentí que ya era feliz, pero no, la gente seguía insultando e insultando. Cada vez iba a peor, una vez llegaron a escupirme en el pelo para burlarse de mí, me fui a clase y en un rincón lloré cómo el niño asustado que no se quedó en el pasado, cómo el niño asustado que seguía ahí y no dejaba paso a quién soy ahora. Una compañera me vio llorando y no dudó en decírselo a los docentes, mismos que expulsaron a los responsables.

El que no podía amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora